¿Quién podría creer hace años o recientes meses, que no llovería ni un solo día en el mes de abril, aguas mil, de 2023?
La vida actual se establece sobre probabilidades, que puede suceder, siendo la estadística el estudio de datos. El modelo matemático establecido permite entender y prever el comportamiento futuro de la economía y hasta del tiempo. Su ajuste adecuado, la validez de sus conclusiones.
Que hayan funcionado adecuadamente, no significa que sigan. Los datos de hoy, condicionan el mañana, si bien los cambios imprevisibles, sin datos que lo justifiquen, nos desconcierta. Es el caos, el nerviosismo se muestra y los meteorólogos no tienen culpa.
Bastante improbable o poco probable se utilizan a la hora de toma de decisiones, el descarte nos gusta menos. Es con información y uno se equivoca, imagínate sin ella. Y siempre me acuerdo en la técnica comercial de la sobreinformación para provocar el bloqueo en el cliente, al no poder asimilar tanta comunicación. Llegar a la parálisis por el análisis.
Los cirros son los antecedentes de los cumulonimbos, estratos y cúmulos, tipos de nubes que aprendimos en clase y veíamos al aire libre, según épocas pasadas. Sin ellas no se produce la ansiada precipitación vertical; llovizna, lluvia, aguacero, chubasco o tromba de agua sus diferentes expresiones.
Cielos despejados, altas temperaturas, acuíferos y embalses al mínimo, ya vivimos las restricciones al uso del agua en todos sus usos, todo ello nos lleva ante este primer mes de abril registrado sin un día de lluvia, a pensar que los cambios en los cielos, provocan movimientos vitales en la tierra, al agrietarse de sed. No sobrevive el más fuerte, sino el que mejor se adapta a la atmósfera venidera, que ya está aquí para quedarse.
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