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La Zambomba: una historia de atracción y desafecto (creciente)

Igual que hay miles de personas que llegan para disfrutar de la fiesta navideña jerezana durante el puente de la Constitución, son cientos los vecinos del centro que, en la medida que pueden, ponen tierra de por medio

05 de diciembre de 2024 a las 18:36h
Zambombas. Las calles Larga y Lancería y la plaza Esteve, llenas el  pasado viernes para ver la zambomba del Gallo Azul.
Zambombas. Las calles Larga y Lancería y la plaza Esteve, llenas el pasado viernes para ver la zambomba del Gallo Azul. MANU GARCÍA

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Bueno, pues ya está aquí el puente de las Zambombas, digo, de la Constitución-Inmaculada, a elegir. Se trata de unas fechas en las que los habitantes del centro que pueden hacen planes: Las Jornadas del Retinto en Conil; ir a Barbate en plan atún-atún; un par de días en el Algarve a pasear por la playa; dos o tres días en la Sierra de Aracena a trabajarse el ibérico; unos días prenavideños en Madrid… Por supuesto, quien tiene una casa en la playa o en la sierra va a otro nivel: seguro que han tomado posesión ya el jueves por la tarde o el viernes por la mañana de eso que se da en llamar segunda residencia. Este cronista quiere dejar claro que los cinco o seis planes que ha expuesto unas líneas más arriba no han salido de su mente, qué va, los ha recogido entre amistades, vecinos y parroquianos (de bar, se entiende) que residen en el centro-centro.

Nadie, tengo que decir que absolutamente nadie, ha manifestado “este puente voy a ir a dos o tres Zambombas”, como mucho se ha quedado en “salir a dar una vuelta” o similar. Vaya, que no se mueve, que no se va, pero participar, lo justo. Es lo que hay. Una buena parte de la ciudadanía centruna le está cogiendo gato a lo de las macrozambombas o, al menos, se reserva para los dos últimos fines de semana, que se da por hecho que serán más accesibles, después de la avalancha de personal de fuera que se da cita en Jerez durante el puente para disfrutar –hoy por hoy se llama disfrutar a cualquier cosa– de la tradicional Zambomba de Jerez (por cierto, alguien debería hacer algún tipo de encuesta sobre el grado de satisfacción de lo vivido por gente de fuera en las Zambombas de Jerez... y no me refiero a tres o cuatro colegas que han alquilado un piso turístico, que es evidente a lo que vienen, sino más bien a gente más madura que se permite un hotel de cuatro estrellas: de verdad que tengo auténtica curiosidad por saber qué han vivido, qué opinión tienen y si hay intención de repetir).

Mientras crece el cuestionamiento del modelo actual, impulsado por el propio Ayuntamiento, la percepción del fenómeno por parte de los vecinos también está creciendo porque del hastío se está pasando a la indignación: indignación por ruidos a cualquier hora del día y la noche, riadas de pis, confinamiento de facto de vecinos en algunas zonas, peleas e incluso, lo último, alguna sirla que otra, que también se están produciendo.

Bien, eso es lo que hay. El concejal responsable del gremio turístico, Antonio Real, insistía en una jornada sobre la Zambomba organizada el pasado miércoles por lavozdelsur.es (apertura de Diálogos de Ida y Vuelta), en que el turismo no es un sector, es una industria (mantra del PP andaluz) y que, en consecuencia, la Zambomba debe ‘venderse’ (al concejal no le gusta la expresión ‘poner en valor’: ahí hace bien) como un polo de atracción turística más. No es una opción navideña más, hoy por hoy es la oferta. Pero hay que insistir: no se trata de llenar estos días hoteles y restaurantes, no de cualquier manera. La versión ‘macro’ de la Zambomba lleva consigo unos daños colaterales de primera magnitud que, difícilmente, podrán ser revertidos a través de la ordenanza municipal que se ha anunciado hace unos días. Los políticos actuales intentan sorber y soplar a la vez y eso es de las pocas cosas que están demostradas que no pueden ser. En ese sentido, no se pueden anunciar ahora unas futuras ordenanzas como respuesta a las críticas crecientes en Jerez y, a la vez, ‘conceder’ un fin de semana más para la explotación, hasta el infinito, de esta fiesta. No se puede contentar a todos, así de simple.

Mientras el debate para algunos sigue siendo algo de tipo, digamos, antropológico, si las macrozambombas desvirtúan o no la Zamomba tal y como originalmente se gestó (ya saben, grupo de vecinos y familiares, patio, candela, vino y algún dulce mientras se cantan, sin micrófono, coplas y romances antiguos más que villancicos al uso, 'Micaela' incluida llegado el caso), para buena parte de los habitantes del centro hace tiempo que el tema entró en otra dimensión: en el mejor de los casos, se trata solo de sobrellevarlo, sobrellevar estos cinco fines de semana (estamos en el tercero, el gordo) hasta que llegue el 24 de diciembre y la ciudad entre en otra fase. Eso hasta que a alguno de los que mandan se le ocurra que por qué no zambombear toda la Navidad o todo el mes de difuntos, o los dos, que total, visto lo visto, tanto da…

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