El 7 de noviembre de 1953 la abogada gaditana Mercedes Formica, al poco de colegiarse en Madrid, conseguía publicar un artículo en el que denunciaba la triste existencia de una mujer, Antonia Pernia Obrador, que soportaba como podía los continuos malos tratos de su marido ante la imposibilidad de separarse.
"En un hospital madrileño agoniza una mujer, víctima de doce cuchilladas". Así comenzaba el valiente escrito, que llegó a estar retenido tres meses por la censura. ABC fue la plataforma escogida, ya que la autora pertenecía al equipo de colaboradores de este diario. Sabía que la noticia desentonaba, no ya en este medio, sino en cualquier otro. Era un asunto que se consideraba privado y nadie se había atrevido a meterse en lo que sucedía en el interior de las paredes de un hogar, esfera sagrada para la dictadura franquista. Las mujeres se encontraban absolutamente desamparadas. La Sección Femenina, con Pilar Primo de Rivera a la cabeza, divulgaba consignas bajo lemas medievales que las reducían a la inactividad y las destinaban al yugo de los hombres, en especial, cuando contraían matrimonio; las leyes, por su parte, hechas por y para ellos, confirmaban esta idea. Poco margen había de actuación. Pero Mercedes Formica no se resignó. Abrió su propio bufete en su domicilio del Paseo de Recoletos y se dispuso a atender, especialmente, a mujeres maltratadas, labor que le permitió conocer la escalofriante situación jurídica en la que se encontraban y que no aparecía en los libros. Para agitar conciencias adormecidas, decidió denunciar el caso de manera pública. El artículo decía:
"Nuestro Código Civil, tan injusto con la mujer en la mayoría de sus instituciones, no podía hacer una excepción con la esposa, y la casada que se ve en el trance de pedir la separación, aun en aquellos supuestos en que su inocencia está comprobada, ha de pasar por el previo depósito, que en este caso habrá de ser realizado fuera del domicilio conyugal, y ya el proceso de separación en marcha, el juez le entregará o no le entregará los hijos, los bienes muebles, fijará una pensión alimenticia, pero lo que ningún magistrado sentenciará –entre otras razones porque carece de facultades para ello– es que sea la esposa la que permanezca en el domicilio conyugal y sea el marido culpable el que lo abandone. En otra época, la medida, aunque injusta, planteaba problemas secundarios; hoy esta parcialidad lleva a las cuchilladas".
Periódicos y revistas españolas se hicieron eco de las reivindicaciones de la abogada. ABC abrió una encuesta para que expertos en la materia analizasen la cuestión y, al poco tiempo, el asunto alcanzó el ámbito internacional, promovido, secretamente, por la autora: "Lucha la abogada de 40 años, Mercedes Formica, la que pide la igualdad en el Derecho Matrimonial. Hoy tienen que abandonar las mujeres españolas sus hogares y sus hijos cuando se separan. Una disposición que la señora Formica marca a hierro candente y considera injusta" (Kölner Stadt-Anzeiger); "Leyes deplorables para la esposa española" (The New York Times), "Mejores leyes para las esposas españolas" (Montreal Gazette), "Creciente emancipación de las mujeres españolas" (The Daily Telegraph). Time dedicó una página al revuelo con el sugerente título de SPAIN: Woman’s day? Y recogió algunas reacciones: "Creo que se avecina un torbellino; gracias a Dios, mi esposa no lee los periódicos". La prestigiosa revista proponía que el 7 de noviembre fuese designado "Día de la Mujer en España". Por su parte, Robert Capa, de la agencia Magnum, envió a la fotógrafa Inge Morath a España para hacerle un reportaje: "Irás a España. Tienes que ver a una mujer extraordinaria. Se llama Mercedes Formica, es abogado y defiende a las mujeres que no pueden separarse de sus maridos".
El artículo cayó "con buen pie", reseñaría Lidia Falcón en su libro Mujer y sociedad de 1973, elogiando la actuación de la gaditana. Josefina Carabias la denominó "la campeona de los derechos de la mujer en España" e indicó que el revuelo que generó "solo podía ser comparable con el del ¡Yo acuso…! de Émile Zola". Las leyes se habían convertido en una densa red que atrapaba a las mujeres sin posibilidad de escape y, por otro lado, concedían potestad a los maridos para ejercer el maltrato e incluso el uxoricidio.
Antonia Pernia no era "masoquista", como insinuó un periodista. Simplemente, no podía hacer nada. Mercedes Formica se ocupó de ella y era consciente de que, si solicitaba la separación, quedaría sin nada: sin casa, sin hijos, sin bienes. La abogada solicitaba una reforma justa del Código Civil con el objeto de que, en situaciones de desavenencias matrimoniales, si se llegase a pedir la separación, los jueces tuvieran facultades para otorgar la titularidad del domicilio conyugal al cónyuge inocente, en este caso a la esposa, puesto que, en definitiva, entendía que el domicilio conyugal era la casa de la familia y no "la casa del marido", como había señalado la ley desde siempre, y, asimismo, que se pensara en el bienestar de los hijos menores que el matrimonio tuviera y en su estabilidad emocional.
Tras recorrer distintos foros, redacciones y entrevistarse con Franco, porque todo tenía que pasar por él, y conseguir persuadirlo, el 24 de abril de 1958 se aprobó la reforma de 66 artículos del Código Civil, que afectó a otros cuerpos legales como el Código de Comercio, Ley de Enjuiciamiento Civil y Código Penal, y que Antonio Garrigues denominó, en honor de su impulsora, “la Reformica”. Se trató de la primera reforma del Código Civil para incluir derechos a las mujeres desde su promulgación en 1889. Un hito fundamental en el camino hacia la igualdad, como también lo fue el originado por otra abogada, esta más recordada, María Telo, que luchó por erradicar la licencia marital, y que no fue un realidad hasta 1975, aunque Formica también reivindicó este paso. Todos los avances cuentan o deberían contar, pues la evolución de la situación de la mujer en España conviene hacerla con perspectiva histórica. No se comprende por qué se han de ensalzar unos y silenciar otros. La reforma del 58, entre otras medidas, suprimió el ignominioso precepto del "depósito de la mujer casada" en trance de separación y "la casa del marido" pasó a ser el domicilio conyugal, con lo cual las mujeres dejaban de ser meros objetos, que podían depositarse en otro lugar si estorbaban, para ser personas con derechos.
En Cádiz, en octubre de 2015, el gobierno municipal retiró el busto que poseía en la plaza del Palillero, según se argumentó, por "fascista, fiel a la obra de Franco y defensora del modelo de mujer del régimen". Todo por haber militado desde 1933 hasta 1936 en Falange (de los 20 a los 23 años), movimiento del que se desvincula una vez fusilado el líder. En los años cincuenta Mercedes Formica iba por libre y se sintió, en varias ocasiones, amenazada por el poder. La Sección Femenina la tildaba de "no ser trigo limpio", precisamente, por sus actuaciones feministas. No obstante, en mayo de 2018, el Ayuntamiento de Madrid, que entonces dirigía Manuela Carmena, de similar signo político que el gaditano, le dedicaba una calle en su honor "por haber denunciado la vida de las mujeres casadas víctimas de violencia", después de aprobarlo el Comisionado de la Memoria Histórica.
Antonia Pernia Obrador sobrevivió gracias a la penicilina. Representaba un símbolo: el de la buena esposa, excelente madre de familia, como era requerido entonces, a la que una injusta ley estaba a punto de conducirla al inútil sacrificio de su vida. Por eso, la gaditana manifestaba: "Hora es ya de prevenir en lugar de lamentarse, de escoger el camino del diálogo y no el de la violencia".
Noviembre (en especial, el día 25) es un mes para ahondar en la concienciación de la lucha contra la violencia machista y es, casualmente, el mes en el que Formica publicó el artículo que aquí recordamos y que significó un lacerante grito en el silencio en este sentido.
Miguel Soler Gallo es doctor por la Universidad de Salamanca e impulsor del legado de Mercedes Formica
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