Breve introducción
Como no podía ser de otra manera en una ciudad como Jerez, todo lo relacionado con el vino, con la vitivinicultura, la bodega y sus protagonistas (unos protagonistas más que otros) han merecido desde siempre la atención de los historiadores, tanto de Jerez como de fuera de la ciudad. Sin embargo, como es obvio, no todos los aspectos de este gran centro de interés historiográfico han suscitado la misma atención. Por otro lado, no todos los grupos sociales relacionados con la viña y el vino de nuestra ciudad tuvieron las mismas posibilidades ni los medios para hacer visibles su discurso y sus necesidades a fin de conseguir que estos tuvieran el eco suficiente como para que sus problemas y reivindicaciones alcanzaran repercusión social y solución, ni capacidad de generar influencias en determinadas instancias de poder y de gobierno en aras de la consecución de esos objetivos. Y por tanto las huellas documentales que han dejado sus necesidades, problemas y condiciones de vida como grupo son también escasas.
El objetivo de estas líneas, muy modesto también como los mismos protagonistas de los que nos ocupamos en ellas, es dar cuenta en unas breves notas históricas y comentarios de uno de esos problemas y necesidades que históricamente habían venido padeciendo unos pequeños propietarios de viñas muy especiales, los mayetos viticultores de las conocidas como viñas de arenas existentes en ciertos pagos vitícolas del término de Jerez. He pensado que, tal vez, ello pudiera resultar de algún interés para algunas de las muchas personas que aún quedan interesadas en todo lo que tiene que ver con la historia de la viticultura jerezana y de la zona y sus protagonistas.
Para ello nos hemos servido de cierta documentación, apenas un puñadito de páginas, que se ha conservado sobre este asunto en los ricos fondos de nuestro Archivo Municipal. Esta documentación que da pie a estas páginas se encuentra en la sección de Legajos (Expediente 12.915 del Legajo 549, año 1914) y en la sección de Protocolo Municipal (Protocolo Municipal, Tomo 588, Sección Policía Rural, año 1933) [1]
Hasta aquí, sucintamente expuestos, el origen y la justificación de las líneas que siguen. ¿Y el contexto? ¿Cuál es el contexto histórico en el que se enmarcan en esta ocasión los problemas de estos pequeños propietarios de viñas de arenas ? ¿Cuáles son los hechos?
Vayamos por parte y empecemos por el principio, es decir, aclarando mínimamente de qué clase de terrenos estamos hablando al referirnos a las viñas de arenas; qué extensión ocupaban en la superficie total de viñedos del término, cuáles eran sus características en cuanto a su rendimiento medio en uva y mosto; cuáles eran también los precios medios de los caldos de estos viñedos en el momento al que se refiere la documentación, al menos en 1933; qué zona geográfica ocupaban o, finalmente, en qué pagos se concentraban las principales viñas de arenas.
Como es sabido, los terrenos jerezanos dedicados al cultivo de la vid se clasificaron tradicionalmente en tres clases: por un lado estarían las tierras llamadas de “albarizas” que ocupaban las viñas del mismo nombre o de “afuera”, al NO y SO de la ciudad; los terrenos de “barros”, localizados principalmente al SE, y finalmente las tierras de viñedos de “arenas”, o barro-arenosas, predominante estas al norte, este y algo al sur y más cercanas a la población. Sabido es también, como se comprobará luego, que los mostos obtenidos de las viñas de albarizas han constituido la base de la elaboración de los afamados vinos de Jerez que tanto prestigio le dieron a la ciudad. [2]
A finales del siglo XIX, antes de que la filoxera hiciese su aparición en las viñas de Jerez, la superficie del término dedicada al cultivo de la vid era de unas 7.500 hectáreas, unas 16.771 aranzadas aproximadamente, de las cuales unas 12.000 aranzadas correspondían a viñas de albarizas y unas 5.000 a viñedos de arenas y barros. [3] Las viñas de arenas daban mostos más ligeros y menos finos que los obtenidos de las tierras albarizas y sus productos alcanzaban unos precios que apenas compensaban los gastos de su cultivo. [4] Entre los principales pagos donde arraigaban los viñedos de arenas, entre otros, podemos citar estos que se mencionan en la documentación de 1933: Membrillar, Cuartillos, Solete Alto, Montealegre, Abiertas, Majada Alta, Canalejas, Valdepajuelas, Bogaz, Raboatún, Isleta, San José, Amarguillo, Lárgalo, Geraldino, y otros. [5]
Precios y rendimiento de las viñas de arenas
Las diferencias existentes entre estos distintos terrenos de viñas en cuanto a rendimientos, productividad y a precios han sido siempre muy claras y evidentes, aunque hubo momentos en que por diversas causas esas diferencias se trastocaron e incluso se invirtieron completamente en el caso de la productividad de las tierras de albarizas y de arenas. Si nos atenemos a la producción media en uvas por aranzada que ofrecían en 1933 las viñas jerezanas según el tipo de tierras, las diferencias eran las siguientes:
Producción por aranzada:
Albarizas: 120 a 180 arrobas de (entre 2 y 3 carretadas)
Barros: 170 a 180 arrobas (entre 2 y 3 carretadas)
Arenas: 180 a 240 arrobas (entre 3 y 4 carretadas)
Y si de la productividad en uvas pasamos a las diferencias entre ellas en cuanto a los precios medios de sus mostos, tanto a la piquera como al deslío, observamos que hay una relación inversamente proporcional entre los rendimientos de mosto de cada tipo de terreno y el precio que este alcanza en el mercado, según se trate por ejemplo de mostos de albarizas o mostos de arenas:
Precios medios de los mostos a la piquera:
Albarizas: De 75 a 80 pesos la bota de 31 arrobas.
Barros. De 55 a 60 pesos la bota de 31 arrobas.
Arenas. De 45 a 50 pesos la bota de 31 arrobas.
Precios medios de los mostos al deslío:
Albarizas: De 80 a 85 pesos la bota de 31 arrobas.
Barros: De 60 a 65 pesos la bota de 31 arrobas.
Arenas: de 50 a 55 pesos la bota deb31 arrobas.
Hubo épocas, sobre todo aquellas en que el negocio vinatero en Jerez alcanzó su mayor esplendor en que los mostos de albarizas alcanzaban el doble, e incluso el triple en ocasiones, del valor de aquellos otros caldos que tenían su origen en las viñas de arenas. Esto nos decía al respecto el sabio ingeniero agrícola Gumersindo Fernández de la Rosa:
“y cuando se llegaron a estimar en todo su valor las excelencias e incomparables condiciones del zumo que rinden los plantíos de nuestros terrenos calcáreos, se les otorgó preferencia tan decidida que durante muchos años los almacenistas jerezanos consideraron como cosa nefanda el que en sus bodegas entrase otro linaje de mostos; y la Manzanilla de Sanlúcar, que en tanta cantidad se ha invertido después para las combinaciones de la exportación, y los caldos de otros viñedos más o menos lejanos, [vinos forasteros] parecían severamente proscritos del negocio. Hasta nuestras propias arenas servían solo para abastecer al consumo de las tabernas, o para la fabricación de aguardientes” [6]
No obstante, como ya apuntamos más arriba, estas cantidades y diferencias de valores, en cuanto a rendimientos se refiere, entre las viñas de los distintos terrenos sufrieron cambios notables en determinados momentos. Así, a principios de la década de los 90 del siglo XIX, en medio de una grave crisis del negocio vinatero que se arrastraba prácticamente desde 1876, se asistió, paradójicamente en estas circunstancias de crisis, a un llamativo incremento general de los rendimiento del viñedo, siendo más llamativo el experimentado en las llamadas viñas de albarizas que igualó su producción a la de las viñas de arenas.
Unos incrementos que el ingeniero citado atribuía tanto a causas, digamos, culturales del viñedo, como por ejemplo el empleo de abonos orgánicos en cantidades no vistas hasta entonces o la introducción de cambios en el sistema de poda, dejando el mayor número posible de yemas fructíferas, como a los cambios también introducidos, en estos años de decadencia del negocio vitícola y de depreciación de los productos, en el sistema de explotación de muchas viñas, las cuales fueron cedidas a mayetos obteniéndose de esta manera una intensificación apreciable en las labores de cultivo, un cambio que se habría traducido en ese aumento general de los rendimientos señalados. Y, añadimos nosotros: este último cambio en la explotación del viñedo también se tradujo inevitablemente en una autoexplotación, tanto del propio mayeto que llevaba las viñas cedidas como del resto de los miembros de la unidad familiar campesina, una autoexplotación que debió alcanzar niveles insoportables.
A la creencia general existente en la época de que los cambios anteriores introducidos en el cultivo de las viñas modificarían la calidad de esos mostos “albarizos” que eran la base de la extendida y bien ganada fama de los vinos de Jerez respondía el entonces director de la Granja Escuela Experimental de Jerez de la manera que se recoge en la cita siguiente, unas palabras que no nos hemos querido privar de reproducir para no privarles tampoco a ustedes del placer de su lectura:
“Respecto a acelerarse la vejez y la muerte de la vid porque se alargue o se altere en algo la poda, es cuestión muy debatida, y en que se ha solido incurrir en grandes exageraciones. Nosotros hemos visto perderse prematuramente muchas cepas sujetas al antiguo régimen, [de poda] y vivir lozanas y vigorosas otras sometidas a muy distinto sistema, y a las que los prácticos auguraron brevísima existencia: y es que el daño para la planta no proviene tanto de que se le dejen más pulgares, o una yema más en cada uno, o una vara más larga, o una “saqueta” amén de la vara, como de que se hagan malos cortes originando soluciones de continuidad en los “verdes” o tejidos por donde corre la savia; y entonces la “caries”, apoderándose de las partes secas penetre en los troncos; y el “comején”, -ese horrible “termite”, cuyos estragos no porque sean lentos sean menores entre nosotros que los de más temidas plagas-, viene a completar la obra destructora que iniciara la torpe o descuidada mano del podador” [7]
Los hechos: las viñas de arenas en la documentación (1914 y 1933)
Año 1914: la “beneficencia” del Pósito como “solución”
El primero de los documentos aludidos al principio de este escrito se refiere, fundamentalmente, a hechos relacionados las dificultades que los mayetos propietarios de estas viñas de arenas tenían para vender sus productos por la competencia que ofrecía la riada de vinos ordinarios que entraban en la ciudad procedentes de otros lugares y eran comprados por almacenistas y exportadores, aunque no solo.
El contexto de estos hechos hay que situarlo en las perturbaciones provocadas en el negocio vinatero, en general, como consecuencia del estallido de la Primera Guerra Mundial, en 1914; en la previsión segura de una formidable cosecha para la vendimia de 1914 tanto en los viñedos de Jerez y la zona como en los de otras regiones españolas vitícolas, con la consecuente depreciación en el precio de los mostos que ello implicaba y el de la difícil salida de los mostos, sobre todo los de estas viñas de arenas los cuales no eran comprados por los almacenistas para su almacenado y añejamiento y, sobre todo, en el contexto del eterno problema que representaba la entrada sin freno de los vinos forasteros, empleados tanto para “fabricar” vinos que luego se vendían como genuinos de Jerez, como para consumo interior y, finalmente, en el contexto creado por el aplazamiento del estudio del proyecto de delimitación de una Zona Vitícola en Jerez. Los viticultores de arenas del Sindicato de Viticultores de Jerez habían puesto sus esperanzas en ese proyecto de delimitación de una zona vitícola para los vinos de Jerez que frenara la competencia de esos vinos de fuera de Jerez mejorando así su posición en el mercado local de los vinos. [8]
Y, obviamente, el conjunto de estos elementos remiten al también antiguo enfrentamiento y pugna de intereses existentes entre los tradicionales pilares o sectores sobre los que tradicionalmente se asentaba la vinatería jerezana, un enfrentamiento en el que estos modestos cosecheros viticultores de viñas de arenas resultaban ser los más perjudicados, la mayoría de ellos al albur de las apetencias de todo tipo de especuladores de uvas a los que tenían que vender apresuradamente y a bajos precios pues muchos de ellos no disponían ni de medios ni elementos para recoger y almacenar sus mostos.[9]
Ante la aflictiva situación que por los anteriores motivos se presentaba para estos pequeños propietarios de viñas de arenas, con la vendimia ya encima, en agosto de 1914 el Sindicato de Viticultores se dirigía al Ayuntamiento de la ciudad para informarle de la estrechez de la situación que atravesaban y pedirle que interviniera adoptando algunas medidas que paliara algo sus efectos. Le pedía este Sindicato que en vista de que “la invasión de productos vitícolas que llegan aquí de otras regiones para tomar el nombre de Jerez” no tenía solución de momento por el “aplazamiento” del estudio del proyecto de la delimitación de una Zona Vitícola de Jerez tomara las medidas necesarias para que al menos en lo que se refería al consumo interior de los vinos para la “clase obrera” se diera cierta preferencia en su venta a aquellos que eran genuinos de Jerez y no “se consientan injerencias de pueblos extraños que vienen a perjudicar a nuestra producción”[la de los mostos de arenas] La producción de mostos de arenas en estos años no excedía de unas 5.000 o 6.0000 botas.
Para dar salida a sus productos proponía el Sindicato de Viticultores a la corporación municipal, además, que tanto por los propios cosecheros como por aquellos compradores (“especuladores” se les llama en la documentación) que compraban las uvas de arenas para elaborar mostos pudieran abrir despachos ofreciendo la garantía de que estos procedían de viñedos jerezanos mediante certificaciones expedidas por el propio Sindicato de Viticultores. Finalmente, se confiaba, de manera excesivamente ingenua a nuestro juicio, en que “el patriotismo de localidad” y la solidaridad de los consumidores y del pueblo de Jerez con su situación dieran preferencia en estos despachos a los productos genuinos de la ciudad, sin necesidad de establecer prohibiciones de entrada ni de impuestos a las uvas y mostos “exóticos” [forasteros]
Esta petición fue estudiada por el Ayuntamiento en agosto de 1914 a través de un expuesto presentado por el alcalde al Pleno. El alcalde se comprometía en principio a ayudar en aquello que estuviera dentro de sus atribuciones, aunque adelantando que para ello no veía otros remedios que rebajar los impuestos que gravaban a los despachos de vinos de la localidad y la creación de un impuesto que gravara todos los vinos de otras procedencias que vinieran de otros lugares que entraran en la ciudad para su consumo. [10] A pesar de este compromiso municipal parece que la ayuda del Ayuntamiento quedó reducida a preguntar al Pósito local si esta institución podría conceder algún préstamo de sus fondos para aliviar la lastimera situación de estos viñistas de arenas. El Pósito por su parte solo se comprometía a repartir entre ellos algunos préstamos, cuando el Ayuntamiento le devolviera las 10.000 ptas. que el propio Ayuntamiento debía reintegrar a los fondos de esta obra pía.
Persisten los mismos problemas: los mayetos de arenas no tienen quien compre sus uvas. De nuevo la “caridad”
Veinte años más tarde, en plena Segunda República, la situación de estos pequeños mayetos de viñas de arenas era la misma, muy parecida. Nada había cambiado en sus condiciones de vida. En esta ocasión, 1933, el problema principal, no nuevo tampoco por otra parte, era el de la falta de compradores, en plena vendimia, para las uvas de sus viñas de arenas. Este año los asociados de la Asociación Gremial de Criadores-Exportadores que presidía Pedro Gutiérrez Quijano Medina habían hecho saber que no comprarían uvas de arenas, pues según alegaban tenían gran parte de las existencias en las bodegas por falta de ventas. Esta decisión de los criadores-exportadores creaba un importante problema social en la ciudad que se añadía además a la que ya existía por la grave situación de paro que afectaba también a un importante número de trabajadores y ponía a estas autoridades municipales republicanas en una difícil situación.
Tan delicada que ello obligó a intervenir en el asunto al propio Gobernador Civil de la provincia que se desplazó a Jerez en septiembre de 1933 al objeto de celebrar una reunión en el Ayuntamiento con una representación de la Asociación Gremial de Exportadores y Criadores de vinos a fin de buscar una solución al problema de los mayetos de estas viñas de arenas que en tan grave situación colocaba a la economía de la ciudad y a su aspecto social. Dos días después de esta reunión tuvo lugar una nueva presidida por el alcalde de la ciudad Juan Narváez Ortega y con la presencia de una representación de las 20 principales casas exportadoras de vinos de Jerez y un grupo de mayetos de cultivadores de arenas al objeto de dar solución al problema planteado por la falta de compradores de la uva de estas viñas.
Conformes ambas representaciones en aceptar la propuesta que el Gobernador ya había trasladado con anterioridad a la alcaldía, se adoptan los siguientes acuerdos:
1. En primer lugar, el grupo de exportadores aceptaba quedarse con 533 carretadas de uvas de arenas, de las cuales se rebajarían las que las gestiones del alcalde lograra que comprara el Sindicato de Viñadores de Arenas. En caso de que este sindicato no pudiera comprar ninguna, los exportadores deberían comprar el total de esas 530 carretadas de uva.
2. Sobre el precio de venta de la uva no hubo acuerdo entre exportadores y mayetos, aunque finalmente, a propuesta del alcalde, ambos grupos se mostraron dispuestos a aceptar un laudo del Gobernador Civil que ya había sido comunicado al alcalde sobre el precio de venta de la uva. Se acepta que los compradores paguen 2,50 ptas. por arroba, frente a las 3 que pedían los mayetos, debiendo ser por cuenta de los viticultores el precio del porte hasta la colocación de la uva en la casa compradora. Un representante de los vendedores debía entregar a la representación de los compradores una relación detallada con los nombres y apellidos del mayeto cultivador, número de carretadas que entregaba, el nombre de las viñas de donde procedía la uva y el del pago donde estas radicaban y el número de carretadas que recolectará. Los exportadores consideraban que no podían pagar el precio de 3 ptas. por arroba primero por considerarlo alto y además porque entendían que debía existir una diferencia de precio entre el de la uva “mantuo de pila” y el de las restantes variedades.
No obstante, las casas compradoras querían dejar claro de una manera clara y contundente que esta compra la hacían lesionando sus intereses y únicamente por los requerimientos de la alcaldía y de la primera autoridad provincial y que “para lo sucesivo no estarán nunca dispuestos a efectuar nuevos contratos y así se lo avisa al grupo vendedor con toda la anticipación necesaria para que tomen las medidas que estimen oportunas”.
No todos los propietarios de uvas de arenas se beneficiaban de este acuerdo. Los exportadores tuvieron cuidado en advertir que a estos efectos solo consideraban como mayetos necesitados a aquellos que tuvieran una producción de menos de 10 carretadas de uva, “entendiéndose bien que no se tomará ni una arroba más de las declaradas por cada uno de estos mayetos”
Finalmente, las casas exportadoras de la Asociación Gremial de Exportadores y Criadores de Vinos tuvieron que hacerse cargo de comprar el total de las 530 carretadas de uvas porque el Sindicato de Viñadores de Arenas no adquirió ninguna, alegando que el sindicato como tal no compraba uva, limitándose en este sentido a pisarle la uva a los socios que no podían venderla y a llevársela a su bodega.
Hasta aquí estas notas históricas y comentarios acerca de estos pequeños propietarios de viñas de arenas, siempre en una situación muy angustiosa y complicada y siempre en medio de los grandes intereses de los sectores más poderosos de la economía del jerez en la ciudad.
**Agradezco a mi amigo e investigador Cristóbal Orellana sus observaciones a este trabajo.
NOTAS
[1] AMJF (Archivo Municipal de Jerez de la Frontera), Protocolo Municipal, Tomo 588, Sección Policía Rural, año 1933 y AMJF, Legajo 549, Expediente 12.915, año 1914.
[2] Sobre las características generales de las viñas de arenas y de sus productos: Jeffs, J.: El Vino de Jerez, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, Cádiz, 1994, p.180
[3] González Gordon, M.M.: Jerez-Xerez-Sherish, Ed. Gráficas del Exportador, Jerez, 1970 y Pemartín, J: Diccionario del vino de Jerez, Editorial Gustavo Gili, S.A. Barcelona, 1965. p.22.
[4] Información sobre las dificultades que estos pequeños propietarios tenían para mantenerse en la explotación y los bajos precios a que se cotizaban sus productos, así como sobre su tenacidad para mantenerse en el negocio de la viña a pesar de las dificultades: Paz Guerrero, M.: La viña de Jerez. Por un obrero, Establecimiento Tipográfico de M. Martín, Jerez, 1935, pp. 45-46.
[5] Un bonito, documentado y bien ilustrado trabajo sobre los pagos de viñedos en la actualidad y su distribución por el término de Jerez, en García Lázaro A. y García Lázaro, J: “Un recorrido por los viñedos de Jerez. Al encuentro de la Primavera”: Diario de Jerez de 20-3-2014.
[6] El contenido de la cita puede verse en El Guadalete de 20-1-1889. Una referencia a la utilización de las viñas de arenas como viñas alcoholeras, para la obtención de alcohol vínico, en Ruiz Rendón, J.: La viña alcoholera. Memoria sobre el proyecto de una explotación vitícola industrial, Litografía y Tipografía de M. Hurtado, Jerez, 1902, p. 9.
[7] La cita en El Guadalete de 13-1-1889.
[8] Una exposición sobre las esperanzas que estos viñistas de arenas del Sindicato de Viticultores habían depositado en la consecución del establecimiento de una zona vinícola para los vinos de la ciudad para restringir la entrada de vinos forasteros, en Montañés Primicia, E: “La industria vinícola del jerez y la replantación del viñedo, 1894-1914: una aportación de historia empresarial”, Historia Agraria, 71, abril 2017, pp. 166-167.
[9] Un estudio de la lucha de estos sectores implicados en el negocio vinatero de Jerez y de los antecedentes del Consejo Regulador de los vinos de la ciudad, en Cabral Chamorro, A.: “Observaciones sobre la regulación y ordenación del mercado del vino de Jerez de la Frontera 1850-1935. Los antecedentes del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Jerez-Xérés-Sherry", Agricultura y sociedad, Nº 44, 1987, pp. 171-197.
[10] AMJF, Actas Capitulares, sesión de 4-8-1914, punto 4º.
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