Durante estas últimas semanas hay algo que me ha llamado bastante la atención. Según le preguntaba a mis amigos y conocidos ajenos a la política cómo se planteaban las elecciones este 19J la respuesta era casi unánime, “primera noticia de que hay elecciones”. Si se tratara de gente que viviese apartada de todo en la brecha digital, lo entendería. Pero lo chocante es que son jóvenes como cualquier otros con redes sociales activas. Se lleva hablando del tema en televisión desde finales de abril. ¿Cómo era posible que no tuvieran noticias?
Esto pone en duda muchas cuestiones, la primera sería el verdadero alcance que tiene una precampaña electoral. Un problema muy común es que confundimos a nuestro entorno más cercano con el total de la población, cuando realmente se trata de una muestra muy sesgada afín a nuestros pensamientos. De esta forma, cuando asistimos a actos con los grandes líderes de los partidos, a priori nos parecen eventos súper mediáticos, pero realmente su alcance es muy limitado, reduciéndose al círculo de afines y simpatizantes al partido y al público de los programas de contenido político.
Mientras que escribo estas palabras me ha invadido la duda, por lo que me he puesto a mirar índices de audiencia. La de El Intermedio suele rozar el millón de espectadores, Al Rojo Vivo ronda el medio millón. Si los telespectadores fueran proporcionales a la población de España y sus comunidades, solo 180.000 andaluces se interesarían por programas de contenido político. Si sumamos la audiencia de todos los telediarios de las 15:00 horas, hablaríamos de aproximadamente 5 millones de telespectadores, por lo que no andaríamos lejos de un millón de andaluces que ven las noticias. La pregunta es ¿cómo se informan los 7 millones y medio de andaluces restantes? Quitando a los pocos que hagan uso de la radio y la prensa, y aquellos que se interesen por la política en redes sociales, la conclusión es que la mayoría no se informan. Normal que últimamente la abstención ronde el 50%.
Los esfuerzos en redes parecen mayormente estériles, siendo finalmente su público gente del propio entorno del partido. Esto significa que tanto el trabajo de redes como esos grandes actos de precampaña tienen como principal resultado únicamente animar a los militantes, cual tambores de guerra. Entonces, ¿cómo llegar a la población? La respuesta es muy simple, a la vieja usanza. Si el ciudadano no va a la información, la información tiene que ir al ciudadano. Pegando carteles hasta en el último rincón que se pueda, colgando pancartas en los puentes, pagando vallas publicitarias, metiendo en cada buzón un panfleto para que acompañe a la tarjeta censal, etc.
El gran enemigo de la izquierda realmente es la desmovilización de su electorado, que suma mayoría y si vota gana. Mientras más información le falte, menos se moviliza. Esto hace crucial que hasta el último militante de la izquierda se lance a la calle con un taco de panfletos en la mano. Sin embargo, malos tiempos corren en la dirección de los partidos políticos, donde pesa más una foto de la cabeza visible para unas redes que no ve nadie, antes que organizar el trabajo real de una cuadrilla de militantes. Hay incluso quien se permitirá el lujo de rechazar ayuda y marginar a los sectores críticos, desperdiciando una valiosa fuerza de trabajo. Cada uno allá con sus consecuencias.