Se conmemora los próximos días el nonagésimo segundo aniversario de los acontecimientos que tuvieron lugar en Casas Viejas que conocemos como Los Sucesos o La matanza. Este año, entre los actos programados está la recreación que realizan el grupo de teatro local Hijo de la Luna y un numeroso grupo de vecinos.
Todo un esfuerzo puesto a disposición de la memoria de una comunidad que vivió demasiado tiempo bajo la pesada losa del miedo y la vergüenza. Otro acto es la conferencia que Enrique Javier Díaz, profesor de la Universidad de León, impartirá el sábado 11 en el Aula de Historia 'Salustiano Gutiérrez Baena' con el título de La asignatura pendiente: la memoria histórica en la educación a la que seguirá una puesta en común de experiencias memorialistas realizadas en diversos centros educativos.
Vaya por delante que considero que todo lo que se haga por difundir la memoria histórica no sólo necesario sino además una obligación de autoridades y ciudadanía. Pero no creo que el concepto memoria histórica, tal como nació, pueda relacionarse con lo ocurrido en enero de 1933 en la localidad gaditana. Pienso que memoria histórica debe circunscribirse a la represión que llevaron a cabo los golpistas entre 1936 y 1939 y la de la dictadura franquista hasta 1978. El término, tan denostado por la academia y ampliado después a memoria democrática, fue creado por iniciativa de las asociaciones y familiares que, a finales del siglo pasado, decidieron que ya estaba bien de seguir teniendo miedo y vergüenza y obedecer las consignas de los partidos y sindicatos protagonistas de la transición.
No fue un camino fácil, ni lo sigue siendo, pero si algo estaba claro es que el objetivo de buscar la verdad, la justicia y la reparación, se refería en exclusiva a los más olvidados de los olvidados: a los miles de personas asesinadas por los golpistas y el franquismo, en especial, en sus primeros años.
No habían sido reconocidas, por supuesto, y cuando lo fueron se hizo con la boca chica a lo largo de las décadas de la dictadura. Incluso así ha sido tras la restauración monárquica y la democracia parlamentaria. Así que fue necesario recordarlas, ponerlas en la verdad histórica y proporcionarles justicia y reparación. Todo lo que llevaban décadas faltándoles y siguen, en la actualidad, careciendo. Porque, en realidad, nunca ha existido una auténtica voluntad por parte de las administraciones de realizar políticas de memoria activas profundas. Como tampoco, hay que decirlo, de una mayoría de la sociedad. Así que seguimos estando donde estamos.
La mayor parte de lo realizado lo ha sido por la presión, de las asociaciones de memoria y familiares que han obligado a las administraciones que se consideran progresistas a avanzar por un camino que no tenían demasiadas ganas de recorrer. Recorrido en el que se ha ido desdibujando el concepto base memorialista, memoria histórica, para ampliarla en el tiempo y en su contenido. Hoy ya se habla de memoria histórica de los romanos o los fenicios y se declaran lugares de memoria histórica espacios relacionados con la constitución de 1812 en Cádiz o el teatro de las Cortes en San Fernando. Un totum revolutum en el que salen perdiendo, una vez más, los asesinados por el golpismo y el franquismo que se diluyen.
Pero, lo que considero un hecho que alcanza un nivel preocupante, efecto boomerang incluido, es cuando se pretenden aplicar la memoria histórica a hechos como la matanza de enero de 1933 en Casas Viejas. Algo que va cogiendo cada vez mayor alcance durante estos últimos tiempos. Ahora en los actos de este año se anuncia, dentro de ellos, la conferencia y el encuentro señalado dentro de una Jornada de Memoria Histórica de La Janda.
Repito creo que estas actuaciones deben realizarse, pero no dentro del contexto de lo que fue una matanza que se intentaba ocultar por razones de Estado, que fue protagonizada políticamente por un gobierno de centro izquierda republicano socialista y que entra de lleno en la historia de la infamia de la represión social por el Estado. Olvidarnos de ello y relacionarla con la represión golpista y franquista no solo pone un preocupante objetivo en el punto de mira de la derecha y la ultraderecha, sino que hacemos nuestros sus argumentos sobre los bandos y que todos fueron iguales.
Una cosa es, como dijo Bakunin, que los estados sólo puedan sostenerse mediante el crimen y otras que consideramos a los golpistas de 1936 y a la democracia liberal republicana iguales. Sin darse cuenta, pienso que cuando se incluye en la memoria histórica a la Segunda República que no se hace otra cosa que legitimar al golpismo. Más pronto que tarde veremos como la extrema derecha hace bandera de eso. Al igual que de aquello de 'todas las víctimas'.