Con el fin del verano, ese olor ha vuelto a Jerez de la Fra. Al principio piensas que es un problema de alcantarillado, que habrán estado removiendo ‘algo’ (bonito eufemismo) y que por eso huele. Ya saben, hay cosas que es mejor no remover, porque cuanto más se hace, el dicho popular dice (con razón) que más huelen, pero cuando ya no les das importancia –o se han acostumbrado las pituitarias, vete a saber– doblas una esquina ¿y qué ocurre? Pues que huele aún peor. Bueno…
El otro día, me comentan, un par de chavales ni nativos ni residentes en Jerez de la Fra, alertados por el olor, acabaron mirándose la suela de los zapatos, por si acaso, para descubrir que allí no había nada, los restos de algún chicle, si acaso.
El caso es que ese cierto ‘olorcillo’, que los que vivimos, trabajamos y salimos por el centro de Jerez de la Fra pensábamos que, de alguna manera, era nuestro, que nos corresponde (el centralismo alcanza a tantas facetas de la vida) por el simple hecho de vivir donde vivimos, igual que nos corresponde el pis de las Zambombas o los restos de las bolsas de patatas fritas de las procesiones, resulta que no, que es de todos. Así es, perfumada lectora, ‘escamondado’ lector, un compañero de trabajo que vive por la zona norte –por cierto, no muy lejos de donde viven la actual alcaldesa y la anterior… cada una en su casa, eh, eso sí– refiere un episodio terrible de olor hace escasamente unos días, de andar cerrando puertas y ventanas, de echar de menos un búnker atómico en el que guarecerse toda la familia, nada que ver, al parecer con ese ‘olorcillo’ céntrico, tamizado al parecer por siglos de historia.
El año pasado, este cronista no recuerda que hubiera dicho episodio oloroso, aunque recuerda perfectamente el del final del verano y comienzo del otoño de 2022. En aquellas fechas, el tema del misterioso ‘olorcillo’ de Jerez de la Fra estuvo a punto de acabar en el programa de Iker Jiménez, ya que las teorías se sucedían. Personalmente, a este cronista le seducía la de la macrogranja de cerdos que se había instalado en algún punto del campo, nadie sabía en qué dirección, pero eso sí, muy cerca de Jerez ciudad. Nadie vio nunca ni la granja sobredimensionada ni a los miles de cerdos, pero en aquel tiempo de zozobra hubo quien indicaba que equis amigo, equis familiar, había visto aquel edén porcino, mientras que el resto de mortales, periodistas o no, pedíamos unos detalles y una ubicación que no llegaron nunca…
Por supuesto se echó un vistazo también a la azucarera y a sus balsas de decantación… este cronista conoce a unos policías nacionales de origen gallego que hace años estuvieron viviendo un tiempo en Jerez (no sé si destinados en la comisaría de Jerez, creo que no) y que aún recuerdan lo que era la ciudad en plena campaña remolachera… ya sin acritud, solo a modo de entablar conversación porque saben que vives en Jerez, todavía escucho: “¿Y Jerez, qué? ¿Cómo ha ido este verano la peste de las azucareras?”, da igual que por quinta o sexta vez les digas, unas vacaciones tras otras, que hace ya años que ese olor no existe, porque no se lo creen: ese olor se les ha quedado para siempre, para ellos es una prueba.
En realidad, hace dos años, ya quedó desvelado el misterio y cabe suponer que el episodio que hemos vivido a finales de septiembre tenga el mismo origen ya que huele igual, no creo que un maestro perfumista, un fino enólogo pueda descubrir matiz novedoso alguno. Jerez huele igual que hace dos años, cuando se vio rodeada de toneladas de estiércol en el viñedo, abono que olía más y peor precisamente por su origen orgánico, que nadie le dijo a la humanidad que el abandono paulatino de la química y su sustitución por productos más, digamos, ‘naturales’, iba a ser un 'camino de rosas'.
Pues vamos acabando. El artículo se acaba y, como esos artículos ‘gancho’ tan frecuentes en el periodismo digital, no les hemos dicho, exactamente no, a qué huele Jerez de la Fra estos días. Para los de fuera... Pues, nada, en estos tiempos de viajes (la mayoría sin ton ni son: este, al menos, estaría fundamentado) vengan a la muy noble, muy leal y muy olorosa (y no por el vino) ciudad de Jerez de la Fra y descubran ustedes mismos a qué huele…
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