Quiero disculparme con todas las mujeres
a las que he llamado bonitas
antes de haberlas llamado inteligentes o valientes.
Lamento si hice sonar complicado
algo tan simple como con lo que se nace,
es de lo que tienes que estar más orgullosa
como cuando tu espíritu ha aplastado las montañas.
De ahora en adelante, voy a decir cosas como eres resistente
o eres extraordinaria,
no porque crea que no eres bonita,
sino porque eres mucho más que eso.
Rupi Kaur
Cumplir sueños es peligroso. Más aún cuando se camina con el corazón al aire por aquello en lo que se cree. Lo sabe de sobra Loly Corral, que en una de las arterias principales de Cádiz, en plena Calle Ancha, extremo opuesto de su Tíjola natal, echa raíces nuevas para mostrar al mundo que arriesgarse es ganarle la partida al miedo, siempre. Por eso quiero a mi amiga y admiro su apuesta por la vida. Por eso la fortaleza y valentía de esta emprendedora de maravillas deben estar en una sección como ésta, porque las dos tenemos el morro muy fino, y amamos los libros. La Lectora es uno de los lugares de parada obligada si se pasea por Cádiz.
No es sólo una cafetería más, sino un sitio ya de referencia para nosotros los culturetas, que buscamos un refugio donde olvidar, por un ratito, las batallas sangrientas entre los egos feroces y las pamplinas del mundillo literario, y que deje de doler la existencia. En 2018 me enamoré de la atmósfera que allí se respira, y mi historia de amor ha ido in crescendo. Loly ha sabido evolucionar con los tiempos, y lo que anhelaba se ha materializado por fin. La Lectora es un espacio para el sosiego, para la inspiración, para el café, el chocolate, las buenas meriendas y desayunos y todos los sabores perfectos que se esconden en la lectura para los que paladear con placer.

De forma natural se me presenta la evocación de aquel monumento a la pasión que las mujeres hemos sentido siempre hacia las letras. Stefan Bollmann, en Las mujeres, que leen, son peligrosas homenajea a un buen puñado de damas que desafían las dificultades y esquivan puñaladas. Como nosotras. Leer, escribir, crear, ser madres, montar negocios con alma.
No crean ustedes que servidora no ha conocido otras librerías con café, otros rincones que prometían ser únicos, otros lugares encantadores. Lo que hace diferente la casa de Loly es que en su talante no contempla ni la más remota posibilidad de vender humo, y esa verdad es la que irradia desde lejos. Se agradece en unos tiempos de sentimientos de cartón, de emociones efímeras. Pero allí es contagiosa la serenidad que descansa en el fondo del entusiasmo, y el cariño entre personas como son Denise, Mica, Isa, Laura, Joaquin, Ivan y Eugenia. Todos a una.

Es una experiencia vivir allí un evento literario, escuchar a los autores en directo, sentir la magia de cerca, mientras se prueba cualquiera de los smoothies con nombre femenino que obligan a las musas a quedarse porque no tienen más remedio. Un Clara Campoamor, de naranja, zanahoria con limón o leche. Un Rosalía de Castro con plátano, kale y mango. O la sorpresa al pedir un Gloria Fuertes o un María Zambrano.

Merendar un Edgar Allan Poe, un Cervantes, un Kafka o un Pablo Neruda, allí es literal, literario y posible. Aquí la carta por si siente curiosidad: lalectora.com/cartas.


Loly es pura creatividad y allí huele a gastropoesía, a tinta con azúcar, a libro nuevo, a historias de antaño, a abrazos entre seres sensibles y dispuestos para los más bellos secretos que laten en su biblioteca abierta siempre, de su atractiva librería. Allí hay que ir para olvidarse de uno mismo de vez en cuando y volar un poquito.
Soñar es peligroso, sí, Loly lo sabe. Lo sabemos. Pero vivir también, y nada es más hermoso que exprimir los días de forma extraordinaria, conscientes del riesgo, pero en la firme convicción de hacer las cosas bien.