Hago una brevísima introducción histórica, busco orígenes de la gravísima situación a la que hemos llegado, en nuestro país. La mala gestión, el derroche, la malversación... Resumiendo el vivir en una nube política endeudada por encima de las posibilidades y desde hace tiempo ya, es resultado actual.
El pueblo, la plebe se asfixia. Los tributos, tasas y demás cargas fiscales, han sido medidas económicas y políticas tomadas por las administraciones a lo largo de los tiempos. El Derecho Romano y concretamente, la legislación justinianea tuvieron adaptación y el desenvolvimiento durante la nueva civilización moderna.
Nuestras leyes se fundamentan en gran medida aún hoy en día en el Derecho Romano. Roma al igual que todo Estado necesitó fuentes de ingresos que permitieran financiar las actividades, primero bajo la República, y después bajo el Principado. Para ello estableció una serie de impuestos que gravaban tanto a las personas (lo que hoy llamamos impuestos directos) como a las actividades (los que llamamos impuestos indirectos). El descontento de la plebe se hacía palpable como ocurre actualmente.
Al llegar Diocleciano la legislación se modificó y se fueron introduciendo funcionarios públicos, se tomaron medidas serias, que se denunciaron ante la justicia, se hicieron públicos los porcentajes que el publicano debía pagar, en muchos casos el triple de lo que había percibido. Evidentemente tenemos diferencias: no hay esclavos ni somos un Estado ni militarizado ni imperialista.
Tras este paréntesis breve de análisis a través de la historia llegando a la fuente de nuestra base jurídica, observo y busco como persona de la plebe ya mayor los principios morales y una base justa y coherente. Me aproximo, pero solo encuentro la luz en la verdad que tangiblemente leo en la palabra de Dios. Según el calendario cristiano, en breve muchas personas creyentes del planeta celebraran la Semana Santa. Otra parte del mundo cristiano entre las que me incluyo, celebraremos la resurrección de Cristo.
Al mirar las fotos de los carteles por la ciudad en la que se anuncian los programas de las procesiones de pasos de las diferentes cofradías, se aviva mi imaginación, y me transportan a la época de Jesús. Veo algunas escenas de la pasión de Cristo, y observo la figura de los soldados romanos. Mi mente preocupada y confusa por los acontecimientos en esta batalla económica de opresión en la que casi todos estamos inmersos, y en especial sufridas por los más vulnerables busca respuestas de comportamiento.
En aquella época, los judíos pagaban impuestos tanto locales (al templo judío) como al gobierno pagano en Roma. Mateo registra dos instancias diferentes en las que se describen la perspectiva de Jesús en cuanto al pago de impuestos. En la época de Jesús, los judíos pagaban impuestos tanto locales (al templo judío) como al gobierno pagano en Roma. Mateo registra dos instancias diferentes en las que describen la perspectiva de Jesús en cuanto al pago de impuestos.
En referencia al impuesto romano, encontramos en el Evangelio de Mateo “22:15,2 como los herodianos le increpan “¿Es lícito pagar impuesto al César, o no?” Jesús conoce la malicia de sus corazones y les responde con una pregunta cortante: “¿Por qué me ponéis a prueba, hipócritas? Mostradme la moneda que se usa para pagar ese impuesto”. Cuando ellos le traen un denario, Él les pregunta: “¿De quién es esta imagen y esta inscripción?” Y ellos le dijeron: “Del César”. Jesús termina la conversación diciendo, “Pues dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”
En concreto, Jesús está diciendo que no necesariamente tenemos que negarnos a pagar impuestos como cuestión de principio. “Cuando sea posible”. En lo posible, debemos vivir “en paz con todos” mientras que también vivimos como una luz que brilla en la oscuridad “Mateo 15.13, 16;”- Filipenses 1:2,15”. Desde el punto de vista del creyente cristiano, tener un empleo y negarse a pagar los impuestos de forma que le traiga deshonra al reino de Dios, no sería ni pacífico ni simpático. Esto tiene aplicaciones directas en el trabajo.
Los lugares de trabajo están sujetos a ciertas leyes y poderes gubernamentales aparte de los impuestos. Pero algunos gobiernos tienen leyes y prácticas que pueden estar contra los propósitos y la ética cristiana, como ocurría en Roma en el primer siglo. Los gobiernos o sus empleados pueden exigir sobornos, imponer normas y regulaciones poco éticas, someter a las personas al sufrimiento y la injusticia y usar los impuestos con propósitos contrarios a la voluntad de Dios. Como con los impuestos.
Yo solo quiero que sepáis pequeños comerciantes, autónomos, trabajadores empleados y pensionistas —entre los cuales me incluyo—, desempleados que hay y que habrá, que todos tendremos que sufrir las pérdidas y consecuencias de un Gobierno que se excusa en la guerra, que no gobierna para todos y que no mira los daños que hace a través de los impuestos, están arruinando a muchos sectores del país, es decir a toda una cadena de familias que parte del nivel descendente de la clase política dos, hacia abajo, hasta los más vulnerables. El Gobierno está muy endeudado, quiere que lo sostengamos, que saldemos una deuda con un ahogamiento en un imposible.
Ya no tiene escapatoria y no puede ni debe agarrarse a la guerra es inmoral. Jesús no demanda que opongamos resistencia a absolutamente todos estos abusos. Somos como espías o guerrillas en territorio enemigo y no podemos quedarnos atascados luchando contra el reino enemigo en todos sus fuertes. En cambio, debemos actuar.