La muñeca azul

Periodista & docente. Enseño en Universidad de Zaragoza. Doctora por la Universidad de Sevilla. Directora de Radio Unizar. Investigo en Grupo de Investigación en Comunicación e Información Digital de la Universidad de Zaragoza.

Muñeca de azul.

Cuando ves marchar a alguien cercano empiezas a ser consciente de cabalgar a lomos de tu propio destino. Tan precipitada la carrera como indefectible. Y esa, aunque no lo parezca, es la parte buena. La mala es que también te hace saber que uno solo finge manejar las riendas y que hay demasiado de ese viaje que no depende de ti. Y también te hace darte cuenta de lo mucho que quieres a la gente a la que quieres.

Yo aprendí gran parte de lo que soy y de lo que quiero ser de la mujer más importante de mi vida. Aquella que es la personificación de la palabra abnegación y que, por fortuna, me acompaña en los grandes y pequeños momentos.

Plasmar con palabras todo lo que ella evoca no es fácil. Parece, más bien, tarea imposible. Es generosidad, entrega sin límites, renunciación sin límites, cariño sin medida, ternura en cada gesto. Es mi infancia, la muñeca vestida de azul a la que cantábamos en las tardes lluviosas, la que me enseñó a orientarme por el mundo, a conocer las calles a medida que me iba descubriendo a mí misma. Es a la que nunca he podido engañar del todo, a la que nunca he sabido mentir en serio. Es a quien no comprendí por momentos, quien trató de comprenderme a mí, contra quien desaté, como no podía ser de otro modo, mi furia adolescente. Es, por encima de todas las cosas, la que siempre está, la que siempre es, la que lo llena todo.

Su olor está grabado a fuego en mi olfato, aunque nos separen cientos de kilómetros. Su voz es la calma que mis días necesitan y con la que se pone el sol a diario. Su cercanía es mi paz. Siempre he sentido la necesidad de hacerle saber lo importante que es para mí. El ejemplo que representa, lo bien que ha hecho y hace las cosas, lo muchísimo que le debo. La grandeza de su alma —indómita, librepensadora y viva— es el motor de una familia que siempre lo ha sido todo para ella.

Me gustaría hacer saber a mi muñeca que desearía tenerla cerca cada día, ver su sonrisa, charlar hasta tarde, ver películas españolas de los sesenta, escuchar y hasta cantar flamenco con ella de copiloto, volver a disfrutar de Anillos de oro, y de Tristeza de amor, y de Falcon Crest. Volver a comprar mi material escolar cada septiembre, recorrer el camino de caramelos que desemboca en los regalos de Reyes,  refugiarme en sus cenas tras el baño caliente, terminar la noche durmiendo en su cama, ver su cara de admiración cuando le digo algo en inglés, perderme en un abrazo infinito.

Mi vida son mis recuerdos y en ellos siempre estás tú. Siempre eres tú. Tengo una muñeca vestida de azul. Por suerte, te tengo a ti. Mi orgullo es ser de ti.

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