La mano derecha de la desfachatez

Como casi todo en esta vida, la desfachatez es una cuestión de clase, un privilegio de quienes se consideran a sí mismos clase alta

Lola Sanisidro

Soy maestra jubilada, es decir maestra.

Esperanza Aguirre durante una intervención.
Esperanza Aguirre durante una intervención.

Hace ya algunos años, eran los tiempos en que los batracios aún estaban aprendiendo a nadar en los charcos del PP. Digo aprendiendo porque ahora ya son campeones olímpicos.

Fue por aquel entonces cuando un buen día en La Sexta entrevistaron a Esperanza Aguirre, y como quiera que algunas de las preguntas la situaron en una posición incómoda, la señora condesa de las ranas le espetó a Ferreras algo así como que, si sus jefes estarían de acuerdo con esa actitud o si seguía la línea editorial del medio que le pagaba y que, bueno, que ya hablaría ella con sus jefes. Todo ello sin perder esa sonrisa pétrea que reserva para la servidumbre y los lacayos.

Algo debió pasar, algo cambió, porque desde ese momento ni Ferreras ni Al rojo vivo ni La Sexta fueron ya los mismos. Se acabaron los titubeos y aquello de más periodismo, que nunca fue para tanto, terminó decayendo hacia esta torpe práctica de periodismo más o menos. 

La condesa consorte de Bornos y Murillo podría haberse callado en directo y hablar con los jefes del invento y el resultado hubiera sido el mismo, pero no. Porque lo que buscaba la condesa era humillar públicamente al periodista, hacer gala de que la libertad de prensa era cosa de los propietarios de los medios y patrimonio de las familias perfectas del antiguo régimen. Para rematar la faena le hacía falta la desfachatez.

Han pasado unos años y la desfachatez como actitud ha ido ganando adeptos en la derecha hasta convertirse en la práctica de lo que siempre fue; una forma de ser identitaria. 

No deberíamos menospreciar el efecto hipnótico y paralizante de la desfachatez reinante sobre el público en general y el votante en particular, porque es como el monstruo mitológico, la gorgona Medusa, que convertía en piedra a quienes la miraban. Al parecer, Perseo consiguió doblegarla por medio de un espejo. A lo mejor por eso la derecha patria tiene ese afán de controlar, someter, pervertir y humillar al espejo social que podrían ser los medios de comunicación.

La desfachatez es montar desde el Ministerio del Interior un grupo de chivatos creativos, inventores y manipuladores de pruebas, y llamarle a ese engendro policía patriótica. 

El desfachatado puede insultar y reírse de la gente que necesita de un ingreso social para subsistir -sí, lo de las paguitas- mientras vive holgadamente de contratos amañados.

Desfachatez es hablar de chiringuitos desde el despacho de una entidad creada ad hoc para su incompetencia; pongamos Oficina del Español.

Desfachatez es llamar empresarios a esa manada de rentistas improductivos que desangran al país con empresas ficticias, sociedades interpuestas y laberintos fiscales.

Solo desde la más rancia desfachatez corporativa se puede tolerar que un juez de trayectoria más que discutible retuerza la ley hasta lo inaudito y contra toda evidencia para perseguir el objetivo político de golpear al presidente del Gobierno a través de su esposa.

La desfachatez es, ante todo, un desafuero, un constante decir que la gente común no vale nada, que nada valen las leyes porque los jueces son de la familia, que el gobierno les pertenece por derecho.

La desfachatez tiene todas las ventajas de la mentira y pocos inconvenientes, entre otras cosas porque la mentira necesita un ejercicio de memoria, pero la desfachatez ni siquiera necesita la desmemoria de los demás porque a la piel viscosa de la desfachatez le resbalan las hemerotecas y los datos. 

Como casi todo en esta vida, la desfachatez es una cuestión de clase, un privilegio de quienes se consideran a sí mismos clase alta, es como una mirada de desprecio vertical de arriba abajo. Solo así se comprende que la derecha destine a la política a sus representantes más incompetentes, les pongan un pinganillo en la oreja para que repitan en bucle las consignas convenientes, dictadas a su vez por un reconocido 'abrazafarolas' y les coloquen como candidatos en las elecciones… y las ganen.

Vamos a necesitar unir y combinar muchos espejos para combatir a esta gorgona con extensiones de serpiente.

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