El mismo domingo por la mañana un amigo me dijo de hacer una porra, él predijo con éxito uno de cinco, el PSOE con 30, y yo predije dos, Vox con 14 y Adelante con 2. Ninguno fue capaz de vislumbrar la mayoría absoluta del PP, pero porque hasta ahora era impensable que alrededor de 200.000 votos del PSOE fueran directamente para Juanma Moreno. A pesar de todo, son muy pocos los que se preguntan por qué, y menos aún son los que dan explicaciones. Quienes hablan ofrecen poco más que excusas baratas, como que la movilización no ha sido suficiente, lo que es casi un insulto. Nadie parece querer asumir el análisis de la derrota más aplastante que ha vivido el PSOE de Andalucía en toda su historia.
Ya eran muchos los que avisaban de que escudarse eternamente en el miedo a que entrase la ultraderecha en el Gobierno podía pasar una factura muy cara. Efectivamente, del amplio espectro de la izquierda, los más moderados han recogido cable, y ante la imposibilidad de que ganase el PSOE han prestado su voto para que el PP goce de la mayoría necesaria como para no necesitar a Olona. Así que, en cierto modo, hemos acabado haciéndole campaña al PP. Lo realmente dañino es que esto pueda servir de ejemplo de cara a futuras elecciones, ya que parece haber sido muy eficaz.
Hay quien pone en duda la idoneidad de Juan Espadas, pero tampoco creo que la culpa sea exclusivamente del candidato. Pienso que esto mismo le podría haberle pasado a cualquier otro, aunque también es cierto que si se hubiese elegido a otra persona con mayor carisma y popularidad el resultado hubiera sido más leve. Se suele poner de excusa que en un año no hemos podido darlo a conocer, pero esto cae por su propio peso viendo el resultado de Sevilla capital, dónde es imposible que no conocieran a su alcalde. Ya allí su popularidad no era especialmente alta, ya que se le culpa de una gentrificación del centro en favor de los pisos turísticos y los hoteles de lujo o de talas injustificadas de árboles. Estas cuestiones y detalles no se tuvieron en cuenta a la hora de proponer un candidato a nivel interno contra Susana Diaz.
Visto el resultado, parece que se confirma que nos encontramos en una lenta transición de vuelta al bipartidismo. Por una razón u otra, la mayoría de los votos van a parar a los dos grandes partidos, la izquierda alternativa vuelve a una representación residual y la única nota discordante, que sería Vox, tras no alcanzar su objetivo se irá desinflando lentamente. Hay quien habla también de un cambio de ciclo político, que no comentaré hasta que vea que efectivamente hemos perdido las generales, pero lo que sí es cierto es que esto pone a las locales en un serio aprieto del que por miedo nadie parece decir nada.
En el día de después, al que algunos ya han bautizado como la jornada de depresión, hay quien todavía parece mantener el optimismo de la campaña para todos los comicios venideros de aquí a cuatro años. Si bien podría pensarse que esta moral alta es positiva, realmente es un cáncer para el partido, ya que nos condena a repetir las mismas formulas conducentes al fracaso una y otra vez hasta que nos paremos a observar, analizar y reflexionar. ¿Cuántas veces tenemos que perder hasta dejar de cometer los mismos fallos?