Ideologías aparte

Estamos en un momento en que pocos son los políticos capaces de mantener las formas; pocos están a la altura del cargo que ostentan

Filólogo, autor de varios libros de poesía

Santiago Abascal, en un acto de Vox este martes en Sevilla.

No puedo más, de verdad. No puedo soportar el panorama político que me ha tocado vivir. Hace poco dijo Santiago Abascal, refiriéndose al Gobierno, que "no dé un paso más porque nos van a tener enfrente físicamente si es necesario". Para colmo, hace poco veía en una noticia que el grupo parlamentario de Vox se había puesto, en el Congreso, a proferir insultos racistas a uno de los diputados de Sumar. A grito pelado. Demencial, como lo anterior, pero con un añadido: también repugnante. Me recuerda esto, por cierto, a lo de Vinicius. Para que luego digan que no, que es mentira eso de que los políticos son reflejo –de parte, en este caso– del pueblo. Bueno, en su variedad 'despendolada': ebria de dinero y poder. Un cóctel explosivo. 

Y, de verdad, no pretendo pecar –y, en este caso, no es lugar común esta palabra– de equidistante; pero me llevo las manos a la cabeza también, cuando veo a nuestro ministro de Transportes utilizar la plantilla de SOS Desaparecidos para hacer una chanza en Twitter en torno a Dolors Monserrat. Por mencionar la última de nuestro ministro, del que podría decir muchas otras, igual que de los anteriores –y, oh, sorpresa: de casi todos–. Porque estamos en un momento en que pocos son los políticos capaces de mantener las formas. Pocos a la altura del cargo que ostentan. Y esto sucede desde hace ya demasiado tiempo; lo vemos a diario. Ahora tenemos a Abascal diciéndole al PSOE que "nos va a tener enfrente físicamente si es necesario". Y no me extraña el uso del adverbio: la violencia verbal, a la que por desgracia nos hemos acostumbrado, es el primer paso para llegar a la violencia física. Y me gustaría decir que dudo mucho que se traspase esa frontera, pero me viene a la cabeza Ortega Smith empuñando un fajo de folios –como si de un acero toledano se tratase– para lanzar una estocada a la botella de agua de un diputado de Más Madrid. Y se me viene también a la memoria aquel concejal que le palmeó la cara a Martínez-Almeida, en un gesto chulesco, de patio de instituto. Ambos hechos, por cierto, sucedidos en el pleno del Ayuntamiento de Madrid. Bochornoso.

Tanta lucha por la democracia para acabar con estos politicastros sedientos de poder soltando todo tipo de improperios, al tiempo que enardecen a las masas, que, por supuesto, encuentran justificación para todos sus excesos. Hace poco, de hecho, alguien a quien admiro pese a estar en mis antípodas –cosa rara hoy, ¿verdad?–, Jaime Bayly, decía en un vídeo de su canal de YouTube que una mujer le había parado por la calle para, educadamente, reprenderle por sus críticas a Milei. Jaime le respondió en persona y también en el vídeo: "Si yo lo critico es porque es mi contribución. Lo mejor que puedo hacer, si veo que Milei desbarra, es decirlo". Y pienso en que ojalá todos tuviésemos esa actitud vigilante, con la capacidad de raciocinio intacta para poder decirles a los nuestros: "Por ahí no. Te equivocas". Ojalá. Ideologías aparte.