A una semana de la llamada a la Emergencia Feminista del pasado 20S contra la violencia de género y con numerosas convocatorias a lo largo de todo el territorio nacional, la Noche Violeta no pretendía ser una cita más de la lucha contra la violencia machista. Ya lo decía la representante de la Marea Violeta de Jerez al comienzo del manifiesto que se leyó para concluir la manifestación… “El estado de Emergencia se decreta en casos de perturbación de la paz de un Estado, como consecuencia de graves circunstancias que afectan o impiden la vida normal de una comunidad”. Pues esto es lo que nos está pasando a las mujeres, la violencia machista nos impide la vida normal en nuestra sociedad.
Sólo una mirada a la terrible estadística sobre violencia machista, la cual no deja de crecer, nos muestra como en lo que va año 44 mujeres han sido asesinadas a manos de sus parejas o exparejas, más de 1.000 desde que en el año 2004 se aprobase la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género. Y sin olvidar el abrumador repunte de la de violencia sexual, ya que sólo en los meses de julio y agosto los delitos sexuales en España han crecido un 50%. ¿Y luego nos llaman exageradas? Esta realidad es simplemente intolerable.
Y es esta cruda e intolerable realidad la que lleva a declarar la Emergencia Feminista. Porque ya lo deja claro el diccionario de la RAE que define «genocidio» como el exterminio o eliminación sistemática de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, política o nacionalidad. Afinando aún más, en su en su última edición al incluir, gracias a la lucha de las feministas latinoamericanas encabezada por la mexicana Marcela Lagarde, la definición de «feminicidio» como el asesinato de una mujer a manos de un hombre por machismo o misoginia. Y como ya lo definió, Diana Russell, la impulsora inicial del término, es el asesinato de mujeres por hombres motivados por el odio, desprecio, placer o sentido de posesión hacia las mujeres. En definitiva, es el asesinato de las mujeres por razones de género, es decir, el feminicidio es un crimen de odio, entendido como el asesinato de una mujer por el hecho de ser mujer. Y aunque creo que está muy claro, quizás sea necesario decirlo más alto… “Señores y señoras, disculpen las molestias, pero a las mujeres nos están matando”.
Ante esta situación, creo que ya es hora de luchar decididamente contra esta lacra que se ceba con nosotras las mujeres, como es la violencia de género. Por ello y pudiendo comprobar durante toda esta semana la multitudinaria respuesta de la ciudadanía a la convocatoria de la Noche Violeta, donde hemos visto como a lo largo de todo el territorio español, más de 250 ciudades tiñeron su noche de luces violeta, sumándose incluso capitales como París y Lisboa, además de algunas ciudades en Argentina y Colombia, para luchar contra la violencia de género, no puedo evitar tener sentimientos encontrados llenos de luces y lágrimas.
Por un lado, luces de agradecimiento a Marea Violeta de Jerez, por su esfuerzo, trabajo y entrega convirtiéndose en el motor violeta de la lucha y reivindicaciones de las mujeres de nuestra ciudad. Pero por otro, lágrimas de tristeza y decepción por la respuesta de los jerezanos y jerezanas ante la llamada a la convocatoria. ¿Acaso el motivo no lo merecía? La seguridad, la libertad y la vida de las mujeres, ¿no merecían el esfuerzo? En mi opinión, rotundamente sí. El pasado viernes 20 de septiembre, Jerez debió ser un haz de luz violeta donde mujeres y hombres mostrásemos masivamente nuestro rechazo a la violencia de género. Pero no, no fue así. Faltó gente, mucha gente y eché de menos aún más gente. Por ello la Noche Violeta fue una noche de luces y lágrimas… de lágrimas violetas