Jaime Espinar, la mano derecha que Pelayo necesitaba

Ante la que podría ser su tercera vez como alcaldesa de Jerez, se apoya en un joven político, licenciado en Derecho y ADE. Recién ascendido a diputado provincial, navega entre la bonhomía de Villar y el colmillo retorcido e incansable de Saldaña, los anteriores 'escoltas' políticos de la presidenta del PP jerezano

Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Fundador y Director General de ComunicaSur Media, empresa editora de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero'.

Jaime Espinar, la mano derecha que Pelayo necesitaba. Ambos, fotografiados en una visita a las obras de la plaza esta semana.

Acertar con un segundo espada cuando se ostenta el liderazgo es tarea complicada. ¿Demasiado leal (léase, pelota) como para no señalar errores a la jefa? ¿Demasiado trepa como para soñar con ocupar el puesto que no le toca? ¿Demasiado blando, demasiado duro? En su tercer intento por conquistar la Alcaldía de Jerez, María José García-Pelayo (ya logró ser alcaldesa entre 2003 y 2005 gracias a un pacto con Pedro Pacheco, y entre 2011 a 2015 con mayoría absoluta) cambia de mano derecha.

El primer lugarteniente de la lideresa jerezana fue Bernardo Villar, un político mayor que ella, expeditivo y con más experiencia. No en vano, era quien presidía el partido en la ciudad en aquellos tiempos. Aun así, Villar llevaba el partido aunque de manera vicaria: a Miguel Arias, que vino a la fuerza a Jerez, el partido no le interesó nunca lo más mínimo...

Arias, padre político junto a Aurelio Romero de García-Pelayo, dejó que Villar hiciera buena dupla al principio con la dirigente popular. Luego todo cambió… Quizás, precisamente, porque Villar, aparte de político, es un buen tipo que por carácter se lleva bien con todo el mundo, un rol de poli bueno que ya había dejado de cotizar en política. “Con Berni era imposible llevarse mal y la política del partido por entonces fue poner a lo 'mejor' que tenían para las municipales y arrastrar votos así para las nacionales”, cuentan a este medio cronistas de la época.

Antes de la mayoría absoluta de 2011, Pelayo se abrazó a Antonio Saldaña, procedente como ella de Nuevas Generaciones, más joven, pero con una enorme ambición por ascender que le llevó a no dudar ni un momento en ejercer el papel de poli malo, aunque eso le granjease no pocas enemistades.

La imagen de Saldaña, ya con Pelayo fuera del foco, acabó por los suelos con un incidente de conducción bajo los efectos del alcohol, pero el escaso margen por el que no llegó a ser alcalde en 2019 hicieron pensar que en un primer momento el PP le mantendría como alcaldable en 2023. No ha sido así. “No tenía buen cartel en la ciudad, caía mal a mucha gente, y dentro del Ayuntamiento, ni te cuento”, aseguran fuentes del partido en la ciudad. Saldaña, en todo caso, era un poli malo muy trabajador, incansable maratoniano.

Ahora ha vuelto Pelayo a la primera línea y, una vez más, necesita un escolta político de máxima garantía y confianza. El rol ahora lo ejerce una figura emergente en las filas populares a nivel provincial.

Un joven Jaime Espinar (Jerez, 1991), también hijo político de las Nuevas Generaciones, también abogado (aunque también licenciado en Administración y Dirección de Empresas), que se mueve en una enorme inteligencia entre el saber estar, la contención, y una cara amable y más fresca que, quizás, beneficie al más puro estilo Juanma Moreno la retirada de cierto alcanfor (recuerdos del Jerez de los señoritos y la gomina) que espantaba a según qué votantes necesarios para obtener una amplia mayoría social que permita recuperar el poder municipal.

De momento, Espinar será el portavoz municipal en los plenos, en muchas de las notas y ruedas de prensa, digamos, agrias —la idea es que Pelayo venda propuestas y ‘en positivo’—, y aparte, compaginará esa labor con un salto más en su experiencia política, ocupando una plaza de diputado provincial en la institución gaditana. Sabe morder cuando toca, pero siempre guardando las formas con un tono educado y sin prepotencia. Quizás, un híbrido perfecto entre la bonhomía de Villar y el colmillo retorcido del estajanovista Saldaña. Píllenle la matrícula (si no lo han hecho ya).