'Mierdas' de perro abandonadas

Y ahora en verano, la época de los abandonos, la colección de sorpresas estomacales por las aceras sigue multiplicándose en contraste con el vacío ciudadano

Álvaro Romero Bernal.

Álvaro Romero Bernal es periodista con 25 años de experiencia, doctor en Periodismo por la Universidad de Sevilla, escritor y profesor de Literatura. Ha sido una de las firmas destacadas, como columnista y reportero de 'El Correo de Andalucía' después de pasar por las principales cabeceras de Publicaciones del Sur. Escritor de una decena de libros de todos los géneros, entre los que destaca su ensayo dedicado a Joaquín Romero Murube, ha destacado en la novela, después de que quedara finalista del III Premio Vuela la Cometa con El resplandor de las mariposas (Ediciones en Huida, 2018). 

Los 'restos' dejados por un perro en un parque, siendo recogidas por su dueño.
Los 'restos' dejados por un perro en un parque, siendo recogidas por su dueño.

El año pasado se abandonaron casi 300.000 mascotas en nuestro país porque a sus dueños, llegados cierto momento como este de irse unos días a la playa, no les hacían ya tanta gracia como cuando aquellos cachorros les movieron el rabo la primera vez. A todos nos marcó aquella necesaria campaña en la que se veía a un perro en el arcén con el eslogan “Él nunca lo haría”. Pero han pasado las décadas y nosotros sí seguimos haciéndolo, con el agravante de que ahora, para más inri, las mascotas se han multiplicado como uno de esos caprichos del capitalismo que todo ciudadano tiene derecho a consumir. 

Por más campañas de concienciación que se lancen, hay calles que son verdaderos estercoleros de mojones perrunos por recoger, una auténtica colección de mierdas de todos los colores y texturas para un circuito en el que zigzaguear por miedo a macharte, resbalarte o llevarte el regalo en el zapato. Y ahora en verano, la época de los abandonos, la colección de sorpresas estomacales por las aceras sigue multiplicándose en contraste con el vacío ciudadano, que intenta marcharse a las playas, aunque sean playas caninas. 

Frente a tanta mierda abandonada, aunque siempre se den casos excepcionales de ciudadanos ejemplares que van con su bolsita en la mano y hasta con un bote desinfectante, sigue llamando la atención la hipérbole de las amenazantes multas para nada. Por olvidar un mojón en la vía pública se puede multar al dueño del perro con 300 euros o más, pero la realidad es que bastante tienen los policías como para ir sorprendiendo a los dueños de las incontables mascotas en el momento del apretón. Por olvidar a una mascota en cualquier parte, se puede multar al dueño con 50.000 euros y hasta con la cárcel, pero la realidad –según parece por los datos- es que ni las identificaciones electrónicas hacen que las sanciones se cumplan con sus caprichosos propietarios, que pasan de ser papás, según se hacen llamar ahora los obsesionados con los perros, a desalmados dueños que gratuitamente sufren de amnesia. 

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