Miguel Mendiola y la Sevilla enterrada

Este libro nos vuelve a interpelar contra el olvido del notable movimiento obrero en general y anarquista sevillano de la época, sus figuras y sus obras

Una ilustración de Curro González.
Una ilustración de Curro González.

La vida, obra y época de Miguel Mendiola se nos presenta, gracias a este excelente libro de José Luis Gutiérrez Molina, con los contornos de un símbolo claro contra tanta oscuridad, un símbolo significativo, luchadores que aportaron tanto a la defensa y mejora de la vida de las clases trabajadoras andaluzas y que continúan yaciendo en el olvido, el precio que paga nuestra tierra con esta desmemoria es el de continuar siendo una colonia, el franquismo supo muy bien y sistemáticamente desde el principio cómo sepultar, y no sólo atrozmente las vidas, sino sus obras y proyectos regeneradores y avanzados.

La sensibilidad más honrada descubre y recrea el prodigio de la memoria y la historia, contra la conciencia de una bruma aparece lo que sobrevive y perdura, la terrible represión sobre la memoria social de Andalucía dejó en la cuneta una parte de su ser. El anarquismo y republicanismo andaluz, de tan profundas raíces y relevancia, impregna todo este trabajo de recuperación y visibilidad con rigor, esa idea plasmada en sus páginas nos lleva a atravesar lo que fue la singular Sevilla del comienzo del siglo XX, la historia renovadora y vital del movimiento obrero de la ciudad.

Se nos muestra la vida de Mendiola y la de aquella Sevilla y sus hijas e hijos que supieron crear grandes ideales de justicia social, igualdad y progreso, porque no es solo una biografía, donde son esclarecidos numerosos aspectos y se abren otros penetrantes interrogantes históricos, sino que nos acompaña en su recorrido por el anarquismo y republicanismo en su contexto social y político, convulso y finalmente trágico de aquellos años, que aún hoy permanecen en la sombra más dolorosa: el olvido, estigma y falsedades continúan muy presentes aún sobre el mundo anarquista sevillano y andaluz de la época.

Miguel Mendiola nace en Sevilla en 1904, de familia modesta, su padre fue obrero en distintos oficios y su madre cigarrera, con los antecedentes de su abuelo que en 1878 tuvo que huir de la ciudad tras ser condenado a cárcel por su militancia republicana. Mendiola se incorpora al mundo del trabajo desde muy joven en los juzgados de Sevilla como oficinista. 

En 1925 conoce a la que sería su compañera de por vida, Carmen Camacho, y comienza a interesarse por la lectura de prensa clandestina francesa, frecuentando un centro de activismo obrero, donde toma contacto, entre otros, con Antonio Mije, ese mismo año se produce su primera detención, este hecho parece decisivo en su implicación en el anarquismo sevillano, tras su primer encarcelamiento y juicio en una proceso que le llevaría a la cárcel seis meses por repartir un periódico clandestino, no cesarán de molestarle hasta su indulto dos años después en 1927.  

Será entonces cuando se refuercen en firme sus ideales, en este juicio, es el abogado Manuel Blasco Garzón quien a petición de Mendiola se encargue de su defensa, recordemos que Blasco Garzón, un gran republicano, era un perfil notorio en la sociedad sevillana, muy implicado en todos los ambientes políticos y culturales, la conexión Blasco Garzón con Mendiola propone una muy interesante confluencia entre el anarquismo y el republicanismo sevillanos, título de esta obra y eje de algunos interesantes espacios del ámbito político sevillano.

En 1928 entra a conformar la Federación Anarquista Ibérica, dotado de gran impulso organizativo y templado, según varios testimonios, no tardará, bajo el seudónimo de Progreso Blanco (toda una declaración significativa) en incorporarse al comité andaluz de la CNT, participando después en el III Congreso de la CNT de Madrid, donde se señalaba más protagonismo en relación con la UGT.  

En 1930 es encarcelado nuevamente con motivo de una huelga de solidaridad con otros colectivos laborales y se implica a fondo en la reorganización del movimiento cenetista, a su oposición en 1931 a las candidaturas andalucista y a la del histórico Pedro Vallina, le sucede la semana sangrienta en julio de 1931 y el brutal intento de acabar con el obrerismo en Sevilla, especialmente con el anarquista, todo ello en el contexto de disputa del espacio con la UGT.

Comienzan entonces a plasmarse la pluralidad y divergencias dentro del anarquismo andaluz, en especial con una figura histórica, como es la de Pedro Vallina. En 1932, debido a la convocatoria y preparativos de la huelga agraria, considerada por las autoridades como una auténtica insurrección, la posesión de armas y explosivos encontrados a algunos de los militantes anarquistas conduce a una tensión que se dirime en la prensa y juzgados. El gobierno está dispuesto a acabar definitivamente con el movimiento obrero en Andalucía, como tantas veces a lo largo de la historia.  

Esos sucesos desatan una ola de cierres de centros cenetistas y numerosas detenciones de militantes, entre ellos nuevamente Mendiola, a esto se le suma las falsas acusaciones de confidente de las autoridades difundida por algunos elementos desde dentro del propio anarquismo y del comunismo sevillanos, contra su actuación en la huelga, esto parece que dejan huella profunda y desgaste en su talante político, aunque después fuera exculpado, junto a Zimmerman, en una asamblea de militantes, se le prohíbe ocupar puestos de responsabilidad.

Cada vez más alejado del movimiento cenetista y actividad, no impide que sea detenido tras los sucesos de Casas Viejas en 1933. Mendiola nunca fue partidario de los movimientos insurreccionales armados, estas cuestiones y otras le llevan definitivamente en noviembre de 1933 a anunciar su baja definitiva de la CNT. 

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Ilustración de Curro González.

Ya en su trabajo como oficial de los juzgados municipales entra de lleno en el republicanismo andaluz de Martínez Barrios, posiblemente de la mano de su abogado y amigo Manuel Blasco Garzón y llegará a ser elegido concejal y primer teniente de alcalde de Sevilla por Unión Republicana. La mañana del 18 de julio de 1936 es detenido en su barrio de Ciudad Jardín y el
11 agosto asesinado por una brigada de falangistas, su resto mortales permanecen aún desaparecidos.  

Este libro nos vuelve a interpelar contra el olvido del notable movimiento obrero en general y anarquista sevillano de la época, sus figuras y sus obras. José Luis Gutiérrez ha escrito un apasionante libro, bien documentado y esclarecedor. La figura de Miguel Mendiola es exhumada del silencio y el desconocimiento, y es un símbolo, como escribíamos al principio, porque no es comprensible que su vida y legado hayan permanecido en el silencio y continúen excluidos de cualquier reconocimiento y divulgación por parte de los poderes democráticos, es y representa con firmeza la de otros muchos que todavía quedan por venir. La memoria publica es un combate incesante en nuestra Sevilla y Andalucía, la tierra aún guarda mucha memoria. Es hora de que abandonemos términos como Sevilla la Roja o el Moscú sevillano, calificaciones que ha utilizado el ámbito reaccionario andaluz y español, para mentir sobre aquella época de lucha y conquistas, para estigmatizar y enterrar aquella Sevilla de Miguel Mendiola. Pero eso es ya otra historia que hay que seguir combatiendo y divulgando. 

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