Ojú, cómo pasa el tiempo ¿verdad? Mi hija ya está en esa edad de las dudas y preguntas. Hace poco me vino: Papá ¿de dónde soy yo, de Algeciras o de Sevilla? Un día después, estábamos en el jardín plantando esquejes de melocotón, y se me queda así mirando: Papá ¿tú eres de izquierdas o de derechas? Y ya anteayer en el supermercado, llevaba el carrito ella y yo me inclinaba a por el cartón de la leche cuando me lanzó: Papá, ¿tú crees que soy chica o chico? Le respondí con la leche que más calcio tenía bajo el brazo: Cariño, atiende. Tú eres del Betis y con eso ya tienes bastante, capisci?
Pero es muy insistente, diría yo obsesiva -en esto ha salido a mí- y hoy camino del colegio, con cara de no haber pegado ojo la pobre, me dice: papá ¿tú crees que soy buena? Y aquí ya se me cogió el pellizquito, citando al maestro Mercé. Angelita, déjate en paz y vuela.
¿No se dice que un hijo te trae recuerdos de aquella juventud? En este asunto me han venido a las mientes mis lecturas de Friedrich Nietzsche (1844-1900). Ya lo sé, debiera yo mentarles a alguien más agradable, con credenciales generalmente admitidas, pero es que sus libros eran los más baratos en las ferias de pueblo: El Anticristo; Cómo se filosofa con el martillo; El viajero y su sombra; Aurora… Me los leí todos al ocaso de todos los soles estivales. Ahí Nietzsche insistía en denunciar aquello del espíritu de la pesadez.
Creí entender que era mejor vivir ligeramente, evitando la sobrecarga inquisitiva (bastante tengo con saber lo que quiero como para saber también por qué lo quiero); la memoria torturadora (…el olvidar representa una fuerza…); desasiéndonos de la mística de los conceptos (Temo que no nos libraremos de Dios mientras sigamos creyendo en la gramática.’); y en fin, mejor viviendo a la grecolatina (‘Todas las verdades que se callan se vuelven venenosas). Podría seguir así hasta cumplir con las 550 palabras del artículo, porque las frases de Nietzsche son muy buenas. Pero ya no lo leo.
A mi hija le diría yo todo eso de que no se desviva enredada por la densidad moral y que intente desvelar la verdad a través de las apariencias. Pero creo que voy a repetir lo que hicieron conmigo: no darle la chapa y hacerle sufrir con el silencio. Por otra parte tampoco le quiero recomendar que lea a Nietzsche, a ver si va a creerse que es una leona, un águila, o peor aún, un profeta iraní muy antiguo, porque a esta edad son muy del método Stanislavski.
Que sea lo que quiera ser, y si es posible, que sea lo que pueda ser, y si no le molesta mucho, que sea lo que es. Pero esto es una licencia que me permito con ustedes, que sólo me soportan una vez a la semana. Tranquilos, no vengo yo a decir ahora lo que ustedes son, ya saben, por lo del silencio y evitar convertirme en un pesado-obsesivo (Todos los mendigos se vuelven hipócritas como todos los que hacen su profesión de una penuria. El viajero y su sombra).
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