Hoy, cuando se cumple un año de la masacre en directo, el estado de Israel sigue desarrollando nuevas, ingeniosas y despiadadas formas de matar, en una mezcla de inteligencia artificial y la crueldad más rudimentaria, mientras el pueblo palestino sigue muriendo con la muerte de siempre, atónita y atroz.
Hay mucho de inmoral en aplicar respuestas y actitudes diferentes e incluso contradictorias a situaciones similares que se están produciendo simultáneamente y, digamos, en paralelo. Distintas respuestas, actitudes y medidas prácticas internacionales, según hablemos de Ucrania y Palestina.
Hay una responsabilidad evidente de los medios de comunicación en la normalización del doble rasero, por no hablar de la antología del disparate perpetrada por programas como Cuarto Milenio y sus Paranormales.
Ya ni me sorprende que un corresponsal asiduo en un programa de la Sexta dictamine, con un marcado acento argentino y uniforme de las fuerzas armadas de Israel, que lo que están haciendo en Gaza y Cisjordania, que la ocupación del territorio Palestino, la ocupación a fuego del Líbano, los bombardeos a los hutíes de Yemen, los asesinatos tecnológicos masivos, son para defender no se sabe qué derecho a ocupar lo que no es suyo.
No, a Israel no le asiste el derecho a defenderse de la población palestina. Hay una conclusión, generalmente admitida, según la cual todo país tiene derecho a defender sus fronteras a la invasión de otro estado. Pero este no es el caso porque ningún estado ha invadido su territorio. Al contrario, son ellos quienes llevan toda su existencia invadiendo y sojuzgando todo a su alrededor. ¿Cuáles son las fronteras del estado de Israel? Nadie nos aclara si nos estamos refiriendo a las establecidas 1947, las de 1967, las del 2000 o las actuales. Las Instituciones Internacionales no terminan de aclararnos este pormenor, que está generando matanzas al por mayor. A ver si resulta que en una de estas se legalizó para Israel el derecho de conquista y ocupación y no nos habíamos dado cuenta.
Desde su creación, Israel es una bomba de relojería que cada cierto tiempo arremete contra todo lo que se oponga a sus designios coloniales y prepotentes de expansión. Bien aprendió de los Estados Unidos de América, su maestro en creación de guerras y principal valedor en las instituciones internacionales, a medrar y dejar tierra quemada.
Por el contrario, deberíamos suponer que, al pueblo palestino, como pueblo ocupado y colonizado, sí que le asiste el derecho a defenderse. Pero quien definió las fronteras de Israel se olvidó conscientemente de que en aquellas tierras habitaba gente y, por lo tanto, de garantizar el derecho de esa gente a defenderse.
Israel está llevando a cabo la destrucción masiva y sistemática de vidas y bienes en Gaza, con tal violencia y atrocidad que avergüenza a la humanidad. En cualquier otro caso similar habría habido un llamamiento internacional al boicot, desinversión y sanciones al estado agresor o como mínimo un embargo de armas. No lo ha habido y mientras tanto los niños de palestina mueren a manojitos bajo las bombas de Israel. El pueblo palestino va cayendo como caen los granos de un reloj de arena en el desierto.
Me niego a llamar guerra a lo que está ocurriendo porque no es guerra cuando solo hay un ejército contra la población civil. Pero aun así, hasta en las guerras hay un mínimo de derecho internacional humanitario que protege a la población civil de los actos de barbarie. En este caso, la humanidad no cuenta o no se tiene en cuenta, que viene a ser lo mismo.
Me niego a aceptar el soniquete de que Israel es la única democracia consolidada de Oriente Medio. Visto lo visto, me niego a asumir que el Estado de Israel sea una democracia.
Pero hay otra divergencia moral y es la que tiene que ver con la diferencia entre las reacciones de los pueblos del mundo ante la masacre y la anodina actitud de las Instituciones Internacionales que, por conveniencia o impotencia, dejaron crecer el monstruo sionista mientras dejaban morir las alternativas de la izquierda árabe laica.
Por el contrario, entre los pueblos del mundo, cientos de miles, millones de personas en todos los países del mundo, en los pueblos más pequeños, en las grandes ciudades, un día y otro, de mil maneras, extienden un abrazo de solidaridad con la causa palestina y reclaman poner fin a esta barbarie.
La solidaridad de los pueblos choca una vez y otra con las potencias y las prepotencias, las geoestrategias, los intereses contables y los dividendos y, en fin, las armas de los poderosos.
Estremece pensar que las armas de Destrucción Mutua Asegurada -MAD, esa locura de siglas en el idioma del imperio- se conviertan en la única alternativa de equilibrio entre potencias y que lo que está pasando en Oriente Medio sea solo un anticipo del futuro y que la forma en que se gobernará el mundo que habitamos será la ley del más fuerte.
Por eso cuando defendemos al pueblo palestino estamos defendiendo nuestro propio futuro como pueblos del mundo.
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