Es muy curioso el uso coloquial del concepto “gente”. Según la Real Academia de la Lengua, se entiende como “pluralidad de personas”. Pero hoy en día, y sin querer entrar en ámbitos que no conozco, es detectable cómo ese término se usa de forma despectiva para referirse a los semejantes, generalmente, para mostrar aspectos negativos de su forma de pensar o actuar. Entre nosotros, a veces, surge la anécdota de alguien que se coló en la fila de la caja de ahorros, nos hizo una jugada peligrosa con su coche o cometió una falta cívica en la calle… el final suele terminar con el menosprecio a la “gente”. Con ello, se muestra la humillación hacia el otro, la insolidaridad y el individualismo: aquí somos así y nadie lo puede evitar. Es que la gente es… y hay que tener cuidado con ella.
El conocido coronavirus ha demostrado sin embargo que la “gente” es solidaria. Mi amiga Marisa ha puesto a disposición de su hermana los escasos ahorros porque tiene que cerrar durante un tiempo incierto las puertas de su bar. Chelo, otra conocida, me cuenta que ha pagado el billete de autobús de un señor que se quedaba en tierra porque no sabía que había que pagar con el bono y no en metálico. La otra mañana oía en la radio cómo un repartidor de alimentos estaba desde las cuatro de la mañana trabajando para abastecer supermercados, orgulloso de su labor para que todos podamos adquirir nuestros alimentos. Y así podríamos añadir desde estas pequeñas anécdotas, hasta todo el personal que ahora mismo está trabajando con riesgo de su vida contra el puñetero virus ese. Personas desconocidas -gente-, que no van a alcanzar más premio que la satisfacción de acostarse cada día con la conciencia de haber cumplido con su trabajo.
A veces, los medios nos dan a conocer por diversas causas, otros héroes anónimos. Descubrimos empresarios pequeños que dan horas de su vida para ganar cuatro duros. Trabajadores que echan jornadas infinitas a cambio de 600 euros -si eso- y encima están agradecidos. Gente buena. Gente muy buena.
Y frente a todos ellos, están los que se erigen en líderes de este país. Los guays. Los que dan todo por España, y viven del brillo y del esplendor. El último en sumarse a la lista es el Rey “emérito”. Uno de los usuarios del Toisón de oro. Este señor, se dedicó a ir de cacería mientras recomendaba austeridad y esfuerzo para salir de la crisis. Este señor, recibió 65 millones de euros, que no va a devolver en su vida, de forma nada clara, proveniente de una dictadura. Su tan oscuro currículum, incluso nos hace dudar si el 23 F en realidad defendió su “chiringuito” y su buena vida, y no la democracia.
Porque esa expresión de “Rey de todos los españoles” se puede proferir de dos formas: de la democrática constitucional; o pueden ser pronunciadas para marcar distancias, incluso jurídicas, con la plebe, con la gente, porque es el Rey y, por ello, inviolable. Su pasado adolescente también nos da pistas. Todavía nos cuestionamos cómo pudo salir inmune, después de verse implicado en la muerte por accidente de su hermano por un disparo. Todo parece indicar que estamos ante un jovencito muy consentido. Y claro, de aquellos barros, vienen estos lodos.
Es más. ¿Hay más cosas pendientes de enterarnos? ¿Cuándo los medios de comunicación españoles superarán esa autocensura, supuestamente democrática, con respecto a este tema? Este personaje es simplemente uno más. Uno de esos que si le preguntas qué es una fregona tiene que buscarlo en Wikipedia. La lista de estos personajillos es larga.
En situaciones como la que estamos viviendo estas semanas, uno compara. Compara lo de minusvalorar quien pretende conseguir una ayuda de 400 euros para comer porque son vividores y vagos, con esos otros patriotas que huyen de Madrid a las primeras de cambio para refugiarse en su chalet de Marbella. Compara esos que pretenden ser unos españoles muy españoles, y dar lecciones de ello, pero crean Fundaciones en paraísos fiscales para no pagar impuestos y ocultar transferencias desde Arabia Saudí; con otros sin ropa de marca, que no han sacado másteres ficticios en universidades de amiguetes, que se esfuerzan en llegar a final de mes. Y se pregunta… ¿en qué manos estamos? Vaya tropa…
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