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Masái

Me asombra que alguien blanco con todos los matices de blanco, desde el más oscuro al más claro, pueda sentirse “la raza superior”

06 de abril de 2025 a las 11:48h
Una mujer masái, en una imagen en redes sociales.
Una mujer masái, en una imagen en redes sociales.

Después de tantos días seguidos de lluvia, el aire que respiro parece limpio de agentes contaminantes como atestigua el verde de los  jardines de una ciudad  invadida por automóviles y motocicletas. Pura apariencia. 

A pesar del mal tiempo, viajamos. Aunque diluvie, no  podemos quedarnos quietos. Las agencias no paran. Queremos conocer al otro, observar sus ángulos obtusos,caminar por puentes centenarios sin encontrarnos con colegas del trabajo, librarnos de nosotros mismos y de nuestras rutinas, de la pura repetición de cada día, de los mismos rostros aunque sean diversos, descubrir calles y tiendas que huelan a destiempo y a papel de estraza,salir de la microesfera para toparnos con la pura materialidad de la vida ajena construida a partir de signos que ignoramos. De ahí el misterio. 

Si pudiera viajar en otoño o en primavera, me iría al corazón de África. Salir del a priori y entrar en la pura experiencia. Viajera o turista. Igual me da con tal de conocer desde adentro lo que hasta ahora solo es un afuera. Vivencia lo llaman.

Los masai son un pueblo seminómada de no más de 850.000 personas desplegadas por Kenia y Tanzania. Yo tenía una granja en África… La Blixen pareció conocerlo bien. Colonialismo. Los masáis son también un pueblo guerrero que observa costumbres muy arraigadas en la tradición. Casar a las niñas, mutilarlas genitalmente, son algunas de ellas. La pobreza extrema limita su acceso a la educación, a la sanidad, al agua potable. De ahí la dificultad de acabar con esas prácticas que atentan contra la integridad moral y física de las mujeres y niñas.

Las mujeres masáis me asombran. Se rapan la cabeza. La melenas las llevan ellos. Diseñan  y construyen sus chozas, pastorean el ganado, hacen abalorios, cuidan de sus hijos, son esposas de maridos polígamos. A los europeos nos gusta mucho preservar el mundo y guardar una parte de su hábitat natural para luego rodar y usarlo como si fuera un parque temático. 

En nuestra cultura global, ahora amenazada de muerte por impuestos arancelarios, todos copiamos de todos. Tatuajes, piercings, enormes y coloridos pendientes, collares, y un largo etćetera provienen de culturas ancestrales, de países cuyos habitantes siguen viviendo al margen de la civilización occidental. Estéticas inspiradas por personas que no saben que su manera de mostrarse es tendencia en el mundo de los rascacielos e internet.

Me asombra que alguien blanco con todos los matices de blanco, desde el más oscuro al más claro, pueda sentirse “la raza superior”. La belleza no se contempla con los ojos pero es indudable que mirar esos cuerpos tan esbeltos y esos bellos rostros, remite a la  idea de un absoluto que se hace carne al contemplarlos. Somos cuerpo. 

Sin embargo, algo se mueve. Todo cambia y evoluciona. También en el mundo masai. Como muestra: la organización para el desarrollo de la mujer masái (MWEDO), cofundada y dirigida por Ndinini Kimesera, imparte cursos para que las mujeres salgan de la miseria mediante el emprendimiento (1). La educación despierta en las mujeres la conciencia de sus derechos tales como poseer y heredar tierras. 

Entre 2011 y 2016 cientos de mujeres masáis han encontrado empleos y han mejorado su economía familiar gracias a esta organización y a la ONU. Hay niñas que pueden estudiar e incluso licenciarse en la universidad y que escapan del matrimonio forzoso que suele producirse entre los 12 y 15 años. Si hay modelos o referentes de otras mujeres y por tanto, de lo que llamamos “empoderamiento”, las mismas niñas apuestan por el colegio y rechazan el casamiento, cosa difícil ya que los matrimonios son concertados por sus padres.

Ahora que la guerra comercial emprendida por Estados Unidos obliga a emprender relaciones comerciales más estrechas con otros países, tenemos la oportunidad de abrirnos a un continente no para esquilmarlo sino  para abrir vías para un buen desarrollo. Comercio justo, importar y exportar. Modernizar y crear. La cooperación es fundamental. Lo cierto es que una nueva configuración geopolítica lo está poniendo todo patas arriba pero, como se suele decir, puede ofrecer nuevas oportunidades y estrechar lazos entre Europa y África. Tal vez sea el momento de un cambio que afecte en profundidad a la mejora de la vida de mujeres, de niñas y de niños, y de hombres. Me refiero a la de todos, incluidos nosotros.Nada humano me es ajeno y menos aún si el humano es mujer.


1.  Saliendo de la boma: las mujeres masái de Tanzania se hacen cargo de sus propias vidas y de su sustento. En https:// unwomen.org/es/news/stories/2016/10/maasai-women.

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