Como golpismo se entienden determinadas prácticas políticas que tienen como finalidad derribar a un gobierno por medio de un golpe de estado, del que hay distintas formas de ejecución, unas, violentas, principalmente por medio de militares afines a la ideología de la que se trate. Otras, las hemos visto en el reciente asalto al Capitolio de los Estados Unidos de América y, otras se realizan sin aparente violencia a través de determinados grupos de poder, fabricando noticias falsas para destruir al adversario político. En esto colaboran “algunos políticos, algunos exministros y ex ministras, algunos periodistas, algunos jueces, algunos policías, algunos empresarios, algunos medios”. Son los patriotas de las cloacas. Es lo que hemos visto recientemente en España, lo que tiene un impacto demoledor sobre la democracia que sufre la alteración de un resultado obtenido democráticamente como expresión directa de la soberanía popular y se sustituye por otro, en el que, al menos, quede extirpado el elemento o elementos que se consideran distorsionadores y/o que ponen en peligro el estatus quo de ese grupo de poder o casta, dada la incorruptibilidad de la persona o personas que forman parte de ese gobierno no deseado, con la finalidad de debilitarlo o haciéndolo caer.
En esa operación golpista es fundamental la participación de ciertos “periodistas” de determinados “medios de comunicación” (ya identificados) que, a sabiendas de la burda falsedad, la distribuyen en sus canales de prensa escrita, radio y televisión, con la cobertura de que se trata de una “periodismo de investigación”, cuando la realidad es que no han salido más allá de unas comidas de coordinación, en donde se planifica el montaje, se cocina “con el rabo” la falsedad y se hace el reparto de papeles. Los audios conocidos han certficado la tropelía organizada por ese grupo mafioso “patriótico”, cuyos algunos de sus miembros ya están en prisión.
Hay que decir, en honor a la verdad, que hay periodistas que son encarcelados, torturados, amenazados o incluso asesinados sólo por informar. Hay periodistas que hacen su profesión desde la integridad y la independencia. Hay periodistas que día a día procuran la mejor y veraz información. No es el caso de esos falsos periodistas a sueldo de intereses mafiosos, políticos y económicos, que para nada respetan los principios constitucionales de libertad de expresión y de libertad de prensa, derechos que, así mismo, están amenazados por esas prácticas tramposas, sin que les importe en absoluto el daño que infringen a la salud de nuestra democracia.
A esa forma de hacer las cosas le es consustancial el silencio de otras personas que deberían poner distancia respecto de esas prácticas que sitúan al periodismo en el peor de los escenarios. Unos callan porque les interesa políticamente, aunque le vayan a calzar una hostia pronto, y otros porque son amigos del corrupto corruptor. En ambos casos, obtienen la misma pena por su complicidad. Ellos y ellas sabrán, pero la herida es profunda y el descrédito, también, porque colaboran conscientemente retorciendo la realidad poniendo a la profesión periodística en conexión directa con la fabricación de noticias falsas para luego difundirlas a modo de noticia en exclusiva mediante calumnias e injurias, “matando” a personas que no son de la cuerda política, de lo que, además, se alardea.
Golpismo y cloacas van cogidos de la mano. Negar las segundas es allanar el camino al primero. Es someter a la democracia a la mínima expresión y ni la ciudadanía y el periodismo se merecen ese trato. La mayoría nos levantamos al salir el sol y trabajamos honradamente, lo que no hace ninguna de las personas golpistas que han quedado al descubierto.
Pero sí, sí que podemos hacer algo para fortalecer la democracia, filtrarla de mafiosos, podemos desconectar los canales y medios en cuestión, no sentarse en la mesa de las amañadas tertulias. Solo así el buen periodismo prevalecerá y la democracia se fortalecerá.
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