Los alcaldes del PP en las ciudades y pueblos de la provincia de Cádiz han formado un consejo que, obviamente, se llama Consejo de Alcaldes, no va a ser cosa de andar complicándose nada más empezar. Bueno, en realidad ya existía, solo que ahora que gobiernan en Jerez y Cádiz tiene más poderío. Se trata de un club que solo requiere de tres condiciones para formar parte, pero aun así es muy exclusivo, no vayan a pensar: ser alcalde, del PP y de la provincia de Cádiz, lo que arroja un total de once miembros. Por ahora no ha habido ningún esaborío y al menos en unos cuantos meses no se espera la aparición de algún díscolo, que las cosas ahora mismo están muy bien para el partido, así que el número once tiene pinta de quedarse durante los cuatro años de la legislatura.
En principio, Algeciras ha hecho de anfitrión del Consejo de Alcaldes. El club aspira a tener periodicidad en sus reuniones, aunque por ahora no ha trascendido la misma. Cabe suponer que serán tres o cuatro reuniones al año, seis parecen muchas y mensual, cuando empiece a girar la pelota, será un mundo. De todas formas, la cosa no es tanto de estatutos escritos como de chat de whatsapp, eso sí, procurando no caer en la prodigalidad tipo los chats de las AMPAs.
Dando vía libre a la imaginación, en parte por la naturaleza del cronista, en parte también por efectos de la propia naturaleza y el cierto delirio al que no lleva el calor extremo de todos los años por estas fechas, uno se quiere imaginar unas reuniones algo al estilo de los Búfalos Mojados de la serie de dibujos animados de los Picapiedra (no confundir con las películas), que eran una mezcla de logia masónica y de los amigos de bolera del Gran Lewobski… pero en realidad todo aquello de los Búfalos Mojados era muy aparatoso y a la vez un tanto inseguro, tal vez en la Edad de Piedra se podía andar descalzo pero en 2023… no sé si alguien hizo la prueba el otro día en Algeciras, pero no es nada recomendable andar sin ningún tipo de calzado, a no ser que seas un guais que quiera sentir el contacto pavimentado de la Madre Tierra a la vez que tienes poca afición al jabón, o seas Silvana Mangano en ‘Arroz Amargo’, que ahí sí que puedes hacer exactamente lo que te parezca.
Al final, el Consejo de Alcaldes, seguro que será una cosa así como tirando a reunión de Tupper (por ahora nos quedamos con la versión clásica), con los alcaldes veteranos dando consejos –de ahí que sea un ‘consejo’, al borde de la tautología- a los más bisoños. En este Consejo, el papel de la alcaldesa de Jerez de la Fra será clave, con María José García-Pelayo iniciando su tercer mandato en la ciudad más poblada de toda la provincia, mientras que en Cádiz se inicia un novato… nacido en Jerez de la Fra, icono, como dicen ahora los periodistas para referirse a cualquier pamplina, de la distensión actual entre la capital de la provincia y la capital del Marco.
Después de una pequeña oración de loa a Juanma (en Andalucía solo hay un Juanma por encima de todas las cosas), en la reunión del Consejo de Alcaldes se da paso a la lectura del orden del día. Ese orden del día, salvo cuando haya un problema de verdad, siempre es más o menos el mismo: recordatorio de mantener las puertas abiertas a la oposición; repaso a la operación limpieza de cada ciudad (el de ‘limpieza permanente’ tiene algo de concepto trotskista, al menos en lo que se refiere a su enunciado); felicitación a las Policías Locales, haya motivo o no, y conclusiones sobre las respectivas reuniones con los comerciantes y vecinos del centro para conocer de primera mano sus problemas y buscar soluciones. “En política, como dijo Cela refiriendo a España, el que resiste gana”, concluye Pelayo cualquier pregunta de algún joven edil mientras enarca la ceja derecha y deja caer levemente la cabeza hacia la izquierda, dando a entender que, evidentemente, se está poniendo de ejemplo a sí misma…
El encuentro concluye con una pequeña oración de agradecimiento a Juanma por haber hecho posible la reunión y la existencia del propio Consejo… y los Búfalos Mojados, perdón, los once alcaldes, se emplazan para dentro de tres o cuatro meses en otra localidad en la que, claro está, gobierne el partido.
Por supuesto, a la salida los miembros del club se preguntan entre sí por cómo va la universidad de la niña, que cómo le va al niño en el Erasmus de Malta o si por fin la chiquilla lo ha dejado con el novio que está claro que toma ‘pastis’… incluso cuatro o cinco que no tienen prisa se quedan tomando unas cañas y hablan de fútbol, de los rivales políticos y se marcan algunas pequeñas maldades sobre el partido, pero nada serio. Todo como tiene que ser, un poco a la manera del eslogan de la bandera de Brasil, “orden y progreso”.
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