Fui jurado. Jurado de un certamen literario, que no de juicio donde se dirime la inocencia o culpabilidad de una persona, eso son palabras mayores. Me llamaron una mañana con la propuesta. Me ilusioné enseguida con la idea. Soy de las personas que coge los compromisos con entusiasmo y disciplina.
A lo largo de los años por mi profesión he leído y corregido muchos textos. También han solicitado mi opinión sobre trabajos, incluido mis hijos en sus trabajos fin de grado o máster, sin embargo, nunca había tenido la ocasión de ofrecer mis criterios en cuestión tan importante por lo enriquecedora que me resultó la tarea.
En cuanto me fueron llegando lo primeros relatos me puse manos a la obra. Leía con atención, ponía sumo interés en la corrección de los textos, pues lo que tú decides repercute en las ilusiones y sueños de otros. Das la fortuna o el desaliento. La alegría o la decepción a los y las que con tanta ilusión se embarcan en participar en certámenes o concursos, en esta ocasión literarios.
Llegaban del territorio nacional y buena parte de Latinoamérica. Como es obvio se distingue su origen hispanohablante por los términos acuñados en los textos, expresiones que a mi entender enriquecen el idioma español.
Desde la experiencia personal que tuve como jurado, diré lo importante que es comprender lo que el autor nos está contando. Yo misma espero el fallo del jurado de un concurso literario al que me presenté, en pocos días se darán a conocer los ganadores. ¡Qué ilusión, qué nervios!, por eso comprendía a los autores que llegaban a mi poder, cada uno con su riqueza, sus historias y sensibilidades distintas.
Leía, volvía a leer y corregía con sumo cuidado. En las obras literarias se valora la calidad en la composición narrativa. La riqueza del lenguaje utilizado. Su ritmo y coherencia en el desarrollo del relato, la creatividad, la gramática…
Aunar todo esto y algunas piezas más es arduo, pero felizmente muchos consiguen construir argumentos con un interesante hilo conductor que atrapa al lector/jurado, y se llevan el reconocimiento con un premio.
Para premio, el preciado y millonario Planeta que este año ha recaído en la novelista y filóloga Luz Gabás por su obra, Lejos de Luisiana. La autora es conocida también por su novela llevada al cine Palmeras en la nieve.
Y como finalista la escritora y directora de casting Cristina Campos con la novela Historias de mujeres casadas, con pinta de llevarse a una plataforma para serie de televisión. Creo yo, no me hagan mucho caso o sí, ya veremos qué pasa. Desde luego que ambas, por lo que han contado sus propias autoras, las veo muy visuales, historias para leer y ver.
Según he leído, en esta edición los argumentos de las obras presentadas han ido por la novela histórica y social, así como el empoderamiento de la mujer. En pasadas ediciones las tramas recorrían los años difíciles de la Guerra Civil y posguerra. En el Planeta han sido 846 obras las que se han repartido un jurado de primera como Pere Gimferrer, Fernando Delgado o Rosa Regás entre otros.
Es honorable ser jurado, por lo que es de obligado cumplimiento examinar, comparar y estudiar en profundidad cada obra presentada. Juzgamos el trabajo de un escritor y nuestra decisión, consensuada con el resto, puede influir en el futuro del que empieza. Animar a continuar escribiendo y seguir con su propósito sin cejar en el empeño, si es eso lo que le gusta.
Pero no es menos cierto que, si no ganan o ganamos no hay que desanimarse, pues al final son decisiones y no existen premios para todos. Leer y volver a leer desde la honestidad y la corrección más cuidadosa durante horas y horas en las tardes y en las noches. Y saben qué me animaba, imaginar la cara del ganador o ganadora cuando dijéramos su nombre. Por cierto ¿dirán el mío? En otro artículo se lo contaré.
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