En apenas unos meses un político puede pasar de intentar con todo tipo de tretas desde el poder que los medios de comunicación silencien y corten el grifo mediático a la oposición a lamentarse, tras la pérdida de dicho poder, de que los medios de comunicación no le dan la cancha, el espacio y el sentir que creen que merecen.
De pensar que se tiene un irracional control absoluto desde la sala de máquinas a sentir una sensación de desahucio mediático y desasosiego como consecuencia del frío e ingrato rol de oposición. No les hagan caso en ninguno de los sentidos. El problema de fondo, una vez más, no es el mensajero. Tan malo es no saber gestionar una victoria abrumadora donde no cabe la mera crítica razonada como no saber encajar la derrota, por más que quien la sufra la considere injusta o inesperada.
Será que he visto caer a mi equipo in extremis en dos finales de Champions y hasta sucumbir a dos añitos en el infierno de Segunda que uno ya anda con el pellejo duro en el noble arte de saber perder. Se puede ser muy competitivo, ambicionar grandes metas, ir partido a partido, pero lo que no se puede perder nunca es la dignidad, la humildad, la educación y la cortesía. Viene todo esto al caso porque andan en el PSOE de Jerez entre descabezados y con un nerviosismo impropio tras haber transcurrido menos de 90 días desde que enfilara el nuevo mandato que les puso fuera del despacho de Alcaldía y de la junta de gobierno local.
Hasta hace no mucho la oposición —y el conjunto de la sociedad— otorgaba 100 días de cortesía a los nuevos gobernantes de turno. Parecía razonable conceder un trimestre para la organización, puesta al día, hacer inventario (con haber y debe de anteriores equipos), y empezar a plasmar el nuevo modelo de gestión. Sin embargo, y aunque la cortesía no parezca cotizar al alza en estos tiempos de tanto ruido y malos modos, hay sitios y sitios. A diferencia de otras ciudades cercanas donde ha barrido el PP, como Sevilla, Cádiz y El Puerto, la beligerancia y el nivel de bronca que ha impreso el PSOE jerezano casi desde el minuto uno del vigente mandato (obras empantanadas, Sementales, Villamarta...) puede que solo se explique en la enfermedad del mal perder y/o en el nivel de descuartizamiento en el que se encuentra el partido en estos momentos de la era postMamen.
Una ejecutiva rota, varias familias segregadas y un liderazgo por venir (¿Santiago Galván, que acaba de revalidar la Alcaldía de Zahara de la Sierra y del que aún se recuerda su talante y su talento en su paso por el gobierno de Jerez?). Es pronto, pero lo que sí hay ahora son ex asesores que cada mañana se levantan para criticar por tierra, mar y aire la falta de rumbo del partido y que algunos de sus responsables exijan en dos meses al gobierno de Pelayo lo que no se hizo en ocho años; y hay nuevas corrientes tratando de reagrupar a la agrupación; y una secretaria general y diputada de vuelta en el Congreso, Mamen Sánchez, que apenas ha aparecido por los primeros plenos municipales en su condición de concejala —como denuncian desde sus propias filas—.
A los mandos ha quedado su hasta ahora lugarteniente, José Antonio Díaz, que ha peleado a destajo la portavocía municipal —Rubén Pérez ha terminado saliendo de la política municipal; la UGT "ha sido asesinada", me decía un militante— y que está ejerciéndola, está pasando, remedando torpemente las peores formas que tanto se reprochaban a anteriores oposiciones destructivas en la ciudad: demasiados decibelios, demasiada palabra ultra gruesa, medias verdades (con sus correspondientes medias mentiras) y la crítica por la crítica. Una forma de no saber cómo escuchar (¡ay, escuchar y política...!) y traducir el mensaje tan nítido que envió la ciudadanía jerezana el pasado 28M en las urnas.
No es momento de más rabietas, sino de digestión y estrategia, de proyecto de medio y largo plazo. Es momento de hacer caso al proverbio: si lo que vas a decir no es más bello que el silencio, no lo digas. Si con prepotencia no se puede gobernar (o no se puede llegar muy lejos gobernando), menos aún se puede ser oposición.
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