Una gran mujer: Pepi 'Clarita'

Conocí a Pepi hace nueve años y si algo me llamó la atención de aquella dulce mujer fue cómo contrastaba la dureza de las historias que me contaba con la felicidad de esos recuerdos en su mirada

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Licenciado en Biología por la Universidad de Sevilla y Diplomado en Fotoperiodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.

Fotograma del documental 'La Marisma' de Manu Trillo, producción La Claqueta PC y Manu Trillo, estreno próximo..
Fotograma del documental 'La Marisma' de Manu Trillo, producción La Claqueta PC y Manu Trillo, estreno próximo..

Anoche nos dejó Pepi 'Clarita', uno de esos personajes anónimos, sencillos, generosos, puramente andaluces, sin los cuales no se podría entender la historia de nuestra tierra, en este caso, la de un rincón muy especial: la Marisma de Doñana, o Marisma Gallega como a ella le gustaba llamar. Con Pepi se sigue apagando el recuerdo de toda una saga de guardas, Los Clarita, de una marisma llena de vida, aquella que movilizó a toda Europa para la creación del Parque Nacional de Doñana. Cuando el fango de la Marisma estaba poblado por un paisanaje: 'descalzo y arremangao'.

Conocí a Pepi hace nueve años y si algo me llamó la atención de aquella dulce mujer, fue cómo contrastaba la dureza de las historias que me contaba, con la felicidad que estos recuerdos impregnaban en su mirada.  Esa mirada contenía toda la inmensidad de la Marisma, una mirada que inundaba de luz la penumbrosa estancia en la que la entrevistaba. Las dotes narrativas de Pepi eran excepcionales, aún me veo volviendo en coche a Sevilla tras aquella primera entrevista desde su casa de Villamanrique con una enorme sonrisa. Sentada en su pequeña mesa de camilla, Pepi me había hecho viajar por mil y una historias y me sentía enormemente lleno de vida, de una vida auténtica, genuina, una vida en la que convivíamos con la naturaleza. Y hambre, salí de allí con mucha hambre... "A mí los animales de cuatro patas no me gustan, pero ahora los pájaros... es que son mi perdición", una tras otra iba dándome las recetas de las comidas que hacían en la marisma, un lugar donde todo abundaba gracias al buen hacer de sus habitantes. Escribiendo estas líneas, junto al café enfriándose y un triste pan de molde con mantequilla, se me cae la baba solo de pensar en aquella olla de barro con manteca colorá hecha con la grasa de ánsar y sus lomos. "Eso era nuestro desayuno y estaba de rico... Quisiera yo que lo hubieras probado", sentenciaba tras cada receta.

Pepi fue madre de seis hijos: Pedro Luis, Salomé, José Antonio, Eva María, Rogelio y Samuel. En aquella veta, pequeño promontorio de la marisma que quedaba como una isla en épocas de lluvia, en el Palacio de las Nuevas, conocieron todas las mujeres a sus maridos. Allá conoció al amor de su vida, un pastor que merodeaba la zona: Pepe el Torero. El aislamiento de las mujeres era total, y cada una tenía su función en aquel micromundo. A Pepi, al estar enferma gran parte de su niñez, se le asignó el cuidado de sus hermanos pequeños: José Luis, Julio, Plácido y M. del Pilar. Hermanos que hoy volverán a sentirse huérfanos de madre.

Pepe el Torero, su compañero de vida, estuvo pegado a su silla inseparablemente, como si quisiera compensar las largas ausencias que conllevó su trabajo de vaquero en la Marisma. "Mi mujer, aunque esté mal que yo lo diga, es 'guapisísima'” me decía con el brillo en los ojos del que aún está enamorado y a mí me daba un 'repeluco' por todo el cuerpo. Quien ha cuidado a alguien que empieza a demenciarse, sabe lo duro física y psicológicamente que es, pues Pepe, con una paciencia infinita, se mantuvo a su lado con un amor y cariño que nunca antes había visto.

"Yo prefiero un caballo más que un coche... Un coche no lo quiero ni... Y por desgracia o por suerte hoy en día vamos todos en coche". Pepi llevaba tiempo que no podía caminar y salía poco, vivía en el recuerdo de aquella Marisma que la dejó marcada y no entendía, ni conocía y creo que ni quería conocer, los derroteros que estaba teniendo nuestra sociedad. Se negaba a volver a Doñana, sus ojos se llenaban de lágrimas cuando le preguntaba sobre el estado actual de la Marisma. Acostumbrada a vivir con lo mínimo y atesorar lo importante, escucharla era un ejercicio de honestidad y humildad. "Hoy el problema que le veo al mundo es no tener dinero, porque hay de todo, hay fruta, hay comida, hay ropa, hay zapatos... De todo lo que tú quieras, tú tienes dinero, vas a un sitio, te quitas la ropa, la tiras al cubo de la basura y sales vestido, pero yo prefiero la vida de antes a la de ahora, teniendo de todo". Muchos de nosotros nos tendremos que enfrentar a la muerte para entender estas sabias palabras, para darnos cuenta de que 'todo' no era nada; algunos, los más listos como Pepi, dejarán un enorme vacío cuando se vayan, pues habrán dedicado su vida a lo importante. Buen viaje, Pepi.

Este lunes 26 de agosto a las 21:00 horas tendrá lugar la misa de responso y posterior cremación en el Tanatorio de Almonte.

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