Me llamó la atención el alto poder adquisitivo de esta bella ciudad cantábrica, donde la economía local era su motor de desarrollo. Compraban y vivían allí, todos se conocían, al menos antes de las compras por Internet a domicilio.
Me sorprende que en un mundo cada vez más poblado, seamos cada vez más mayores en nuestro país. Y tiene consecuencias. Una es que a largos paseos se busca un asiento donde poder descansar, siendo misión imposible en muchas calles, y más aún ubicado a la cada vez más escasa sombra natural y frescor de un frondoso árbol, cerca de una fuente ornamental natural o de agua potable.
Una red de aseos públicos ante la incontinencia urinaria, otra demanda social, que mira de reojo a los que hacen sus necesidades fisiológicas en calles y parques, a pesar de las potenciales sanciones económicas.
He podido ver frente a siete diferentes sucursales de una gran entidad financiera en Sevilla, instalados doce bancos recientes, hechos de sus tarjetas bancarias recicladas, con su color corporativo, para uso de viandantes en pleno acerado, sean clientes o no.
La iniciativa ha contado con autorización y apoyo municipal. Espero que se ajusten al manual municipal de equipamientos urbano al no interferir en el tránsito peatonal. El dormir de vagabundos sin un lugar alternativo para tan noble fin y la falta de limpieza semanal, ninguna justificativa para el desmantelamiento paulatino, sin reposición de los antiguos de forja y de ladrillos visto de la vía pública deteriorados o al fin de su vida útil.
Curioso que la primera definición de banco, según el diccionario de la RAE, sea "asiento para dos personas o más", deba su existencia en este caso gracias a su quinta acepción de "empresa dedicada a operaciones financieras". Cuestión de dinero, prioridades, sensibilidad o del mercado de las personas mayores o disminuidas físicas. Hemos de alegrarnos y demandar más bancos para personas en la vía pública.
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