Antonio, sé fuerte

Montero ya no va a los plenos, pero tampoco firma su consentimiento para que Saldaña pueda ser portavoz municipal y, de ese modo, cobrar nómina pública. El PP de Jerez, a la deriva

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Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Fundador y Director General de ComunicaSur Media, empresa editora de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero'.

Saldaña, en el centro, con ediles y otros colaboradores del PP de Jerez.
Saldaña, en el centro, con ediles y otros colaboradores del PP de Jerez. PP de Jerez

Faltaban dos concejales en la foto, uno de ellos especialmente significativo. El grupo municipal del PP de Jerez compareció este pasado miércoles en el pleno ordinario de septiembre con siete de los nueve concejales que la candidatura popular obtuvo el pasado mayo de 2019 y el líder del partido en la ciudad, Antonio Saldaña, se fotografió con quienes sí acudieron, titulando la foto con la etiqueta popularespower. Una de las ediles ausentes de la foto, Susana Sánchez Toro, lleva meses queriendo dejar la política; el otro, Antonio Montero, se ha quedado fuera de la primera línea sin comerlo ni beberlo. 

Del puesto 13 de la candidatura en 2011, Montero saltó al puesto cinco en 2019. De ser concejal del plan especial de Promociones Culturales —ni siquiera llegó a ser delegado municipal en el gobierno de Pelayo y Saldaña, por lo que ganaba menos que sus compañeros y tenía menos galones—, pasó a cobrar protagonismo en este nuevo mandato, ya con Pelayo fuera de juego y con un PP jerezano en recomposición, sin sus viejas glorias, siendo nombrado diputado provincial y, desde enero de este año, portavoz del grupo municipal. 

Hasta se rumoreó que Montero podría pasar a ocupar la dirección del Instituto Andaluz del Flamenco, puesto que a diferencia de otros, el ala PP de la Junta decidió sacar a concurso público. Siempre disciplinado y leal con su partido, el joven de Santiago, muy conocido en el mundo del arte jondo y las hermandades, tragó saliva y volvió a aguantar con lo que le echasen. Al menos, podía seguir dedicándose a la política con la libertad de movimientos que da una nómina pública. Sin embargo, poco duró la alegría en casa del pobre.

La tarde aciaga de amontillado que protagonizó Antonio Saldaña en mayo pasado acabó pagándola él. Me gustaría entrevistarle y saber qué piensa de que por la temeridad e imprudencia de Saldaña él se haya visto de vuelta a su puesto como administrativo del Obispado, fuera del foco de la actividad política municipal y provincial, fuera de su partido como quien dice. Sin cargo, ni sueldo. Dos cosas que, por méritos propios, le correspondían. Como ya conocen la historia, tras unos días de rectificaciones y peticiones de dimisión de todos los cargos, el PP provincial dio marcha atrás y solo obligó a Saldaña a renunciar a la portavocía de Diputación como castigo a su episodio de conducción bajo los efectos del alcohol, que le ha valido una condena de retirada de carné hasta final de año y unos 800 euros de multa.

Esta decisión afectaba a Saldaña, pero sobre todo a Antonio Montero, ya que al perder el sueldo de portavoz de la institución provincial, Saldaña decidió que debía contar con el sueldo del liberado como portavoz del grupo municipal, puesto al que debía de renunciar Montero. Cuatro meses después de aquello, con lo que no contaba Saldaña es que Montero se iba a negar de forma taxativa a firmar el escrito que hay que presentar en el Ayuntamiento para que, según el Reglamento Orgánico Municipal (ROM), se produzca el relevo. Un relevo que debe contar con todas las firmas del grupo de concejales y una ausencia, la de la firma de Montero, a la que el gobierno local se agarra para no aprobar que Saldaña vuelva a cobrar nómima municipal.

Saldaña, que no tiene cuerpo de conceder entrevistas a la prensa —salvo a la Cope y alguna especie de publirreportaje sobre su nueva aventura como abogado— lleva meses aparentando normalidad, exhibiéndose todo lo que puede y más, haciendo vida normal después del grave incidente que protagonizó. Un accidente que justificó diciendo que se había producido tras una "comida de trabajo por Jerez", pero que ahora él y su partido desvinculan de la acción política y la enmarcan en "algo personal". Pero la política deja pocos resquicios para la intimidad y nadie en su sano juicio podría pensar que un político puede permitirse ser menos ejemplar en su vida privada que en su vida pública. Esto significa, en la práctica, que el PP de Jerez es actualmente un juguete roto. Un partido que por fin tocó la gloria del poder absoluto con Pelayo en 2011, pero que hoy, casi diez años después, naufraga sin remisión, a golpe de ocurrencia, con una sobreabundancia de notas de prensa vacías, sin una base militante sólida, sin renovar su ejecutiva local desde ya hace muchos años, con conflictos internos muy graves, y enfrentado con las direcciones provinciales y andaluza. Antonio, sé fuerte, puede que le escriban a Saldaña; Antonio, sé fuerte, puede que le escriban a Montero. Mucho popularespower

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