La física cuántica determina que todo lo que puede suceder sucede, especialmente cuando nadie está mirando. Si se mira, la naturaleza tiene que elegir entre todos los escenarios paralelos posibles y entonces las otras opciones, en principio, se desvanecen. El conocido, y retorcido, experimento del Nobel austríaco Erwin Schrödinger —conocido como paradoja de Schröndiger—, aquel del gato metido en una caja sellada con un martillo, una ampolla y radioactividad, fue un misterio sin resolver durante años: si nadie abría la caja, el gato estaba vivo y muerto a la vez. Aquel 2 de diciembre fue como si Juan Manuel Moreno Bonilla estuviese metido en una caja, a punto de que alguien la abriese y certificase su defunción política en Andalucía.
Sin embargo, entre las superposiciones cuánticas que aguardaban al dirigente del PP andaluz, también estaba la que resultó la opción más favorable para sus intereses: gobernar contra todo pronóstico la Junta de Andalucía y favorecer un cambio de estado de cosas que no se producía en esta comunidad desde sus orígenes autonómicos, desde casi cuatro décadas antes. Cuenta la leyenda urbana que Moreno llegó aquella noche electoral a enseñar su carta de dimisión a los periodistas. Alguno la vio, un amigo de un hermano de un primo se lo dijo a alguien, que es lo mismo que decir que nadie la vio.
Políticamente, llegó a estar tan muerto como vivo a la vez
Pero lo cierto es que Moreno, horas antes de proclamar “que nadie tema el cambio”, estaba muerto. Las urnas dictaban que sus resultados al frente de la candidatura del PP andaluz a agarrar las riendas de San Telmo eran aún peores que los de 2015, demoledoramente lejos de los 50 escaños de Javier Arenas en 2012. Los peores en la historia del PP en Andalucía. Pero también los mejores, como han comprobado luego.
El PSOE-A de Susana Díaz, pese al Don Angelo, los ERE, la Faffe, y la ruina crónica de una tierra empobrecida al son de María del Monte y los niños de Juan y Medio en Canal Sur, volvía a ganar las elecciones autonómicas de aquel 2 de diciembre. Moreno estaba más muerto que vivo: de 33 escaños en 2015 a 26 tres años después —los mismos que el peor resultado de la historia del PP andaluz, 26 escaños en 1990—.
Moreno, horas antes de proclamar “han acabado cuarenta años de hegemonía socialista” y de que le vociferaran “¡presidente, presidente¡”, estaba muerto. Cuentan, y eso sí está confirmado, que Pablo Casado tenía orquestada una gestora para el día después en el PP andaluz con Juan Ignacio Zoido —que siguió la noche electoral en Génova— y José Antonio Nieto al acecho. Pablo Casado, a quien Moreno (sorayista entonces) no apoyó en las primarias del PP para relevar a Rajoy en la dirección nacional del partido, tenía preparada una renovación tranquila con disfraz de caballo de Troya tras el fiasco del malagueño, un hombre que arribó en 2014 a la presidencia del partido en Andalucía tras una carrera sin sobresaltos y que había acabado en alto cargo en el Gobierno de Rajoy.
En campaña, se arrimó a dialogar con vacas en campaña, reivindicó la fuerza de los Jedi, se desgañitó cantando Sabor de amor... ¿Era eso suficiente para desbancar al todopoderoso PSOE andaluz?
No terminaba de conectar con los campos, sierras, montes y puertos de la vasta Andalucía. En campaña, se arrimó a dialogar con vacas, reivindicó la fuerza de los Jedi, se desgañitó cantando Sabor de amor... ¿Era eso suficiente para desbancar al todopoderoso PSOE andaluz? Y entonces se abrió la caja. Y como el gato de Schrödinger, Moreno también salió vivo y coleando de aquella encerrona. Le ayudaron, eso sí, los 21 escaños que obtuvo Ciudadanos y la inusitada irrupción de Vox por primera vez en un parlamento español, con 12 diputados. Hay quien dice que fue clave para esa subida las consignas de Susana Díaz en los últimos días de campaña, donde con tanto jalear a la ultraderecha acabó dándole alas.
Ciudadanos, que entonces estaba muy vivo, obtuvo un triunfo histórico de la mano de Juan Marín, que meses antes había promovido el adelanto electoral ante “los incumplimientos” de Susana Díaz. Como socio preferente de la lideresa de El Tardón, Marín se negó a apoyarle los Presupuestos porque Susana no activaba la oficina contra la corrupción. Hoy en día, sigue sin ponerse en marcha. Y quizás por cosas como esas ahora Cs esté más muerto que vivo.
Pero hablábamos de Moreno: el corcho, el hombre impasible, la moderación hecha carne, el buzo, la Baraka..., el efecto Casimir, ese que prueba que no solo es que no exista el vacío, sino que hay distintos tipos de vacío que pueden producir una fuerza, la energía del vacío: “Esta noche se ha hecho realidad el sueño de cientos de miles de andaluces que han soñado durante tantos años con otro estilo, con otras formas, con algo mejor. Andalucía quiere un cambio y va a tener un cambio”. Moreno Bonilla acababa de demostrar que, entre todas las superposiciones de posibilidades posibles, no solo iba a sobrevivir políticamente, sino que se convertiría en presidente del Gobierno de la Junta de Andalucía. Ahí sigue. Hoy es siempre todavía...
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