Muera la inteligencia y la moral

Admitiendo por supuesto que, como toda conquista de aquellas épocas tuviera formas violentas de ocupación y trato, la conexión con el contexto actual me temo que no procede

Sergio Villalba Jiménez Foto 1

 Profesor de Educación Artística y Patrimonial de la Universidad de Sevilla

Miguel de Unamuno saliendo del Paraninfo de la Universidad de Salamanca el 12 de octubre de 1936.
Miguel de Unamuno saliendo del Paraninfo de la Universidad de Salamanca el 12 de octubre de 1936.

El nexo común de nuestra era podría muy bien ser este bárbaro lema que me he permitido reformular, ampliando los sonoros términos del célebre y teórico exabrupto de Millán-Astray a Miguel de Unamuno, siendo aquellas palabras cuestionadas, adornadas, trastocadas o exoneradas según sea la versión por tratar, desde la recreada por el profesor Luis Portillo hasta la propia panegírica de Peregrina, hija del militar. Del mismo modo que la bandera de Iwo Jima en el monte Suribachi de Joe Rosenthal, la bandera soviética sobre el Reichstag en 1945 de Yevgeni Jaldéi, el miliciano de Robert Capa o más recientemente el atentado de Trump retratado por Evan Vucci, los hechos e imágenes icónicas de la historia tienen dobleces en su estricta veracidad, siendo a veces demasiado perfectas o irreales para retratar al dedillo un momento histórico o personaje concreto, pasando en cualquier caso a la posteridad histórica por esa configuración delimitadora de lo que se entiende por verdad actual, o si prefieren…posverdad contractual.

De lo ocurrido el 12 de octubre de 1936 en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca tomo prestada la esencia -en sentido contrario- para este titular, pudiendo haber elegido cualquier versión de las que han sido discutidas según la escora producente: “abajo la inteligencia, viva la muerte”, “si esto es inteligencia, muera la inteligencia” o “si la inteligencia sirve para el mal, muera la inteligencia”, etc. El carácter maleable de nuestra época y la inviable verificación objetiva de los hechos me otorga una muleta y estoque en el que introducir también el orden moral de las acciones. Este preámbulo es una excusa para enmarcar un análisis temático que en estos últimos días comparten tres hechos distantes, pero conectados por su falta de ética y/o intelecto: el encumbramiento de la evasión fiscal por parte del líder aforado del ente llamado Se acabó la fiesta; la vida, escándalos y actualidad placentera del monarca emérito y la exaltada afrenta “histórica” que la flamante presidenta mexicana reclama y retoma de su predecesor.

Empecemos por el más básico. Un tipo que, en el fragor del cacao ideológico reinante en nuestro país, obtiene más de 800.000 votos y 3 asientos en la cámara europea sin que exista un programa electoral como tal, vociferando chascarrillos de “cuñado” sobre la corrupción, la libertad de expresión y la reforma del sistema político mediante las infames redes sociales, y admitiendo que su intención primaria electoral es blindarse frente a posibles litigios legales. Sin pena ni gloria transcurre su trayectoria hasta que nos enteramos por conversaciones textuales de la recepción de 100.000 euros en negro, que podría implicar financiación ilegal del partido con una empresa patrocinadora de criptomoneda, a su vez demandada por estafa piramidal. La parte contratante parece que ya está dispuesta a cantar en la Audiencia Nacional para intentar reducir una futurible y posible condena, mientras que el “héroe” ardillesco saca pecho y viene a defender la evasión fiscal como un don y fin necesario para la ciudadanía. Añádase sórdidas tramas de tapaderas en locales de alterne y tenemos la línea más típicamente rancia que se pueda elegir (imagino que partidarios y votantes deben estar en el rincón de pensar).

Ya diserté sobre la peligrosa eliminación de la justicia social como valor comunitario y aquí tenemos otro ejemplo más de esta repugnante ideología que peligrosamente se extiende como idea de falaz libertad individualista que lucha contra un estado que “esquilma” con sus impuestos al “pobre ciudadano”. De la patronal, la banca, las élites empresariales y todo niño y niña de papá y mamá sería todo un clásico (sin que remita la arcada), pero de las clases medias y bajas… Me pregunto qué tipo de vacío craneal se produce para asumir dicha actitud. Para que no me arda más la sangre propongo una solución a esta indigesta problemática: si usted no quiere pagar impuestos… Sin problemas, le apuntamos en lista y no pagará nunca más a ninguna arca municipal, regional o nacional; ahora bien, prepare la cartera porque vamos a pasarle la minuta de cualquier uso público de carreteras, alumbrado, transporte, recogida de basuras, sanidad, educación e incluso seguridad de las fuerzas policiales y defensa. No se equivoque, ni de lejos es lo que pagaba hasta ahora… Abonará lo que “a pelo” vale el servicio en el libre mercado. Resulta curioso que, pese a que disfrutamos y ejercemos una solidaridad colectiva, buena parte de la población no entiende o comparte esa palabra y valor ni de lejos, por lo que empieza a ser estéril peticiones de cierta ingenuidad como el solicitado por la ministra de vivienda cuando apelaba a los propietarios de pisos respecto a la problemática habitacional. Es evidente que solo el intervencionismo directo del estado puede cambiar las tornas.

Recordemos que esta ruindad del festejo de las exenciones fiscales es la que proponen las políticas neoliberales y ultraconservadoras actuales…pero recalquemos también que de la misma confitería es la tarta de los privilegios que se ha preparado ahora para Cataluña y que disfruta la población vasca y navarra en base a derechos de un historicismo cuestionable, de manera que aunque el community manager del gobierno de coalición “progresista” haya remarcado con fluorescente el eufemismo “financiación singular” no deja de ser el mismo tipo de cortijo que se monta la señora Ayuso en Madrid y qué prolongado, supone el desmantelamiento del estado público como concepto, que es ni más ni menos lo que propone el anarcocapitalismo del presidente Milei como ideología global necesaria (más personal al rincón de reflexión).

Engarzo tema con otro gran evasor fiscal que no es sino el rey autoexiliado, cuyo relajado paraíso en una de esas dictaduras o democracias peculiares del Golfo Pérsico, le permite visitas múltiples y discretas, volver regularmente por el Real Club Náutico de Sanxenxo para su oportuna regata, ultimar sus memorias en tono dolido o recordar andanzas y devaneos pagados con el erario. No seré yo quien entre a cuestionar la vida personal de cada uno, pero da bochorno constatar mediante notoria imagen publicada recientemente (saber, se sabía), que los servicios de inteligencia, interior y defensa costearan y callaran lo que ha sido la ociosa actividad recurrente de un cargo que pese a las “voluntarias” regularizaciones y pagos que ha efectuado (amén del cortafuegos que colocó su hijo hacia su fortuna)… Sigo pensando (con perversión republicana), que no es más que un caro jarrón de porcelana de vacua utilidad. Por añadir leña, en ningún momento sabremos la aclaración de oscuros episodios biográficos ni su verdadero papel en el 23F (lo que calló Armada), como tampoco queremos recordar la posición significativamente alentadora de su padre y abuelo en el alzamiento del 36, o por añadidura rememorar el trato diferencial de la justicia en los diferentes escándalos de la familia real. Ante todo, y por ciencia infusa, este país se dice monárquico y católico, y al personal le gusta ver reyes y príncipes moviendo la mano hacia la plebe. Qué le vamos a hacer.

Último encadenamiento para abordar el tercer punto que podríamos denominar “la conexión azteca”: casualidades de la vida, el jubilado monarca del que hablábamos tiene una curiosa relación de trapicheo económico con el multimillonario mexicano Allen Sanginés-Krause, que no sabemos si desciende de Moctezuma o Hernán Cortés, pero es un buen ejemplo para pensar si la problemática actual del país mesoamericano es origen de jerarcas, corruptela, crimen y narconomía o tiene que ver inexorablemente con la herencia de la conquista española de 1519 a 1821. Habiendo dejado claro mi postura crítica sobre la corona (en lo general y lo concreto), me importa poco que la petición de “perdón” sea a España como nación, a Felipe VI, al infame Fernando VII o a Carlos I… pero me asombra que una maniobra de manual y autobombo como la de Claudia Sheinbaum (heredada de su predecesor López Obrador), constituya un eje discursivo del inicio de su mandato, lo que me recuerda por ejemplo a cuando la dictadura argentina y sus aberraciones agitó la efervescencia patriótica con la reivindicación y posterior conflicto de las Islas Malvinas.

Por incidir, confróntese genéticamente si los linajes de estos próceres son indígenas, de mixtura criolla o báltico-tracia, y, por tanto, si tienen pureza de sangre para tales reclamos. Sigamos con la curiosa comparativa del mapa de sus territorios independizados de la “cruel” España y las actuales lindes, comprobando como el amigo useño (EE. UU.), se cepilló Texas, California, Arizona, Utah, Nevada, Nuevo México y otras zonas de actuales estados norteamericanos. En este sentido, entiendo que los representantes de Bildu, Sumar y Podemos que acuden por libre a la toma de posesión -aparte fobias y odios- se hayan formado en un sistema educativo con amplias lagunas (pueden consultar en Wikipedia el Tratado de Guadalupe Hidalgo para se vayan enterando de algo), pero produce más vergüenza ajena cuando exministras (hoy eurodiputadas) o marrulleros con locuacidad barata del independentismo catalán tiran del tópico facilón e indocumentado. Soy consciente que la fragilidad del discurso lleva a la solución de la falacia inculta, pero algún político/a debería guardar el mínimo decoro público.

Admitiendo por supuesto que, como toda conquista de aquellas épocas tuviera formas violentas de ocupación y trato, la conexión con el contexto actual me temo que no procede. Aunque se trata de argumentar ya cansa ejemplificar que, por esta misma regla de la necesidad de perdón tras siglos entre entidades no correspondientes, ya estarían tardando los actuales habitantes y gobiernos de Damasco, Bagdad, Roma, Estambul, París, Londres, Ámsterdam, Washington, La Habana o Manila (entre otros), por todas las invasiones o conflictos que hemos sufrido los indígenas carpetovetónicos. De nada sirve indicarle al iletrado de turno que revise lo que era un tzompantli y el conjunto de rituales sangrientos que “rodaba” por templos y escalinatas, que se ignoren las alianzas hispanas con pueblos autóctonos contrarios a la hegemonía de Tenochtitlan (¿Deben pedir también perdón a los mexicas los herederos actuales de totonacas y tlaxcaltecas?), o que se valore en positivo el legado cultural y artístico, la lengua común, la instauración de universidades o un mestizaje bastante más abierto que el de los anglos. Me hastía ese discurso victimista compartido por compatriotas y esgrimido por gobernantes que desvían responsabilidades focalizando en el exterior sus propias miserias. Como tantos otros ejemplos recientes (Austria acaba de optar democráticamente por un partido neonazi simpatizante del zarismo putiniano), la dualidad ausente de ética e intelecto en los comportamientos sociales indica ignorancia o maldad arraigada. Algo ha fallado en nuestras escuelas y legislaciones educativas progresistas para que esta sea la tónica dominante. Quizás haya que ir pensando en programas de reeducación con terapias de choque.

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