Lo siguiente no es un cuento de terror, aunque pueda parecerlo.
Desde hace un mes sufro una acelerada pérdida de visión fruto de una severa infección en mi ojo izquierdo. En él, legiones de Streptococcus mutans han alzado su campamento de primavera para prosperar y abastecerse, y a pesar de los esfuerzos para contrarrestar dicha invasión, el ataque continúa de momento, lo cual me mantiene virtualmente ciego de ese ojo.
Siendo ya grave el asunto, se agudiza porque ese ojo izquierdo era el que sostenía la funcionalidad de mi visión, pues el derecho tiene una muy reducida visión del 11%. Por tanto, el nivel de visión total que tengo es muy limitado y la información sobre la realidad física que llega a mi cerebro es muy limitada: en estas condiciones el cerebro se moviliza para interpretar los pocos datos que recibe construyendo y reconstruyendo la matrix de esa realidad física como si fuera un universo holográfico que se abastece de los recursos de mi memoria y de mi imaginación.
Aparecen imágenes que van rellenando los vacíos de datos, y en esos intersticios de la supuesta realidad física brotan y se generan como en un universo apariencial otras imágenes para completar el panorama y darle una interpretación supuestamente razonable a lo que ves.
Esa interpretación se nutre de recuerdos, de vivencias, de paisajes y de personas que están en mi memoria: se construyen virtualmente esquinas de calles, jardines y bibliotecas que recorrí, ciudades, pasillos tenebrosos que alguna vez atravesé, y también aparecen imágenes de personas muertas hace muchos años y que están en mi memoria. Además, surgen otras figuras humanas que desconozco, que bien pudieran ser delirios de mi imaginación, o algunas, huellas energéticas espectrales. No son directamente fantasmas que intentan interactuar, lo cual, me tranquiliza y me inquieta por igual. Como diría la frase de Goya “el sueño de la razón produce monstruos”.
El cerebro produce una constante neblina de claridad, y muchas otras veces, de oscuridad. En medio de ella, aparecen destellos rojos que parecen indicar un camino. Probablemente, es un estrecho sendero hacia una extraña feria de las tinieblas, donde habitan los delirios de mi imaginación y los fantasmas de mi pasado. Avanzo lentamente hacia esas luces, hacia esa feria de las tinieblas, para quizás conversar con esos rostros de mi pasado y maravillarme ante las imágenes gloriosas o terribles que genera mi imaginación y siento al andar esperanza y temor.
“Cuando se ha puesto una vez el pie del otro lado
Y se puede sin embargo volver,
Ya nunca más se pisará como antes
Y poco a poco se irá pisando de este lado el otro lado”.
R. Juarroz