El próximo 18 de enero se cumplen dos años de la toma de posesión de Juan Manuel Moreno Bonilla como primer presidente no socialista (en 38 años) del Gobierno de la Junta de Andalucía. Cómo pasa el tiempo. Casi sin leyes, ni cambios reales que apuntarse en la cuenta de resultados del que iba a ser el gobierno del cambio, el año que viene habrá de nuevo elecciones autonómicas. Si no hay anticipo, serán a final de año, pero evidentemente la legislatura se habrá finiquitado mucho antes por el barro permanente de la precampaña. Hoy es siempre todavía, citó Moreno a Machado en su discurso de investidura de hace dos años entre los muros del antiguo Hospital de las Cinco Llagas, sede del Parlamento andaluz.
Ese ayer libre de pandemia es completamente distinto al hoy que afronta el máximo responsable del Ejecutivo andaluz, con todo empantanado por su funambulista gestión de la mayor crisis sanitaria en un siglo. Ese ayer de Cs viento en popa y ese ayer de Vox estrenando poltronas es un hoy de Cs en desintegración y un hoy de Vox doblando brazos en su pulso permanente por tensar a la derecha hacia el extremo. Ese ayer de promesas de miles de nuevos empleos (600.000 prometió Moreno en campaña) es un hoy en el que jarrea sobre mojado en la pobreza y el paro cronificado en una de las regiones más pobres de la zona euro (una situación pésima que no es fruto desde luego de estos dos años). Si los miles de millones en fondos europeos recibidos hasta ahora no han hecho cambiar un ápice esta situación, ¿qué hace pensar que los ansiados fondos Next Generation de la UE para la reconstrucción por la pandemia vayan a emplearse en un giro radical y sin cuitas partidistas sobre tejido productivo andaluz?
Hoy es siempre todavía porque hay posibilidad de cambiar el estado de cosas, pero hoy ya no es ayer porque lo que ayer era posible hoy tiene la coartada perfecta de la covid y sus perniciosos efectos colaterales. Además de sus miles de muertos y heridos. Los cierres, los cerrojazos y los traumas de una pandemia por ahora sin tregua. El turismo era un gran invento hasta anteayer y ya hoy es un sector con todas las costuras reventadas en el que solo queda abierta de par en par la incertidumbre. Hasta las prestaciones por los ERTE se pagan a la baja en Andalucía, con millones de personas sin poder llegar a fin de mes y otros muchos ya sumergidos en el umbral de la pobreza. Los sanitarios, los docentes, los hosteleros, los taxistas, los de la cultura… a todos ha tenido enfrente en estos dos años el Ejecutivo de Moreno Bonilla. Solo la propaganda ha evitado que ardiera todo. Nunca antes pasó en menos tiempo. Hasta la casa estaba en llamas, por la manipulación y los recortes en Canal Sur, por las amenazas de despidos en el mastodonte de la administración paralela de la Junta a la que nadie se atreve a meter mano.
Hoy es siempre todavía, pero este hoy que tenemos ahora exige más que el hoy que había ayer. Moreno lo sabe, pero quizás no pueda. O no quiera. O tema perder lo ganado
Ni los chiringuitos se tocan, ni ciertas cosas van a cambiar. Ya lo saben los nuevos mandatarios de San Telmo, conscientes de que un monstruo alimentado durante 38 años no se doblega en dos tardes. El juanmapardismo, que cambie todo para que nada cambie, se atisba en la propaganda, manejada con idéntica opacidad y arbitrariedad, comprando silencios, satisfaciendo a amigos y patrocinando piezas periodísticas de mentira para que parezca que algo se está haciendo bien. Y algo, seguro, se estará haciendo bien. Hasta el reloj parado da dos veces al día la hora exacta. Hoy es siempre todavía, pero este hoy que tenemos ahora exige más que el hoy que había ayer. Moreno lo sabe, pero quizás no pueda. O no quiera. O tema perder lo ganado.
Porque casi sin querer, el año que viene hay otra vez elecciones autonómicas en Andalucía. Y en este tiempo hay una cosa clara: el socio preferente Vox, la ultraderecha, va a exigirle mucho más de lo visto y oído hasta ahora. Lo de Mr. Wonderful del otro día a cuenta de su discurso de fin de año se va a quedar en piropo para lo que espera en la operación desmarque que necesariamente tendrán que hacer de aquí a finales de 2022. Otra cosa será lo de Juan Marín y Cs, un divorcio que de producirse costará poco al primero, acostumbrado a picotear de flor en flor durante su trayectoria política en busca del sillón, ese que según él dice públicamente no le preocupa. Sin embargo, el de Sanlúcar, con su partido agrietado y en carne viva, sabe que tiene más futuro entre las huestes populares que en el invento naranja, tan agotado como el Trinaranjus (habrá quien lo beba).
Y hay mucho en juego. Sobre todo, para los andaluces. Y por muchos sondeos precocinados en la cocina del Centra, serán ellos los que entonces hablen alto y claro. En ese ahora será el momento de evaluar si se cumplieron las promesas que nos hicieron ayer. “Porque ayer no lo hicimos, porque mañana es tarde. Ahora”, remachaba sus versos el genio machadiano. Hoy es siempre todavía, dijo Moreno Bonilla hace dos años. Que es más superviviente que genio. La oposición, dividida y fragmentada, quizás opine lo mismo. Eso es bueno para los intereses del presidente en su estrategia juanmapardista. Hay tiempo, pero el tiempo es implacable. A lo tonto, el año que viene, parafraseando a otro ilustre sevillano, volverán las oscuras autonómicas. "Se creían eternos...", decían en la obra de Lampedusa.
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