Yo lo de José Mercé no me lo explico. Llevo desde el viernes pasado dándole vueltas tratando de encontrar una explicación a uno de los incidentes más surrealistas del Ayuntamiento de Jerez en años —lo cual es mucho decir—. Ni entiendo la gestión seguida desde el minuto menos uno por, recordemos, el segundo consistorio más endeudado de España, intervenido por Hacienda —meterse en soltar semejante pastizal por una actuación de una hora…—, ni entiendo la colosal y desproporcionada salida de tono del cantaor, que ha convertido la negociación que siempre debe ser discreta de lo que iba a ser un fin de fiesta por bulerías en una salida por peteneras arremetiendo contra todos: el Ayuntamiento y sus “ineptos”, los políticos y la clase política en general, y hasta poniendo en tela de juicio el nivel del flamenco actual en la ciudad —"hay más cantidad que calidad"—. En fin.
Pese al populismo barato y las reacciones de otros que están lampando por apuntarse a la bronca a las primeras de cambio, y que no han ido a un recital —aunque fuese gratis— en su vida, creo que Mercé se ha pegado un tiro en el pie por razones que en el fondo parece que solo su oficina artística y él conocen, a tenor de lo explicado, con documentos en la mano, por el gobierno local. Más allá de que el veterano artista de Santiago merezca todo el respeto por su dilatada y consagrada trayectoria artística, que por supuesto que lo merece, su reacción a un aplazamiento del concierto que iba a ofrecer el próximo sábado como pórtico de las Fiestas de la Vendimia 2021 es ilógica si se tiene en cuenta que, primero, lo pide por escrito su propia agencia de contratación y, segundo, tenía asegurado el 100% del dinero que había pedido al Ayuntamiento —esa casa, se supone, que es de todos y todas—.
Ya fuese con venta de entradas o con el pago directo del caché solicitado, muy superior como se ha dicho al que los agentes del artista demandan en otras localidades por el mismo recital, iba a cobrar lo mismo. Y por supuesto que Mercé puede querer ganar por un recital lo que le venga en gana, y hasta cantar gratis por amor a su tierra, pero si había pedido 33.000 euros y, sí o sí, los iba a cobrar, ¿cuál es el problema entonces? ¿Quizás se pensó en el último momento, ya con el contrato amarrado y pasado por el filtro legal de la junta de gobierno local, que la expectación no llegaría a colmar un aforo decente en un recital en el que hubiera que pasar por taquilla?
Quizás Mercé, como opinan algunos, temía ver un coso de la calle Circo medio desértico, un palo para el ego de un artista, jugando en casa, que arrasa por donde abre la boca
De siempre se ha dicho en Jerez que hay muchos aficionados al flamenco, al fútbol, a los toros… pero muy pocos dispuestos a dejarse los cuartos. En el caso del flamenco basta comprobar cómo las peñas de la ciudad ofrecen recitales de primer nivel de forma altruista y, si triunfan otros formatos culturales, es también por su gratuidad o por la tendencia perenne al gañoteo. El gratis total es sinónimo de éxito en este pueblo, aunque sea dolorosa y perversa esa costumbre, pero si hay que pasar por taquilla… ya tal. Siempre rondando los 30.000 parados y mucha economía sumergida. Quizás Mercé, como opinan algunos, temía ver un coso de la calle Circo medio desértico, un palo para el ego de un artista, jugando en casa, que arrasa por donde abre la boca. Pero es que el temor al vacío, 18 años después de acudir a su tierra de la mano del Ayuntamiento, tampoco debía ser tal.
Según Fiestas había 100 llamadas de media diaria pidiendo información sobre cómo conseguir las entradas y, según el artista ha declarado, habían confirmado hasta aficionados del resto de España. Que no, que no tiene ni pies ni cabeza esta historia rocambolesca, esta especie de espantá donde todos son culpables menos quién toma la decisión de no comparecer. ¿Por qué si iba a ganar lo mismo Mercé no quería que se vendieran entradas y que el recital fuese gratis? Hace unas semanas el Gran Teatro Falla puso a la venta las entradas para espectáculos en otoño y algunos de los artistas programados —Anabel Rivera y Clandestino, de Tino Tovar— las agotaron en cuestión de horas. ¿En serio si había tanta expectación no eran suficientes más de diez días para vender 2.000 y pico entradas a 20 euros? ¡Venga ya! Cualquier artista pop de primer nivel arrasa en taquilla con entradas casi al doble, ¿estará el problema aquí en otra cuestión que se nos escapa? ¿O en lo que se nos escapa precisamente está la cuestión?
En este episodio con tan mal bajío todo el mundo ha quedado retratado, para bien o para mal, en una tierra a la que por suerte, si algo no le falta, es talento y mucho arte. En cantidad y calidad. Aunque muchos hagan menos ruido, tuviesen que emigrar, no sean profetas en su propia casa o cobren una miseria partiéndose la cara por un bolo. Dicho lo cual: aire, aire…
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