Las malas noticias no pasan desapercibidas y menos si el día del Orgullo y los que le siguen están todavía recientes. Sin duda la que ha tenido más repercusión es el asesinato homófobo de Samuel, el joven de A Coruña de tan solo 24 años. Tristemente esto no es un hecho aislado, hay una amplia base de agresiones físicas, verbales y actos vandálicos de todo tipo. Sin ir más lejos, en menos de una semana desde que inauguraron en Jerez la placa del Parque del Orgullo primero la reventaron y luego le echaron spray. En el caso de la placa, son actos despreciables que sin embargo no me sorprenden, lo único que me impresiona es todo el tiempo que tardaron en rociar la pintura.
Una de las pocas lecciones útiles que me ha dado la vida es que hay bastantes personas que no razonan, en muchas ocasiones porque tampoco tienen capacidad para ello, y que con estas personas dialogar es inútil. Se habla mucho de que conductas como el machismo o la homofobia cambiarán a través de la educación, como si esta última fuera la panacea. Sin embargo, no es 100% efectiva ya que este tipo de personas ignorará cualquier cosa que se les intente enseñar. A veces es simplemente que tampoco les interesa, pero el resultado es el mismo. Quedará siempre un pequeño remanente de zopencos que se rijan por unas creencias arcaicas y sus instintos básicos más primitivos.
Al fin y al cabo, la mejor explicación que me han dado sobre el porqué de la homofobia es el miedo a que siendo hombre te traten como a una mujer, y en lo que respecta a las lesbianas, que una mujer supere tu masculinidad. Los tiros de la transfobia también irían por aquí. Por lo tanto, se trata de temores que alguien al nivel de un cavernícola no es capaz de superar y visto lo visto actuará como si viviese en el medievo.
Estamos hablando de personas que ignoran la ley, el derecho a la dignidad, la convivencia pacífica… Es significativo que en ningún momento hemos dejado de hablar del mismo tipo de cazurro. Realmente, es el enemigo final tanto del movimiento feminista como del movimiento por los derechos del colectivo LGBTI. A pesar de todo, no es que haya muchas personas así, el problema es que con unos pocos basta para que den lugar los feminicidios y las agresiones por razones de orientación sexual.
Soy especialmente pesimista respecto a esta cuestión. Me gustaría creer que una educación que enseñe valores como el respeto a la diversidad funcione y triunfe plenamente, pero no puedo evitar pensar en todos los balas perdidas que estaban conmigo en el instituto y en más cazurros con los que alguna vez me he cruzado. Por ello, habrá siempre un pequeño número de idiotas por los que tendrá que estar siempre presente un marco legislativo que proteja a estos colectivos y que castigue seriamente los delitos de odio. Puede que me equivoque y en largo plazo funcione, pero no creo que sea en los próximos 50 años.