Existe una puesta de sol que merece la pena disfrutar al menos una vez en tu vida. Es tan impactante y excepcional, que su protección como Patrimonio de la Humanidad, figura de reconocimiento mundial de la Unesco, bien merecería su apuesta por belleza natural.
Bien parece que sus condiciones naturales no cambiarán a corto plazo por acción del hombre, pero nos cuesta sensibilizarnos con defender lo nuestro. Su puesta en valor, una tarea necesaria.
Los montes del Algarve al fondo, el núcleo urbano de Ayamonte, el faro de Vila Real de Santo Antonio, la gran marisma de la ría del Carreras y sus caños, las pateras y el tránsito de barcos pesqueros del mayor puerto de capturas nacional, y a tus pies la playa urbana del Cantil, con su faro de Punta del Caimán que no necesita dotar de luz la singular y estampa única al atardecer, forman parte esencial de esta inolvidable vista.
El sobrevuelo diario de flamencos de regreso con el buche lleno, el devenir de oportunistas gaviotas, charranes tirándose en picado a capturar alevines ajustados a la protección de la orilla, los aromas de la plantación pionera de salicornia y el sol tomando colores rojizos anaranjados en su despedida del día, ensalzan el ambiente en pleno mes de julio.
La llegada principal a su paseo marítimo, tras desembarcar en el puerto deportivo, llama mi atención la falta de sensibilidad de los que instalaron la necesaria cartelería informativa, impidiendo disfrutar del paisaje, al estar justo a la altura de los ojos humanos. Si además están vandalizados, uno de la autoridad portuaria competente y otro en blanco desconociendo su responsable, junto con una gran banderola publicitaria - no precisamente del gran maestro artesano isleño Alejandro Isac -, merece la pena reflexionar, bajo la lectura del tercer cartel del Ayuntamiento, con un oportuno y bello poema de José García García, aunque a una altura inapropiada.
Me atrevo a proponer la señalización horizontal de este mirador, en los escalones de acceso a la arena en su uso, anexionar a la altura máxima de la balaustrada poemas sobre fotos de este paisaje, disuasorias de elementos verticales artificiales, y un sentido braille con audio guía en un bajo relieve, para que los invidentes puedan sentir un paisaje de todos y para todos, sin deterioro ni desaparición. Y que cunda el ejemplo.
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