El pensar en el comercio local, con compras de productos ecológicos certificados CAAE y de proximidad, consumo en restauración tradicional y elaboraciones en la propia naturaleza son formas de incentivar el desarrollo rural, con nuestra decisión propia de consumo responsable y sostenible.
Existe un espacio que por muy grande y voluminoso que sea, se llena de cosas inverosímiles. Pero hoy quiero reflexionar cuando vamos al mundo rural o de viaje.
Llenar el maletero en el hipermercado urbano de alimentos elaborados, hasta productos de limpieza, para que no falte de nada en nuestro día de campo, travesía o puente, es dejar en la mayoría de los casos, una gran bolsa de residuos en los contenedores de recogida selectiva, en el pueblo donde no pagamos ni el IBI rústico. Tengo las ganas de disfrutar, pero no de invertir, y así nos va, donde la conservación adecuada ni se contempla.
El colmo es que ya los nuevos vehículos no llevan ni rueda de repuesto en el maletero, más espacio frente menor seguridad en movilidad ante un pinchazo en un territorio sin cobertura o en el quinto pino.
Carguemos en nuestros pueblos y aldeas el espacio trasero del vehículo, para llenar despensas urbanas, además de respirar hondo el aire puro de la naturaleza. Así invertiremos de verdad en el mundo rural, evitando su despoblación y ayudando a su mantenimiento.