El 3 de diciembre de hace un año fallecía en su domicilio madrileño quien fuera alcalde de Jerez, procurador en Cortes franquistas, miembro del Consejo Nacional del Movimiento, Consejero del Reino y senador por designación Real, Miguel Primo de Rivera y Urquijo (1934-2018). Su vida y su currículum le supusieron estar en las instituciones del último periodo del franquismo, ocupar puestos claves para la reforma política posterior hacia la democracia, y estar implicado en las gestiones para la aprobación de la Constitución del 78.
La reciente edición del estudio sobre su biografía política que, bajo el título Del franquismo a la reforma ha realizado el doctor en Historia Manuel Ruiz Romero (editado por Tierra de Nadie), ha puesto de manifiesto la necesidad de abordar aquellos difíciles años con la mayor rigurosidad posible, y con la necesidad de valorar los gestos individuales en los ámbitos municipales, que también hicieron posible nuestra particular Transición democrática. Más allá del protagonismo de las primeras figuras de Estado, cuyos nombres están en la mente de todos, resulta obligado conocer en qué medida las élites locales —en este caso jerezanas— entendieron, y apoyaron o no las reformas hacia un sistema político constitucional, lideradas “desde Madrid”.
La obra citada, que he tenido el placer de leer desde su primer borrador, representa un oportuno trabajo de recuperación de un personaje que, como el autor descubre en su libro, se puso a disposición del futuro Rey Juan Carlos I, momentos después de ser nombrado sucesor por Franco. El peso de su apellido sin duda le marcó políticamente. Todos conocemos la trayectoria antidemocrática de algunos de sus antepasados. Es más, Manuel Ruiz analiza cómo su linaje le ayuda para ostentar cargos políticos en estos años, como la Alcaldía con tan solo treinta años de edad. Desde ahí desempeñó una labor con luces y sombras, como toda tarea humana. Pero también es cierto que su pronta complicidad con el hoy monarca emérito le colocó próximo a la clase política nacida del seno del franquismo, y que a finales del mismo evoluciona hacia una posición muy arriesgada en esos años: la del reformismo democrático, la que desde la legalidad de la dictadura pretende cambiar muchas cosas.
Algunos pueden pensar que esa transformación fue pura decisión estratégica para continuar en el poder y por ello “se hizo demócrata”. Además, como tiene el marchamo de su familia y ese currículum franquista, ya es imposible e increíble esa evolución. Otros pueden concluir que fue un cambio ideológico basado en la reflexión profunda acerca de la transformación social, económica y cultural que se vivía en la España de esos años del tardofranquismo. Manuel Ruiz aporta muchísima información y argumentos sobre este tema. Es obvio que para opinar de forma rigurosa hay que manejar todos los datos. Hay que leer el libro para sacar nuestras propias conclusiones. Como jerezanos interesados en el presente y en el cómo se ha llegado hasta aquí, es imprescindible.
Ruiz Romero nos enseña que Miguel Primo de Rivera y Urquijo pudo haber seguido en la política ya avanzada la democracia, pero supo retirarse a tiempo y eso es un arte en la vida: saber llegar, estar e irse. También afloran gestos, imágenes, mensajes, actitudes, o malentendidos por el régimen, como la recepción a los Beatles durante su visita a Madrid. Es de imaginar que recibió por ello desaires desde aquellos sectores que se amarraban a lo atado y bien atado. Así lo demuestra esta lectura.
Si abrimos las páginas del texto descubrimos que el franquismo y las biografías de sus élites se pueden estudiar con rigurosidad. Con argumentos y métodos científicos como demanda la Historia como ciencia. En definitiva, este acertado trabajo era una necesidad para nuestra Historia más reciente de Jerez.