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La fragilidad de todas

Al ex militar Luis Gonzalo Segura lo echaron del Ejército hace ahora diez años tras denunciar públicamente casos de corrupción, abusos, acosos y privilegios anacrónicos en el seno del estamento castrense

11 de abril de 2025 a las 09:38h
Antonio Vega cantando 'Lucha de Gigantes'.
Antonio Vega cantando 'Lucha de Gigantes'.

1987 fue un año grande. En medio de una belleza salvaje y caótica y de aquella verdad dura y urbana de la que rebosaban los ochenta, llegó Nacha Pop con su Lucha de gigantes, uno de los temas más hermosos que se han escrito: "Lucha de gigantes convierten el aire en gas natural. Un duelo salvaje advierte lo cerca que ando de entrar en un mundo descomunal. Siento mi fragilidad". Pocos hombres como Antonio Vega han sabido cantarle a la vulnerabilidad desde lo más hondo y no resultar un pestiño. Pero él lo conseguía, porque lo hacía desde la verdad. Hace algunos años emitieron un documental sobre su vida que capturaba esto bastante bien. Se titulaba Antonio Vega, tu voz entre otras mil, y resultaba una amalgama de voces estridentes de quienes lo conocieron y acompañaron sus excesos, su locura y su genialidad. También su tristeza y su euforia, lo sórdidamente mágico de aquel Madrid. Más de dos horas de documental después, creí tener un retrato más certero de Antonio. Real y caótico, como los ochenta.

Pensaba en la fragilidad del hombre ―especialmente en la del hombre― mientras leía estos días En la guarida de la bestia, del ex teniente Luis Gonzalo Segura. En 2019, el sello Foca ―uno de esos escasos reductos editoriales de librepensamiento que Planeta no ha macdonalizado― se atrevió a publicar esta obra crítica sobre la situación de la mujer en las Fuerzas Armadas. Se trata del único trabajo hasta la fecha que ha superpuesto las distintas capas del mapa para explicar la impunidad de la violencia sobre la mujer en el seno del Ejército. La magnitud del problema es tal que las agresiones sexuales a mujeres se multiplican exponencialmente en el ámbito militar, pero apenas una de cada diez denuncias prospera en algún sentido. Y cuando, en el mejor de los casos, el delincuente cumple su exigua condena, retorna a su puesto con honores y algún que otro nuevo galón. Sin consecuencias.

Pero no se habla de esto en los mentideros mediáticos, ni en la calle, ni en las redes. El silencio se apodera de las realidades más duras, como el monstruo de papel al que le cantaba Antonio Vega, con las víctimas a su merced "corriendo con una bestia detrás". Al ex militar Luis Gonzalo Segura lo echaron del Ejército hace ahora diez años tras denunciar públicamente casos de corrupción, abusos, acosos y privilegios anacrónicos en el seno del estamento castrense. Pagó su pena a lo Julian Assange, pero, en lugar de atrincherado en una embajada, peleando por estudios de radio y redacciones de prensa para poder enfrentar la batalla del relato, para poder mostrar la crudeza de un entorno podrido, anacrónico y perverso. Curiosamente, las maestras de las ondas que presumen de feministas y los diarios con fama de progresistas no le dan cancha, por aquello de no perjudicar ahora al gobierno socialista criticando al Ejército. No vaya a ser que se desmonte la imagen del soldado profesional, heroico y entregado. Ese que lo mismo te salva de una pandemia mundial que te apaga el incendio de un monte en la tele, aunque ni siquiera hayan llegado en muchos casos a actuar de verdad.

Pienso en la fragilidad, ahora sí, de las mujeres. Y en la de Antonio Vega. Y en la del ex militar que decidió no callar ante tanta basura. Pienso en la fragilidad de todas en un mundo vendido. Pienso en el relato ausente y en sus consecuencias. «Creo en los fantasmas terribles de algún extraño lugar. Y en mis tonterías para hacer tu risa estallar. En un mundo descomunal siento tu fragilidad».

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