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Al principio me pareció una tarea imposible. ¿Cómo empaquetar 30 años de vida en 8 cajas? ¿Cómo seleccionar las cosas que te puedes llevar? 

Hace unos días estuve explicando a una amiga como ha sido mi experiencia de trasladarme a vivir a Jerez desde Barcelona. Lo primero que le expliqué fue que tuve que empaquetar mi vida en 8 cajas. Y ella dijo: Mi vida en 8 cajas, buen título para un artículo. Pues sí. Y aquí va.

Me puse un presupuesto limitado para el traslado y no alcanzaba para una mudanza en camión de una ciudad a otra. Después de hablar con un servicio de mensajería y tantear las tarifas supe que, más o menos, podía enviar a Jerez unas 8 cajas. Estaba claro que no podía traerme todas mis cosas. Las cosas que vas acumulando después de casi 30 años de vida en Barcelona. Y son muchas cosas.

Así es que, sin darme cuenta y sin saberlo, empecé a practicar el desapego. Una práctica que no solo tiene que ver con la limpieza material sino también con la emocional.

De hecho, luego supe que una japonesa, Marie Kondo, ha vendido más de 5 millones de ejemplares de su libro que explica precisamente esto: cómo hacer limpieza de tu casa, cómo desprenderte de las cosas que ya no utilizas y cómo esta limpieza repercute en tu estado emocional. Y yo sin saberlo, creo que seguí muchas de sus recomendaciones.

Al principio me pareció una tarea imposible. ¿Cómo empaquetar 30 años de vida en 8 cajas? ¿Cómo seleccionar las cosas que te puedes llevar? Y lo más difícil: ¿Cómo desprenderte de cosas que han sido y son valiosas para ti?

Empiezas a seleccionar, y te das cuenta de muchas cosas. Lo primero, es ver la gran cantidad de cosas que tienes y que ni siquiera sabes que tienes. Acumulamos y acumulamos cosas a las que ya no damos uso. Lo segundo que vi es la gran cantidad de espacio que necesitas para estas cosas. Yo tenía el privilegio de vivir en una casa de más de 200 metros cuadrados, y entre yo y mi expareja la teníamos llena hasta arriba. Y entonces es cuando asimilé la incoherencia de esta forma de vivir: comprar cosas, acumularlas, no usarlas y necesitar una casa grande, demasiado grande, para almacenar todo esto.

Lo primero fue decidir las categorías de cosas que iba a llevarme. Fueron cuatro: ropa, libros, música y objetos personales varios. Me gustó ver que yo misma decidí que para mí, cosas como libros o música eran más importantes que muebles o poder llevarme más ropa.

Empecé a organizar por cajas. Abriendo armarios, estanterías y cajones y distribuyéndolos a su vez en varias categorías. Es inimaginable la cantidad de cosas que tenía y que no usaba. Me enfadé conmigo misma. Y me prometí no volver a vivir así nunca más.

Tenía más o menos espacio para cuatro cajas de ropa, una para zapatos, dos para libros, y una para música y objetos personales. Y así empezó el ejercicio del desapego: seleccionando lo que me iba a llevar y lo que no. Y decidiendo que hacer con todo lo que no podía llevarme. Y no sé si Marie Kondo lo menciona en su libro, creo que sí, pero la sensación y la experiencia fue mucho más allá de una limpieza de casa y de armarios. Fue liberadora. Y con muchas repercusiones a nivel emocional.

Fue uno de los mejores ejercicios que he hecho en mi vida y que me he propuesto hacer de nuevo cada cierto tiempo. Acumulé unas 20 cajas de ropa que no podía llevarme. Entre ellas cosas nuevas y en perfecto estado, algunas incluso con la etiqueta puesta. Algunas cosas las vendí, pero fueron las menos. Algunas cosas las tiré, las que consideré que estaban demasiado viejas y maltratadas incluso para donarlas.

En mi zona, las ONG debieron de notar mi traslado, ya que llené de ropa en perfecto estado muchos de los contenedores con objetivo social que tenía cerca. No cabían mis cosas en un mismo contenedor de golpe y lo tuve que ir volcando en varios días y varios contenedores. Y regalé muchas de ellas. Me dediqué a regalar cosas a mis amigos, a mis compañeros de clase de flamenco, y a amigos de amigos que ni siquiera conocía pero que necesitaban lo que yo no.

A nivel emocional, os puedo decir que no hay nada más gratificante que ver como a otra persona se le ilumina la cara al darle un vestido que le encanta, un bolso o una falda de flamenco nueva y ver que a ella le sienta mejor que a ti. Nunca olvidaré esas sonrisas y esos agradecimientos. Y eso me llenó el alma de nueva y buena energía.

Leyendo por internet, veo que lo que hice fue practicar el desapego. Y es una práctica que recomiendo a todo el mundo. No solo es practicar el desapego material, este ejercicio se convierte también en un ejercicio terapéutico a nivel emocional. Lo que haces con lo material, se refleja en lo emocional.

No solo es practicar el desapego material, este ejercicio se convierte también en un ejercicio terapéutico a nivel emocional

Te llena de energía positiva. Sacas cosas de tu vida, dejando espacio para las nuevas. Te das cuenta que acumulando cosas, en definitiva acumulas pasado. Y el pasado tenemos que aprender a dejarlo ir, y dándole las gracias por lo que nos ha dado. Limpiar un armario es como limpiar tu alma y tu vida: tiras lo que no necesitas, o lo que no te hace bien, para dejar entrar el aire y dejar entrar nuevas cosas en tu vida. Y para conservar solo lo que te hace feliz de verdad.

Al final me di cuenta que por ejemplo era más importante para mí traerme cosas con mayor valor a nivel emocional que valor material. Como cartas personales, mi bambú, fotos de amigos y familia, esa entrada de cine de una primera vez con mi pareja, la llave de mi casa de la infancia o una selección de libros y de música, en lugar de traer ropa o zapatos casi nuevos. Las cosas solo son cosas, la vida son las personas, los momentos y las emociones.

Desde aquí os animo a llevar a cabo el mismo ejercicio. Aprovechad la primavera recién llegada para dejar espacio en vuestra casa y en vuestra vida. Ventilad armarios. Regalad cosas a amigos o a desconocidos. Donad a gente que lo necesita. Y veréis como un soplo de aire fresco llena vuestra vida.

El desapego material tiene mucho que ver con el desapego emocional. Y ojo, el desapego emocional no es tirar emociones o relaciones al contenedor porque sí. Es otra cosa. Tiene que ver con cómo vivir la vida de forma más plena, con mayor consciencia, sin miedo a perder o a desprenderse de relaciones personales que no nos hacen felices. Pero este tema da para otro artículo. Continuará...

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