En un mundo donde cada vez las personas son más urbanas, el contacto vegetal más cercano se establece bajo el soporte maceta. El pequeño cactus junto a la pantalla del ordenador absorbente de radiaciones, la hierbabuena para aromatizar infusiones y el caldo casero del puchero o las coloridas gitanillas, clavellinas y geranios en la ventana, son ejemplos de fotosíntesis hogareñas con diferentes cuidados.
Una pareja de mirlos alimenta, cuida y ceba año tras año su progenie, en la jardinera del patio de Francisco, menudo entretenimiento durante su seguimiento en plena pandemia.
En una venta de carretera, parada obligada por su artesanía, productos locales y hospedaje, me sorprendió el sábado pasado la cantidad de gorriones que había en la entrada del establecimiento, ave asociada al ámbito urbano cada vez más escasa de ver.
Contaminación, colonias urbanas felinas, nivel de ruidos, podas en arbolado en épocas de reproducción y escasez de lugares seguros donde poder hacer sus nidos, parecen estar detrás de la tendencia decreciente de su población de este cosmopolita pájaro. ¿Desde cuándo no encuentras uno, sin plumas o volantero, en la acera? Su alimentación con palillo nos acompañó en nuestra infancia.
Una maceta hueca, apoyada por su boca ancha a una altura suficiente en una pared o poste, sin darle posibilidad a depredadores de trepar, con un agujero abierto en la base de 32 mm de diámetro, permite que críen a cubierto hasta tres veces al año, dotando de sonoridad y compañía en nuestro día a día.
Este uso, basado en la etología, la observación de la naturaleza y el ingenio, no aparece en la definición por la RAE de esta maceta, de barro cocido pero sin tierra, que sirve para cultivar las aves del futuro. Cunda el ejemplo.