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Todo lo que este experimento explica tiene que ver con la psicología.

En 1969 la universidad de Stanford promovió un curioso experimento para estudiar las conductas ciudadanas. Dejó dos automóviles exactamente iguales abandonados en la calle, misma marca, modelo y hasta color. Uno lo dejó en el Bronx, por entonces una de las zonas más conflictivas de Nueva York y el otro en Palo Alto, una tranquila y rica zona de San Francisco.

Como era de esperar en un primer momento el automóvil abandonado en el Bronx fue vandalizado en pocas horas, perdiendo llantas, motor, espejos etc. Mientras que el de Palo Alto se mantuvo intacto.

Es común atribuir a la pobreza las causas de este tipo de delitos, tema en el que coinciden las posiciones ideológicas más conservadoras, (de derecha y de izquierda). Sin embargo, el experimento en cuestión va a más.

Una vez destrozado el automóvil del Bronx los investigadores rompieron un vidrio al aun intacto coche de Palo Alto. El resultado fue que se desató el mismo proceso que en el Bronx, y el robo, la violencia y el vandalismo hicieron que este vehículo acabara igual que el otro.

Todo lo que este experimento explica tiene que ver con la psicología humana y con las relaciones sociales. Un vidrio roto transmite una idea de deterioro, de desinterés y de despreocupación que va rompiendo los códigos de convivencia. La ausencia de normas hace que impere el todo vale, y cada nuevo ataque hace que se reafirme esa idea.

Pasear hoy por el Barrio de San Mateo es corroborar en cada paso la vigencia de este experimento de “ventanas rotas”. Una incursión en el Jerez profundo está llena de despropósitos, de incivismo y de problemas que se podrían solucionar con una cierta agilidad cotidiana. Situaciones donde en la mayoría de los casos es el propio Ayuntamiento quien fomenta esta idea, permitiendo o incluso promoviendo conductas poco éticas (poco estéticas), para una zona de la ciudad declarada Conjunto Histórico Artístico.

Salir del museo arqueológico de las enésimas y voluntariosas Jornadas Técnicas del centro histórico significa pasar en un instante del mundo de la teoría urbanística y el análisis del “Big Data” a la realidad más tozuda. De lo que se soluciona a base de fuertes inversiones y subvenciones “caritativas” de organismos externos a lo que podemos solucionar nosotros mismos y de manera gratuita con un poco de compromiso.

Y ese compromiso no se traduce solo en la repetición sistemática de jornadas técnicas sino en la actuación día a día sobre esas pequeñas cosas que están a nuestro alcance, con una actitud preventiva que garantice la higiene y el confort en los espacios públicos. Y que al fin el visitante pueda leer eso de: somos pobres de verdad, pero no de voluntad.  

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