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El hombre que nunca hablaba mal de nadie

Creo que va en la naturaleza humana y que nos resulta inalcanzable no mencionar alguna frase jocosa contra otra persona alguna vez

25 de abril de 2025 a las 13:38h
Un hombre baja hacia la playa de La Fontanilla en Conil.
Un hombre baja hacia la playa de La Fontanilla en Conil. MANU GARCÍA

Una vez conocí a un tipo que nunca hablaba mal de nadie. Fue en Tenerife, hace un buen puñado de años. Por aquella época, yo vivía en el sur de la isla con unos cuantos amigos. Realmente, nos habíamos ido allí para trabajar durante el verano en los hoteles de la zona, pero sólo uno de nosotros consiguió empleo como socorrista, así que los demás pasábamos el día tocando música en la calle para comprar cervezas, pasta y arroz. Fue en una de estas jornadas donde conocimos al hombre que nunca hablaba mal de nadie. Yo tocaba la guitarra (muy mal) en el paseo marítimo y él solía hacerlo (muy bien) en las terrazas donde almorzaban los turistas.

Nos hicimos colegas y siempre charlábamos un rato cada vez que nos cruzábamos. No recuerdo su nombre, pero sí me acuerdo de que era asturiano y de que había ido a la isla a empezar de cero después de tener algunos problemas con las drogas. En una de esas conversaciones nos dijo que él nunca hablaba mal de nadie. A mí me pareció extraño y no le creí, así que desde ese momento yo lo escuchaba con curiosidad cada vez que nos reuníamos y comenzaba a contarnos alguna historia. Al cabo de unos días me di cuenta de que decía la verdad. Nunca criticaba a nadie, incluso en las conversaciones más controvertidas mantenía su palabra. Una vez nos contó que había tenido un negocio y que había acabado fatal con su socio, pero no vertió una sola mala palabra sobre esa persona. A mí esa actitud bondadosa me sorprendió. ¿De verdad existía alguien a quien jamás se le escapaba un comentario malicioso?

Creo que es muy difícil, casi imposible, no criticar a alguien de vez en cuando. Creo que va en la naturaleza humana y que nos resulta inalcanzable no mencionar alguna frase jocosa contra otra persona alguna vez. Pero la actitud de aquel músico callejero me hizo plantearme algo: ¿Cómo sería el mundo si todos respetásemos de esa manera a los demás? ¿Conseguiríamos algún cambio en la sociedad si nunca realizáramos comentarios hirientes contra otras personas? Supongo que es difícil mantener esa actitud intachable, pero pienso que hay algo verdaderamente hermoso en esa idea de no herir a nadie, aun cuando el enemigo ni siquiera puede escuchar el silbido de las balas que lo están atravesando.  

No sé qué pasaría con aquel hombre que conocí en el sur de Tenerife. No sé si continuará allí, si encontró la felicidad en algún otro lugar, ni siquiera puedo asegurar que continúe con vida. La última vez que lo vi estaba cantando una canción de M-Clan delante de algunos turistas. Nos guiñó el ojo a modo de saludo, mis amigos y yo le devolvimos el gesto y cada uno siguió a lo suyo. No sé qué habrá sido de él, pero a menudo lo recuerdo y trato de aplicarme la lección que me enseñó aquel tipo que nunca hablaba mal de nadie.  

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