El suelo es un patrimonio esencial para la vida. Vivir con el suelo es una filosofía que nos lleva a la eternidad, vivir, en cambio, de la capa superior de la corteza terrestre, el camino a la esterilidad. Cualquier reflexión sobre sostenibilidad y viabilidad operacional ha de ser real, para no hacer trampas al solitario.
"Con lo bien que estábamos y se fue al garete" no suele ser un ejemplo de éxito, sino una inviabilidad manifiesta con los días contados, ante una correcta auditoría de costes, insumos y empleo adecuado.
A medida que hemos ido cultivando agresivamente, cosechando más de lo que puede ofrecernos, hemos ido bajando el % de materia orgánica de nuestra edafología, sin barbechos y aumentando paulatinamente la necesidad de fertilizantes agroquímicos de síntesis, llegando a un punto de no retorno. Inviabilidad donde se abandona la superficie de cultivo ante una esterilidad que la naturaleza invertirá a base de decenas de años en su recuperación.
A base de seguir aportando, solo cultivos de grandes márgenes netos se permiten mantener, pero el beneficio nunca es suficiente. Siempre conviene cambiar a terrenos vírgenes donde extraer su fertilidad de siglos acumuladas, como si de minería se tratara, a cultivar dejando para generaciones futuras una tierra diferente a un desierto estéril donde nadie puede vivir.
La reflexión es una herramienta necesaria, para poder estar orgullosos de nuestro paso por la historia que se sigue escribiendo. Formar parte positivamente, esencia del ser. Cuándo los costes reales no asumen el precio de venta, la diferencia lo asumimos el resto de la sociedad. Si tras leer, te sale un "pero", recordar que solo trae mala suerte.
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