Moreno, 'milagrito' y espíritu de la 'transición andaluza'

El presidente andaluz demuestra en la misma semana un manejo portentoso de los símbolos y los gestos, ya sea con el andalucismo histórico o con sus ex socios de Cs; otra cosa será la gestión para transformar de verdad la California de AliExpress que hemos heredado, con millones en riesgo de exclusión

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Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Director de lavozdelsur.es entre 2014 y 2024. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

Moreno, 'milagrito' y espíritu de la 'transición andaluza'. Alejandro Rojas-Marcos y Juanma Moreno, esta semana, en la presentación del libro 'Por un poder andaluz'.
Moreno, 'milagrito' y espíritu de la 'transición andaluza'. Alejandro Rojas-Marcos y Juanma Moreno, esta semana, en la presentación del libro 'Por un poder andaluz'.

Juanma Moreno, el presidente Milagrito que reina y manda en la Junta de Andalucía, ha limpiado a fondo el cortijo de excreciones. Ahora, como el poderoso desengrasante de marca andaluza, absorbe todo a su paso: lo mejor de la historia, los nutrientes, y lo peor de la grasa más reciente, los gases, de este relato político que ha tenido continuidad en democracia el pasado 19 de junio.

Porque una cosa es acudir a la presentación del libro de la primera parte de la historia del PA (producido por Almuzara, la editorial del ex ministro del PP, Manuel Pimentel), Por un poder andaluz, con Rojas-Marcos como gran protagonista, y otra, dar pienso con cargo a los andaluces a esos patos a la naranja que venían a dar lecciones de regeneración bajo esa superioridad moral del falsocentrismo, pero que se han quedado como una costra adherida en la olla gorda. Pero Moreno convierte ambos actos en complementarios. Con lo primero, significa integrarse dentro de esa historia de una autonomía que heredamos desde la clandestinidad del tardofranquismo. Y con lo segundo, demuestra tener palabra y cumplir sus compromisos con lealtad a quienes le sirvieron en el pasado más reciente. 

En la misma semana, Moreno, como espíritu de la transición andaluza, relanza la Andalucía que abandonó por fin el antiguo régimen socialista, después de casi 37 años de ordeno, mando y compro, haciendo las paces, en nombre de Andalucía, con el andalucismo. Se han cabreado por ello los de Vox, que no creen en la autonomía, y se han cabreado los del PSOE y la izquierda pura, que no creen que alguien pudiera hacerlo mejor que ellos. Pero Moreno destroza con este sencillo acto los restos pegajosos de esa telaraña clientelar de ole, arsa y toma, ese microimperio que acabó desmoronado por la codicia de unos pocos ereinómanos y saqueado por quienes creían que el cortijo, desde Ayamonte a Pulpí, era suyo y era eterno.

Moreno quiere serlo y parecerlo. Y por eso baja los impuestos a los ricos porque, como apuntaba Chesterton, en la cuestión de los piojos en los suburbios, los que están mal son los suburbios, no el pelo. Hasta ahora todo lo que quiere aparentar lo convierte en creíble a ojos de la mayoría social absoluta que le ha votado.

No es que se ponga una camisa blanca y una corbata verde, es que se envuelve en la arbonaida si hace falta y es capaz de declarar fiesta en la comunidad el día que nació el padre de la patria andaluza. Es creíble hasta para los ojos de de gentes como Rojas Marcos, que ha puesto alfombra roja para un nuevo andalucismo morenista de raíz infantiana que quizás no diste mucho de su último PA y esa obsesión por asemejarse a la privilegiada burguesía catalana, esa que ahora volverá a tener oficina andaluza en Barcelona.

Pero otra cosa será el fondo de las cosas y la gestión de Moreno más allá de los gestos y los símbolos. Gestionar es harina de otro costal, y en esta Andalucía nuestra, esa en la que esta misma semana se ha sabido que hay más de tres millones de andaluces en riesgo de exclusión, hay que ser el santo Job para esperar al Godot del gran cambio, el de las grandes revoluciones ajenas a los titulares de prensa. Si vendrán o no, es cuestión de tiempo. A frustraciones a cuenta de los políticos no nos gana nadie.

Porque lo de cambiar la estructura productiva de la comunidad o la elefantiasis burocrática de la Junta ya se verá… Pero volviendo al virrey Moreno, quizás un lider no esté para esas cosas. Para ese engorro que llaman gestión de lo público. El líder, lidera. Porque una cosa es engrasar la maquinaria político-partidista y desengrasar los prejuicios y tópicos, y otra hacer milagros en tiempo récord en la California de AliExpress que hemos heredado.

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