Nada

Y luego están los que, ante el dato de que somos seis millones de opositores, tienen la misma reacción que tendría una vaca viendo pasar, mientras rumia su pasto, a lo lejos, un tren

Filólogo, autor de varios libros de poesía

Imagen de archivo de opositores realizando un examen.

Últimamente escucho que los españoles solo queremos ser funcionarios. Una manía que nos ha dado, oye. Los españoles, supongo, somos personas carentes de ideas, sin sueños: unos holgazanes cuya única aspiración es vivir del cuento y no dar un palo al agua. Spain is different. Frente a esos otros países con gente luchadora de verdad, como Estados Unidos, de donde, como dijo aquel filósofo malagueño –Antonio Banderas– en el ágora –el Hormiguero–, surgieron los Facebook, los Google, los MAC, etecé. ¿Aquí, en cambio? Funcionarios. De lo que sea. Dicen.

Están esos. Y luego están los que, ante el dato de que somos seis millones de opositores, tienen la misma reacción que tendría una vaca viendo pasar, mientras rumia su pasto, a lo lejos, un tren. No les dice absolutamente nada ese dato. Ni a unos, ni a otros. No ven o no quieren ver, cegados quizá por el privilegio o la ideología, que esos seis millones de opositores no son otra cosa que una fiebre. Que hay un cuerpo, el de España –más conocido como “este país”– que está presentando un claro síntoma. Y nadie dice nada. Y nadie hace nada. Unos se dedican al panegírico por los múltiples puestos de trabajo que se están creando; otros, de lo preocupante que es la falta de emprendedores.

Estos españoles pacatos… Como decía un tal Alberto Caeiro: “Con filosofía no hay árboles: no hay más que ideas [...] Hay solo una ventana cerrada, y todo el mundo fuera”. Y mientras tanto, hay un cuerpo enfermo, aquejado de algún tipo de enfermedad, que no parece estar en boca de nadie; obcecados –cegados– en cartas colgadas en redes sociales, premios nacionales de tauromaquia y demás banalidades. Mientras el número de opositores crece como nunca. Y nadie se pregunta qué está pasando. Mientras un cuerpo se muere. Y nadie hace nada.

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