El ‘me too’ de la Feria: a la luz años y años de trabajo semiesclavo en casetas

La no polémica de la reforma laboral y los caseteros ha provocado una catarata de historias de gente que ha 'echado' la Feria, con muchos casos de abusos laborales extremos. "Se me abrió un pie de estar tantas horas al día sin sentarme"

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Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Fundador y Director General de ComunicaSur Media, empresa editora de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero'.

El ‘me too’ de la Feria. Interior de una caseta en la Feria del Caballo.
El ‘me too’ de la Feria. Interior de una caseta en la Feria del Caballo. MANU GARCÍA

Querían parar las ferias andaluzas, que volverán después de dos años en barbecho tras irrumpir la pandemia en nuestras vidas, pero alguien les dio mercancía averiada y la reivindicación, lejos de ser legítima, se les ha vuelto en contra ante la opinión pública. La no polémica ha sido engordada hasta por la RTVE que aseguraba en una pieza de su informativo que la reforma laboral (de Yolanda Díaz, claro) “pone en jaque la Feria de Abril”. La realidad es que lo que debería poner en jaque la Feria es tener a personas contratadas en condiciones de semiesclavitud para que otros bailen ciegos como piojos la tercera, la cuarta y las que les echen.

Huelga decir que Twitter ha sido un hervidero de comentaristas ávidos de exponer las versiones particulares en esta nueva contienda. “A los caseteros de Sevilla les ha pasado como a los ganaderos de Lorca, que asaltaron el ayuntamiento y luego se dieron cuenta de que la ultraderecha los había engañado; ellos ahora se han dado cuenta de que han reconocido que llevan más de 40 años defraudando”, escribía la cuenta @Fumatron, que ha recibido un aluvión de ‘me gusta’ en la red social del pajarito.

Por encima de todo, lo que se han vertido en las redes han sido casos reales de trabajadores y trabajadoras que han echado la Feria, en lo que se ha convertido en una especie de me too de la explotación laboral histórica en las ferias andaluzas. Uno de los casos que se ha viralizado, entre las decenas y decenas de relatos personales que se han expuesto —este cronista mismo tiene un puñado de historias cercanas de gente que ha echado la Feria, como se llama por estos lares a trabajar a destajo en esta celebración masiva— ha sido el del sevillano Curro Morales @curromorales, que ha contado con pelos y señales cómo vivió algunas ferias mientras cursaba sus estudios universitarios.

“Como muchos sevillanos trabajé en la feria, un par de años en mi caso. Empezaba a las 10 de la mañana y llegaba a casa sobre las 4 o las 5 de la madrugada. Cobré alrededor de 1.000 euros en negro por unos 8 o 9 días de trabajo con montaje y desmontaje”.

En su hilo, Curro narra que “paraba una media hora para comer, normalmente de pie. Cuando llevaba unos 5 o 6 días me levanté de la cama y al pisar me caí de boca en el suelo. Se me había abierto un pie de estar tantas horas al día sin sentarme”. Después de relatar cómo pagó un día para que le suplieran y cómo otros compañeros empalmaron con otras fiestas, el tuitero zanja el asunto: “Me encanta la feria, es un mundo aparte y veo bien que haya tradiciones que aunque puedan parecer absurdas se mantengan, como por ejemplo el que solo se escuchen sevillanas en las casetas".

"Pero hay usos y costumbres —añade— que son una mierda y que son malas para la gente y por eso deben cambiar. El argumento de que la feria es otro planeta con un funcionamiento especial no vale en estos casos.Hay que regularizar la situación laboral de los trabajadores de la feria de Sevilla y de las ferias en general. El disfrute de unos no puede basarse en la explotación de otros. Viva la feria y viva el ambiente”.

Pues sí, lo que ha quedado claro es que algunos caseteros —no los de toda la vida, no aquellos que se ponen tras la barra de forma voluntaria para echar una mano en la caseta de una ONG o una hermandad— tienen que entender que, al igual que en sus caterings o establecimientos hosteleros deben atender a la jornada laboral de ocho horas que tenemos en España desde hace más de cien años, también deben atender a que el Estatuto de los Trabajadores, de 1980, fija un descanso de ocho horas entre jornada y jornada. Nada nuevo bajo el sol, nada que limite la nueva reforma laboral, nada que si no se cumple pueda ser llamado explotación pura y dura.

"Mucha gente echa siete días de feria porque sabe que en una semana gana lo mismo (o más) que en un mes", ha sido uno de los comentarios más escuchados en redes y barras de bares estos días. Como ha escrito Gabriel Rufián, tan charnego y feriante él, “aquí la novedad no es que un casetero esclavista defienda poder esclavizar a un trabajador. Aquí la novedad es que un trabajador defienda el derecho del casetero esclavista a esclavizarle, votando lo mismo que él en unas elecciones. Y eso está pasando”.

 

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