Qué le gusta a un político decir que el territorio que gobierna es capital de algo. De lo que sea. Y si la frase lleva dentro la palabra flamenco, mejor. Mucho mejor. No hay lugar en España donde tenga lugar un evento más o menos jondo, en el que no salga el illuminati de turno a soltar aquello de “somo la capital mundial del flamenco”.
La última ha sido Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid —y azote de Pedro Sánchez durante la pandemia que generó el covid y, en general, durante los últimos años—, quien se ha desmarcado en Nueva York con la dichosa frasecita. Sí. Nueva York. La misma ciudad que le robó a París la idea moderna de flamenco. Como lo leen. Y si no me creen, José Manuel Gamboa lo deja escrito negro sobre blanco en varios volúmenes que pueden encontrar en la librería más cercana.
No creo que haga falta decir que un político es capaz de hacer muchas cosas con tal de perpetuarse en el sillón que ocupa. Faltaría más. Solo hay que ver cómo está el patio últimamente. Y si ello conlleva vivir un minuto de gloria, sin pensar ni siquiera en la que le puede caer encima, pues mucho mejor. Y para muestra un botón. Como el de la camisa que imaginen. O, en este caso, como la Comunidad de Madrid de grande. Sobre todo, si tiene a su primera dama diciendo que son “la capital mundial de este arte tan arraigado a la tradición española y declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco” en la Fundación Ángel Orensanz en la ciudad estadounidense, tras asistir al espectáculo Authentic Flamenco, organizado por el Teatro Real.
Y resulta cuando menos curiosas esas declaraciones cuando el espectáculo está protagonizado al baile por Yolanda Osuna (Córdoba) y Amador Rojas (Sevilla), con el cante de Manu Soto (Jerez) y Bernardo Miranda (Fernán Núñez), el toque de guitarra de Miguel Pérez (Sevilla) y Juan Marín (Estepa) y los vientos en el saxo de Juan Diego Sáez (Córdoba). Todos nacidos y formados en las artes flamencas en Madrid o sus alrededores, como pueden comprobar. No hay más preguntas, señoría.
Pero, pongámonos en situación. A pesar de que no hay director de festival flamenco que se precie que no exalte con la frase de marras el evento del que está al frente, fue durante este pasado verano en el Festival y Concurso de Cante de las Minas en La Unión donde empezaron a correr los primeros ríos de tinta con esta cuestión. Un rio cuyo cauce no parece cesar, sino que más bien aumenta su caudal, porque ahora a la menor oportunidad posible, todos proclaman que el territorio que gobiernan es la capital mundial del flamenco.
Sería faltar a la verdad no reconocer que, de forma histórica, los artistas flamencos andaluces han subido al centro para buscar mejor fortuna
En el caso que nos ocupa, es cierto que, desde hace largo tiempo, en Madrid y su provincia, se está trabajando a nivel autonómico para reforzar su posición e imagen territorial como el gran referente del baile y cante jondo. Y hasta en pro de generar mayor proyección, concedieron en 2022 la Medalla Internacional de las Artes a la Asociación de Tablaos Flamencos. Y también es cierto que organizan programaciones como la Suma Flamenca de gran nivel, a pesar de que este año el evento tenga más nombres que interés.
Y también es cierto que la capital del reino —que eso sí que lo es y no se lo puede quitar nadie de momento— durante muchos años fue lugar de peregrinaje de muchos artistas flamencos de toda España para buscarse la vida y en sus tablaos se han podido vivir muchas noches de gloria. Y sería faltar a la verdad no reconocer que, de forma histórica, los artistas flamencos andaluces siempre han terminado subiendo hacia el norte en el mapa para buscar mejor fortuna.
Y si bien fue Sevilla la primera ciudad que comenzó a dar cobijo a quienes buscaban mejorar en su calidad de vida o trayectoria profesional, con el paso del tiempo Madrid se convirtió en ese centro de peregrinaje donde, más tarde o más temprano, acababan trabajando muchos de ellos en los diferentes tablaos mientras se enrolaban en una compañía u otra para hacer aquellas famosas tournés de antaño.
Pero, para los principales protagonistas de esta industria, es decir, los cantaores, tocaores, bailaores, percusionistas y demás músicos que conforman el tuétano de este género musical, tanto antes como ahora, han considerado a Madrid más como el Mercadona que les daba de comer que como capital mundial del flamenco y, en cuanto juntaban o ahorraban un dinero y tenían la posibilidad, salían corriendo de nuevo para sus lugares de origen a establecerse.
A buen seguro que, hasta algún neoyorkino ávido de pensamiento, después escuchar o leer a la superpresidenta madrileña, habrá dicho para sus adentros “qué osada es la ignorancia” o, los más campechanos, tirando de refranero popular, habrán recitado eso de “a la cárcel vas a venir a robar, Ayuso, que yo me he leído el libro de tu paisano Gamboa y antes de meter la pata… ¡Hay que estar en er mundo, presidenta!”. Otros, sin embargo, habrán pensado eso de venga, vale, lo que tú digas, Isabel.
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