Estudios concluyen a más bajo estatus social, más ludopatía o enfermedad del juego. Jugarse la vida en la mar no está pagado. Saber que cualquier problema a bordo por pequeño que sea, es un dolor de cabeza o estómago, tiene mayor calado si además el saber nadar no es obligatorio para embarcarse. ¿Plena Prevención de Riesgos Laborales?.
El éxito de la pesca no se evalúa hasta que se ha subastado, el que llega primero a puerto, mayor probabilidad de mejor precio, convirtiéndola en una continua carrera contrarreloj. Y está claro que no es un sector boyante, siendo el marinero su eslabón más básico, con su seguridad social marina de pobres jubilaciones y bajas prestaciones, aun teniendo escuelas residencias a su disposición.
Gran parte de nuestra longevidad se basa en la alimentación, a base de pescados, complementado con hortalizas y frutas, llegando a cifras de referencia mundial con 40 kilogramos por habitante año. Tenemos que cuidar las cosas del comer, sus caladeros frente a la sobreexplotación, calidad y cantidad, la salud del mar de plásticos, micro y nano, y de la gente de la mar. Invertir en ellos es nuestro presente y futuro.
Su reconocimiento social hay que trabajarlo, fomentarlo, incrementando su formación y cultura, con sus necesidades básicas cubiertas de manera más que digna, y un asiento rotatorio en primera fila para que lo ocupen con la cabeza bien alta en todo acontecimiento.
Duele ver que junto a lonjas de Andalucía existen bingos abiertos todo el año, complementados con innumerables salas de juego y apuestas repartidas por barrios pesqueros, con el trasiego de hombres de piel curtida a base de sol y sal, con el aliciente de la supuesta suerte -¿conocen a alguien rico de esta manera, que no sea el empresario del algoritmo?-, y la ayuda emocional basada en precios económicos de bebidas estimulantes y espirituosas.
Educación, Salud, Cultura, Economía, Medio Ambiente, Sociedad, Deportes, Sostenibilidad... son asignaturas obligadas de impartición en la Universidad de la Mar y no hay que jugársela.
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