Un hombre de palabras

¿Por qué el Gobierno se sorprende de que la gente no esté de acuerdo con lo que ellos tampoco veían con buenos ojos hace un par de telediarios?​​​​​​​

Funcionarios de Justicia contra la amnistía, este pasado martes en Sevilla.
Funcionarios de Justicia contra la amnistía, este pasado martes en Sevilla. MAURI BUHIGAS

Son días de descontento, de fricción, de temblor, de desencanto y de agitación mesurada.

La situación ha tenido giros de guión que ni el mejor director de cine habría dado por verosímiles. La vida sabe superar a la ficción. Quienes tienen más tendencia a manifestarse critican que se manifiesten quienes no acostumbran a hacerlo; los políticos que cosieron siglas de revolución en sus banderas tildan de insana para la convivencia la rebeldía de los disidentes. Los policías, como perros orwellianos al mando de los cerdos, cumplen con sus deberes represores; al mando de quienes los ridiculizaban y desprestigiaban hace un tiempo; conteniendo a los que encomiaban su trabajo en favor de la unidad de la nación y en pro de la justicia.

¿Por qué se ha vuelto peliagudo decir que todos los ciudadanos deben tener los mismos derechos, las mismas obligaciones y sufrir castigos penales iguales ante delitos iguales? ¿Por qué el Gobierno se sorprende de que la gente no esté de acuerdo con lo que ellos tampoco veían con buenos ojos hace un par de telediarios? Las hemerotecas juegan a favor de la memoria, en contra de la demagogia - afortunadamente. Es fácil comprobar que quienes mandan usan la máscara del verbo para lustrar la bazofia ideológica que nos venden como progreso, concordia y justicia social. Las palabras bellas pueden ir engarzadas en lo detestable, pero esto no ennoblece los hechos. Tristemente, no nos representa un hombre de palabra, sino un hombre de palabras, que no es lo mismo.

¿Es progresista la impunidad del delincuente? ¿Es moderado y conciliador tratar de manera diferente a una región y a otra? No sé si el sudor obrero merece más o menos atención en función de si es de unos hermanos u otros. ¿Es justicia social poner en jaque la separación de poderes, tan básica para la democracia?

Pregunto sabiendo de antemano la respuesta. Pregunto apoyando a los jueces y fiscales, esperando que el mañana ocurra en los territorios del hoy, queriendo que no se olvide con humos impuestos los incendios de discordia en los que nos han querido hacer arder.

Me gustaría admirar a quien opina diferente a mí, pero me es imposible con quienes consideran vitales hoy los nunca del ayer. No es cambiar de opinión, es mentir, le pongan cuantos adornos le pongan.  Estoy del bando de los que señalan como rebeldes, que, a diferencia de los que van a salir beneficiados, no son revolucionarios - no están llamando a la violencia-, sino que se reúnen para reclamar que se vuelva a lo que se les prometió hace décadas, a lo que se grabó en la paz de la tinta de la Constitución.

Quizás sea un radical, no sé, yo solo opino que se debe respetar lo que votó el pueblo, al contrario que esto que nos quieren hacer tragar. ¿A quién le han preguntado? ¿Acaso es un asunto baladí? El poder parece tener un precio caro, pero asumible: pactar con los herederos del hacha y la serpiente, perdonar golpes de Estado y favorecer que nuestro país se resquebraje, territorialmente e ideológicamente (aún más si cabe). Es decir, añadir, sumar, más problemas a los que ya hay.

¿Son pocos problemas el encarecimiento de lo básico para vivir y poder llegar a fin de mes, la natalidad (quizás por la dificultad de los padres para conciliar su vida laboral y familiar), el paro, la vivienda, el transporte, la seguridad y la mejora de los sistemas sanitario y educativo? Si el Ejecutivo ignora los problemas de la gente, ¿hay democracia real? Porque se supone que es el pueblo el soberano, ¿quién gobernaría sin mirar por sus propios intereses?

Parece que la fractura de la convivencia, la violación de la unidad, la discordia incendiaria y el lavado de cara de los delincuentes (y algún criminal) son lo que el Gran Hermano, imperator noster, exige a cambio de impedir la llegada los bárbaros de Kavafis. Aquí algunos de sus ejemplificadores versos:

"-¿Por qué nuestro emperador madrugó tanto
 y en su trono, a la puerta mayor de la ciudad,
 está sentado, solemne y ciñendo su corona?
 Porque hoy llegarán los bárbaros"

Quiera la suerte que lo justo encuentre camino entre las grietas del caos. Si no lo hacen la suerte ni el azar, que lo haga el pueblo, que lo una la indignación y los dispares se abracen por lo que los une, que es más que los separa. Que nos juzgue el futuro favorablemente, porque juzgarnos, nos juzgará.

Si has llegado hasta aquí y te gusta nuestro trabajo, apoya lavozdelsur.es, periodismo libre, independiente y en andaluz.

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Lo más leído