Amazon no es la solución para la Bahía de Cádiz

Mientras las autoridades asumen nuevos episodios de desindustrialización en la provincia con más paro de España, celebran la llegada de Amazon a El Puerto, un gigante bajo la lupa por su fiscalidad y sus prácticas laborales abusivas

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Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Fundador y Director General de ComunicaSur Media, empresa editora de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero'.

Protestas contra los cierres en industrias aeronáuticas de la Bahía de Cádiz, en una imagen del pasado año con empleados de Alestis Aerospace.
Protestas contra los cierres en industrias aeronáuticas de la Bahía de Cádiz, en una imagen del pasado año con empleados de Alestis Aerospace. MANU GARCÍA

No he visto Nomadland, por lo que aún tendré que esperar un poco más para ver cómo mi adorada Frances McDormand pone carne y hueso en la gran pantalla a una de las protagonistas reales de País nómada (Capitán Swing, 2021). El ensayo de la periodista estadounidense Jessica Bruder traza un agridulce —más abajo me explico– relato que, bajo el subtítulo Supervivientes del siglo XXI, está compuesto por gente que se mueve buscándose la vida de un lado a otro del inmenso territorio norteamericano con sus autocaravanas.

Personas en su gran mayoría en edad de gozar de una apacible jubilación sustentada por una buena pensión, en edad de traer y llevar a los nietos, de ir a pilates y clases de macramé o de colaborar con ONG. Personas, en cambio, que van de empleo precario en empleo precario, trabajando a destajo por temporadas, dejando atrás las raíces que un día les anclaron a una vivienda estable y que ahora han sustituido por un hogar sobre ruedas capaz de posarse en paisajes increíbles de antiguas zonas fabriles en declive como Empire o Fernley.

Calificaba de agridulce el ensayo de Bruder porque en el fondo refleja a un buen puñado de personas que no desean lujos materiales convencionales ni tienen grandes aspiraciones, que son tan soñadoras como Linda —que ansía una nave terrestre, una casa ambiental autosuficiente, una vivienda solar pasiva construida con materiales de desecho—, capaces de sobreponerse y escapar del mismo sistema feroz e inclemente que les hundió en la miseria y la precariedad de un lado a otro. 

Pero más allá de las piruetas personales de cada  rostro nómada que pulula por las páginas del libro, una de las descripciones más impresionantes que hace el trabajo de Bruder está en cómo muestra las tripas del angustioso sistema de trabajo de uno de los gigantes que reclutan a estos perfiles errantes. Hablamos de Amazon y, en este caso, del poblado de Amazon en Nevada al que acude Linda, a sus 63 años, en busca de empleo. Aparca su Posada hazte sitio (como llama a su caravana) a 37 kilómetros del almacén (más cerca están todas las plazas ocupadas) y lee los folletos del monstruo de la distribución mundial que recomiendan una buena preparación física para afrontar el trabajo porque, como se cuenta en el libro, “el sufrimiento físico es indescriptible”.

“Para aguantar, se tomaba dos ibuprofeno a mitad del turno de noche, que duraba desde las 17.30 hasta las 3.30 de la madrugada, y otros dos al acabar. Los días libres procuraba no usar los pies y se quedaba en la cama sin levantarse, salvo para ir al baño o a ducharse”. Linda, que había trabajado en la construcción y como camarera, explica en las páginas del libro su experiencia como almacenadora en Amazon: “Tienes un carro con 14 tubos llenos de productos chinos baratos. Uno de los aspectos más deprimentes del trabajo era que sabía que todas esas cosas acabarían en un vertedero. Piensas en la cantidad de recursos utilizados para traer todo eso hasta aquí. Y luego todo es de usar y tirar”. La maquinaria perfecta de la bipolaridad mundial embridada por Estados Unidos y China con los súbditos remando en galeras (o viajando en autocaravanas a ninguna parte). El comunismo, decía Chesterton, es el heredero del capitalismo, y la mejor manera de combatirlo, apunta en Lo que está mal en el mundo (Acantilado) es obligando a pagar más a los que más tienen, es decir redistribuyendo la riqueza.

Pasillos infinitos en una nave del tamaño de 13 campos de fútbol y unas condiciones “similares a los de los talleres clandestinos”. Hace un par de meses que acabé el libro y esta semana leo en el El País una noticia escalofriante que me lo devuelve, más allá de la reciente coincidencia del estreno en salas de su adaptación al cine. Los trabajadores de Amazon rechazan por mayoría la creación de un sindicato en Alabama, reza el titular de la noticia. Es una gran victoria para la tecnológica, en el punto de mira de las autoridades por su fiscalidad y por las condiciones laborales, añade el subtítulo.

La compañía, propiedad del hombre más rico del planeta Jeff Bezos, anuncia que de los 5.805 trabajadores de la planta logística de Alabama con derecho a voto, solo lo hizo poco más de la mitad, 3.215, un récord de abstención (igual que ocurrió con la victoria de Trump) fruto del intenso trabajo previo de desmovilización (se forzó a que la votación fuera presencial). Al día siguiente, las acciones de Amazon subieron un 1,7%. Esta semana se ha conocido que la Junta de Andalucía, por boca de su presidente Juan Manuel Moreno Bonilla (PP), da por perdida la planta de la aeronáutica Airbus en Puerto Real.

La misma Junta ha sido clave, según se ha asegurado meses atrás, para la llegada e implantación de un enorme almacén logístico de Amazon, en 12.000 metros, a El Puerto de Santa María, gobernada por el PP. Ya hay otro funcionando desde hace meses en Dos Hermanas, donde gobierna desde hace décadas el PSOE, que por cierto también asume el cerrojazo de Airbus. Me he acordado de País nómada otra vez. Esta vez en versión andaluza, en la provincia con más paro de España, en una de las regiones más precarizadas y desempleadas de Europa. Pensaba que el ensayo de Bruder no dejaba tanta huella. Da miedo.

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